8 de octubre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (5)

Parecía que nunca iba a llegar el momento de volver a ver a Luvy pero, finalmente, llegó. A la hora fijada, en plena madrugada, me presenté en el club. Fuera estaba todo tranquilo, sin gente en los alrededores. Media hora llevaba ya el club cerrado y sólo se respiraba calma. Antes de llamar a la puerta, pude observar a través de los ventanales cómo dentro no se había luces encendidas. Toqué el timbre pensando en si, tal vez, Luvy me habría hecho ir hasta allí para nada, por querer gastarme una pesada broma. Pasaron unos segundos sin que nadie me abriese la puerta, por lo que volví a pulsar el botón. De repente, se oyeron unos pasos acercándose a la puerta. El ruido de unos tacones golpeando sobre el suelo se hacía cada vez más evidente. Mi respiración se aceleró, mientras yo esperaba a que se abriese de una vez la puerta.

  • ¿Contraseña?- se oyó desde el interior.

La voz era inconfundible: se trataba de Luvy y supuse que estaba en tono d ebroma al pedirme la contraseña, así que le seguí el juego.

  • Ábreme, zorrita sin sujetador y sin bragas- le respondí.

Unos segundos más tarde apareció ante mí, en medio de la oscuridad, la imagen de la chica. Llevaba un provocativo minivestido negro de rejilla. Completamente ceñido a su cuerpo, permitía ver con absoluta claridad las dos enormes tetas desnudas de la joven. Los dos pezones asomaban a través de sendas rejillas como si quisieran escapar de aquella especie de ajustada red que era la prenda. 



Mis ojos permanecieron clavados en los senos de Luvy durante unos instantes, captando hasta el más mínimo detalle de las areolas y de los dos botones carnosos que las coronaban. Resoplé impresionado ante lo que estaba viendo y contemplé cómo en le rostro de la chica se dibujaba una sonrisa de satisfacción por el impacto que había causado en mí la visión de aquellas tetas.

Cerré la puerta y me acerqué un poco más a la joven, a la vez que con la mirada continuaba recorriendo el resto de su cuerpo. Me quedé sorprendido al comprobar que un tanga rojo cubría el sexo de Luvy. Ella debió de darse cuenta de mi extrañeza por la presencia de aquella prenda íntima tras lo que habíamos acordado sobre el hecho de que no volvería a usar lencería.

  • Tranquilo que no voy a incumplir lo pactado. Sólo quería que estuviese presente en el momento en que me quitase el último tanga que voy a usar- me aclaró.

Tras pronunciar estas palabras, me preguntó haciendo alusión a su vestido:

  • ¿Te gusta el modelito con el que he trabajado hoy?
  • Mucho. Es tan....- acerté a contestar antes de que ella me interrumpiera.
  • Me alegro de que te guste. Quería sentirme sexy y caliente durante toda la noche hasta que pudiese verte. Y, créeme, ha funcionado. Ni te imaginas cómo me miraban los clientes. Casi se les caía la baba al suelo contemplando mis sinuosas tetas y mirándome el culo- reconoció Luvy al tiempo que se giraba para mostrarme su trasero.

El fino hilo del tanga se perdía entre las redondas y macizas nalgas de la joven, dejando aquellos dos glúteos completamente a la vista. El espectáculo era fantástico y sólo de admirarlos me daban ganas de arrancarle el tanga y sacarle de la raja del culo la delgada tira de la prenda. Luvy pareció leerme el pensamiento porque rápidamente me preguntó:

  • ¿No quieres comprobar el grado de mi excitación? ¿No deseas ver lo caliente que está tu puta? Si me quitas el tanga, comprenderás que no exagero.

Extendí, entonces, mis manos hasta la cintura de la chica, le subí un poco el minivestido, agarré le tanga y lo fui deslizando poco a poco. Fue una delicia ver cómo la tira de la prenda salía milímetro a milímetro del interior del culo hasta quedar completamente fuera. Bajé el tanga del todo y se lo saqué por los pies. Inmediatamente noté en mis manos la humedad que que había en la prenda. La abrí y me deleité observando la enorme mancha de flujos que empapaba el tejido. No pude resistirme a oler y a lamer la entrepierna del tanga.

  • Eso es, muy bien. Así me gusta, que lo limpies y que saborees todos los jugos de tu zorra.

Pero no me permitió que lo hiciera por mucho tiempo: se giró y ordenó que me pusiera de rodillas. Su sexo, brillante por la humedad, quedó justo a la altura de mi cara. La joven me quitó de las manos el tanga, lo arrojó al suelo y empujó mi cabeza contra su cuerpo. Mi boca y mi nariz quedaron pegadas a su coño, que desprendía un aroma atrayente e intenso. Moví despacio la cabeza y empecé a restregar mi rostro contra el bajo vientre, contra las ingles y contra el mojado sexo de Luvy, que suspiraba al sentir el roce. Con la punta de la nariz comencé a acariciar la raja vaginal de la chica. Recorrí la entrada del coño una y otra vez y mi nariz se iba cubriendo cada vez más con el flujo que manaba de aquel sabroso sexo. El líquido penetraba por mis orificios nasales, gracias a lo cual podía disfrutar todavía más del intensísimo olor vaginal.

Luvy se despojó del vestido y liberó sus tetas de la presión que sobre ellas ejercían las rejillas. Mientras la joven comenzaba a masajearse los senos, llevé mis manos a su entrepierna y froté en repetidas ocasiones los carnosos labios vaginales. Luego, los separé y abrí el coño de par en par, antes de volver a acercar mi boca y de ponerme a jugar con la lengua sobre el clítoris. Mis labios lo atraparon y provocaron que Luvy emitiera varios suspiros de placer. Empecé a tirar del clítoris, primero con delicadeza, luego ya de manera más enérgica. La joven no paraba de gemir y, en pleno goce, me dijo:

  • ¡Joder, para, para o me voy a correr ya! Vayamos arriba. Es hora de llevar a cabo aquello por lo que te he citado.

Me dejó momentáneamente con el calentón y con toda mi polla bien tiesa bajo mis jeans. Pero sólo sería por unos instantes. Luvy me quitó la camisa y después el pantalón. Al ver la enorme erección que se escondía bajo el bóxer negro que yo llevaba, se puso a masajear mi paquete unos segundos y sonrió al comprobar cómo sus caricias habían provocado que yo mojara el bóxer con líquido preseminal. Toda la hinchada silueta de mi verga se marcaba la oscura prenda íntima y la chica pasó varias veces uno de sus dedos desde mi glande hasta la base del pene, antes de presionar mis testículos. No quiso esperar más y me bajó de golpe el bóxer, dejando que mi hinchado miembro viril quedara al descubierto y apuntando hacia delante de manera desafiante. Lo envolvió con su mano y sin miramiento alguno empezó a agitarlo. 



Con movimientos bruscos y secos me machacaba la polla haciendo que yo gimiese lleno de placer. Perdí la cuenta de las ocasiones en que la joven recorrió mi pene con su mano hasta que decidió parar.

  • Tampoco tú debes correrte todavía. Ahora sí, subamos. No hay tiempo que perder- me indicó.


Luvy se dirigió a las escaleras y yo la seguí. Cuando comenzó a subir los escalones, me ofreció la imagen trasera de su culo y de su coño, del que resbalaban sin cesar gotas de flujo. Intrigado por las intención de la chica y con la atención puesta en su sexo, que estaba a apenas unos centímetros de mi cara, terminé de subir las escaleras y los dos avanzamos por el pasillo. Luvy se detuvo junto a la puerta de una de las habitaciones. Sobre el marco de la puerta había un letrero con las palabras “Sexo anal”. 

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