29 de octubre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (8)


Después de aquella noche estuve un par de días sin saber nada de Luvy. Pensé un par de veces en llamarla pero al final opté por esperar a que fuese ella quien se volviera a poner en contacto conmigo. Tres días más tarde de que le desvirgase el culo, la joven dio de nuevo señales de vida:

  • Quiero que pases mañana por la noche por el club, a la misma hora del otro día. Una clienta muy especial va a acudir cuando ya esté cerrado para el público. Es una mujer muy distinguida y muy bien posicionada socialmente hablando y no quiere bajo ningún concepto ser reconocida. Por eso visita el club de forma privada. Cuando le apetece, me pide que le organice alguna pequeña fiesta sexual y me solicita, a la vez, discreción. Llámame cuando puedas- rezaba el mensaje que recibí.

Sinceramente, me venía bastante mal ir al día siguiente al club: era jornada laboral, al igual que el día posterior, y debía madrugar por lo que me resultaba complicado estar presente en la fiesta que Luvy pretendía preparar, ya que seguro que se prolongaría hasta prácticamente el amanecer. Se lo hice saber a la chica a través de una llamada. Le indiqué que su propuesta sonaba bastante interesante y tentadora pero el hecho de que fuese en plena semana laboral hacía difícil mi presencia en el club.

  • Te prometo que merecerá la pena conocer a Madame Noir. No te arrepentirás.

Finalmente Luvy terminó convenciéndome y acepté su invitación.

La noche siguiente, ya en plena madrugada, me presenté en el club a la hora fijada y vestido como la joven me había pedido esa misma mañana en un último mensaje antes de nuestro encuentro: elegante traje de chaqueta negro, camisa blanca y corbata negra a juego con el traje. En el exterior del local había aparcados dos vehículos: uno era el de Luvy y otro, un coche oscuro de alta gama. Supuse que sería el de la mujer de la que Luvy me había hablado. Estacioné mi coche junto a los otros dos y llamé a la puerta del club. Luvy abrió inmediatamente y me sorprendió con su atuendo: iba entera de negro, con un ajustado vestido corto de látex, unos zapatos de pronunciado tacón y unas medias muy sensuales. 



Me quedé impresionado ante su imagen tan provocativa. Ella se dio cuenta y sonrió.

  • Si ahora se te ha quedado esa cara, no sé cuál vas a poner cuando veas a Madame Noir y a su hija- me comentó.
  • ¿Su hija?- pregunté extrañado.
  • Sí, su hija también ha venido. Suele acudir casi siempre con ella. Es una chica que aún no ha cumplido los veinte años y, si te digo la verdad, es más puta que su propia madre. Yo me encargo de proporcionarles hombres selectos y discretos para que ellas puedan llevar a cabo con ellos sus múltiples y perversas fantasías. A cambio me gano algún ingreso extra, que nunca viene mal. El otro día Madame Noir me llamó para que le tuviera listo a algún hombre y pensé en ti. Te propuse como candidato y ella aceptó. “Siempre tienes buen ojo para elegirme a los hombres a los que me follo así que seguro que ese amigo o amante tuyo del que me hablas estará bien”, me indicó. Y me pidió que le montase una sesión de sexo para ella y su hija- me dijo Luvy.
  • Pero, ¿y tú?- le pregunté.
  • ¿Yo? Cuando viene Madame Noir me limito a mirar, a ejercer de voyeur. Y, créeme, no es poca cosa teniendo en cuenta el tipo de juegos y fantasías que la mujer se trae siempre entre manos. Hoy será igual: me quedaré observando cómo os lo montáis los tres. Eso sí, recuerda que no te permito que te corras dentro de otra mujer que no sea yo, tu puta. A Madame Noir no le gusta que los hombres con los que folla usen preservativo. Le encanta sentir todo el vigor y el roce de las pollas de forma directa y recibir dentro la leche. Sin embargo, he pactado con ella que no uses preservativo pero que no eyacules en su coño. Tu semen será sólo para mí. Ha aceptado la condición que le he impuesto y hoy hará una excepción. Las dos está arriba esperando. Creo que no deberíamos hacer que se impacienten- me comentó Luvy antes de comenzar a subir las escaleras hacia la planta superior del club, donde se hallaban las habitaciones temáticas.

Tal y como ocurrió la noche en que le desvirgué el culo a la joven, ella subió por delante de mí y de nuevo mis ojos penetraron bajo el vestido de la chica y comprobaron cómo en esta ocasión, ya sí, Luvy cumplía el requisito que le puse de no usar bragas. Ante mi vista apareció toda la raja desnuda del culo y una espléndida imagen del coño desde atrás. No obstante, mi rato de goce duró los segundos que tardamos en subir las escaleras. Yo estaba ansioso por saber a cuál de las habitaciones me conduciría en esta ocasión Luvy. Pasamos de largo un par de puertas y, de repente, la chica se detuvo ante una. Miré hacia arriba y leí: “Lencería, cuero, látex”.










No pude evitar tragar saliva, no por lo de la lencería sino por lo del cuero y el látex. Hasta aquella noche jamás había intervenido en ninguna práctica sexual con ese tipo de prendas como protagonistas y no era en sí eso lo que me infundía algo de respeto, sino el asociar lo del látex y el cuero con Madame Noir. Empecé a comprender que se trataría de una mujer en el papel de “ama” o “dominante” y en que, posiblemente, yo sería el sometido.

No me equivoqué: cuando Luvy abrió la puerta y pasamos al interior de la estancia, contemplé a dos mujeres que se encontraban dentro. Una , la de más edad, llevaba un mono de cuero negro puesto con la cremallera bajada varios centímetros, lo que permitía ver el canalillo que separaba las dos voluptuosas tetas. Parte de éstas se escapaban de la estrechez del mono y lucían al descubierto. Una máscara, tipo antifaz, de color negro ocultaba el rostro de la mujer para preservar su misteriosa intimidad. Su cabello moreno y unas botas a juego con el color del mono terminaban por hacer bueno el apodo de la mujer.




A su lado estaba su hija, a la que Luvy me presentó como Cristal. En efecto, no llegaba a los veinte años. Su cara, de aspecto angelical, le daba un aire todavía más juvenil. Ella, a diferencia de su madre, no llevaba ningún antifaz puesto y vestía un conjunto de lencería negro formado por sujetador, tanga, liguero y medias finas que realzaban la belleza de las piernas de la joven, Unos zapatos de tacón remataban su vestimenta. 




Madama Noir, Cristal y yo nos quedamos mirándonos, con Luvy como testigo. Cuando Madame Noir le hizo una señal a su hija y ambas comenzaron a avanzar hacia mí hasta ponerse a mi lado no imaginaba lo que me depararía aquella madrugada de sexo salvaje.





No hay comentarios:

Publicar un comentario