Hoy, como cada mañana, me disponía a disfrutar de mi media hora de descanso. Entré en la sala de profesores un momento para dejar unos libros, antes de salir ese pequeño rato a la calle a respirar un poco de aire y sentarme en un banco de un pequeño parque que hay al lado del centro académico donde ejerzo de profesor. Así lo hago siempre que la meteorología acompaña y no llueve. Al entrar en la sala de profesores, vi que en la taquilla que hay con mi nombre había un sobre rojo cerrado. En él se leía: “Para mi profesor de latín”. Me extrañó mucho su presencia, porque ahí solo me suelen dejar fotocopias y poco más. Intrigado lo cogí y me lo llevé conmigo a la calle.
Cuando me senté en el banco, abrí el sobre. Había una extensa nota y dos fotos en color. Al ver las imágenes, se me cortó la respiración: la primera eran los pechos desnudos de una chica, bastante grandes. Tenía los pezones duros y salidos hacia delante. El color de estos, al igual que el de las aureolas, eran de un marrón intenso increíble. La chica debía de estar tumbada en la cama en el momento de la foto, pues se veía una sábana roja cubriendo justo a partir de debajo de las tetas.
La segunda imagen reflejaba el sexo húmedo y depilado de la joven y los muslos. La mano de la protagonista estaba situada sobre el sexo y uno de los dedos lo penetraba. Estaba abierta de piernas y el dedo se perdía en la raja que separaba los dos gruesos y carnosos labios vaginales. En ninguna de las imágenes se apreciaba el rostro de la chica, si bien en la primera se vislumbraba su barbilla y el labio inferior de la boca. Pero nada más. Era imposible reconocerla.
Mi corazón empezó a latir rápido. Me aseguré de que no hubiera nadie cerca ni alrededor del banco y lancé un segundo vistazo a cada una de las imágenes. Mi polla se empezó a poner dura enseguida y noté cómo se agrandaba centímetro a centímetro. Guardé las fotos en el sobre y extraje la nota. No tardé en darme cuenta de que estaba perfumada. No soy bueno distinguiendo perfumes ni reconociéndolos, pero ese aroma sí que sabía cuál era: Channel nº 5. No había duda. Olí varias veces el perfume impregnado en el papel y me dispuse a leer la nota. No podía creerme lo que allí aparecía escrito ni de quién era. Se trataba de una de mis alumnas de latín. La nota era anónima y no venía firmada, pero sí que me daba ese dato inicial. ¿Cómo había hecho esa chica para depositar el sobre en mi taquilla? El acceso a esa zona del centro académico está vetado a los alumnos. ¿Habría aprovechado algún despiste del conserje?
La nota continuaba de la siguiente forma:
“Ahora ya sabes que soy una de tus alumnas de latín. Soy mayor de edad y sé perfectamente lo que hago, así que no temas por nada. Soy una de las cinco alumnas que se sientan en primera fila en tus clases. Esto solo te servirá para que tengas una pista, aunque no para saber aún quién soy, de momento. Te deseo desde el primer día de clase cuando entraste por la puerta y nos dejaste con la boca abierta a todas las chicas. Sí, a todas, porque hemos hablado ya de eso más de una vez entre nosotras y a todas nos pasó lo mismo. Tu mirada tierna, tu rostro agradable, tu sonrisa eterna pese a lo temprano de las clases, sea lunes o viernes, siempre tienes una sonrisa dibujada en la cara. Y tu forma de hablar con esa dulce voz.
Sé que mis compañeras sienten lo mismo que yo de una u otra forma y no quiero que ninguna se me adelante, por eso me he decidido a escribirte esta nota o carta, llámalo como quieras, tú eres el profesor, no yo. No voy a parar hasta conseguirte, hasta tenerte en exclusiva para mí. Y ya no me refiero solo a tu forma de ser ni a tu dulzura, ahora me voy a referir a otra cosa y me voy a poner un poco más obscena. Estoy deseando que llegue tu clase y que entres para poder mirarte el culo, cuando te giras a escribir en la pizarra. Clavo mi mirada en él y ya no la aparto hasta que te vuelves. Lo firme y apretado que se te ve bajo tus jeans y lo sensual que se mueve al desplazarte poco a poco de un lado al otro de la pizarra, eso me vuelve loca. Tampoco te quedas atrás cuando te pones de frente: doy las gracias al cielo los días en que tus camisas de cuadros no son demasiado largas y no te tapan la entrepierna. Porque mientras explicas, mientras nos hablas, mis ojos se van a esa parte de tu anatomía. Todo tu paquete se te marca a la perfección bajo el pantalón. ¿Qué es lo que escondes ahí debajo, mi profesor? No sabes la de veces que he imaginado el tamaño que debe de tener tu miembro, su forma, la de tus bolas….¿Cómo llevarás esa parte? ¿Con pelos? ¿Afeitada? Lo he imaginado durante las clases, en casa mientras estudio tu asignatura, en la ducha, en mi cama….Como seguro que te lo estarás preguntando, sí, me he masturbado pensando en ti. No es que me haya masturbado, es que me masturbo cada mañana antes de levantarme para venir a tus clases. Mi madre aún está en casa a esas horas, así que enciendo la tele y le doy un poco de volumen para que tape los gemidos que salen de mi boca y no se entere de nada. Me imagino que eres tú quien acaricia lentamente todo mi cuerpo, quien me besa y me abraza, quien despierta todas mis zonas erógenas solo con un roce de los dedos. Que eres tú el que me penetra, el que me mete ese miembro tan duro hasta el fondo de mi húmedo y joven coño, el que me lleva al éxtasis cada vez que me partes el culo con tus embestidas secas, duras y despiadadas. Que eres tú quien me llenas por completo de tu leche caliente y el que hace que me corra y chorree sobre mi cama cada vez que me masturbo. El que tiene la culpa de que tenga que dormir noche tras noche con la ropa de cama sucia y con las manchas secas de mi flujo blanco y de mis corridas porque no la puedo cambiar a diario, si no quiero que mi madre sospeche algo.
Cada vez son más frecuentes mis sueños nocturnos y ardientes contigo. Hoy ha sido un ejemplo más de ello. Después del sueño ya no me he vuelto a dormir. Estaba tan excitada que no podía. Solo quería tocarme y masturbarme. Cuando abrí los ojos tenía el coño chorreando por tu culpa, por todo lo que me hacías y decías en el sueño. Debes saber que duermo desnuda por completo para que ninguna prenda me estorbe, cuando desee acariciarme y para sentir el roce de mi coño con las sábanas.
Sé que hay otras alumnas que han empezado a vestirse de forma más sugerente y provocativa, solo para atraer tu atención. Yo no pienso quedarme atrás. ¿Te cuento un secreto? Desde hace unas semanas he dejado de usar ropa interior. Vengo a tus clases sin sujetador ni bragas. Solo traigo lo que me ves puesto, nada más. He hecho limpieza en mi cajón y he tirado todos los sujetadores, desde el primero hasta el último. ¡Estúpida costumbre de oprimir los pechos! También he tirado casi todas mis braguitas. Solo he dejado un par de tanguitas para alguna circunstancia especial o sugerente y nada más. Igualmente he conservado un liguero que compré hace tiempo y sus medias negras correspondientes. ¿Te gustaría verme con ese conjuntito puesto algún día en clase, con minifaldita y, por supuesto, sin nada más debajo? Se acerca el Día del Maestro: igual te doy una sorpresa.
Mi madre descubrió el otro día que no uso sujetador. Estábamos comiendo y se percató de que se me marcaban los pezones sobre mi blusa azul y que se me transparentaban ligeramente. Se escandalizó un poco cuando lo supo. ¿Y tú? ¿También te has percatado ya? Quizás te hayas dado cuenta cuando te llamo para preguntarte alguna duda y te acercas a mí y me tienes a escasos centímetros. Lo mismo que yo te tengo entonces a ti y me llega el suave, rico y provocativo olor de tu after shave y percibo de forma directa toda tu sensualidad y todo ese imán erótico que transmites. Haces que me excite y que moje la entrepierna de mis jeans o de mis mallas (sí, esas que últimamente estoy usando más para que me mires el culito, si te apetece, cuando me levanto al terminar la clase). Termino tu hora con el coño empapado. Hay días que no aguanto más y, entre clase y clase, acudo como una desesperada al baño para volverme a masturbar después de tu clase de latín.
Te lo he dicho antes. Esto es solo el inicio, porque no pienso parar hasta tenerte desnudo ante mí, hasta que seas tú el que me supliques que te haga el amor, hasta sentir tu polla dentro de mí, hasta cabalgar sobre ella, tan dura y tiesa, hasta mamar tu verga y chupar y succionar tu pringoso glande, hasta que me partas el coño un día y otro, hasta sacar tu lado más salvaje, hasta que me cumplas una por una todas las fantasías que tengo en mi mente calenturienta, hasta volverte loco, hasta que me llames “puta”, tu “puta”.
Lo que he soñado esta noche te lo contaré en breve. Ahora ya me despido. No quiero robarle más tiempo de momento a mi sensual profesor. Pronto volverás a tener noticias de mí. Te deseo”.
Al acabar de leer la carta tengo que reconocer que estaba entre sorprendido y caliente. Todas esas cosas que me decía, esas confesiones…..Me empalmé por completo, sinceramente. El resto de la mañana ya no me pude casi ni concentrar. Di bien las clases, pero con mi mente puesta en la nota de mi alumna y en su ardiente contenido.
Cuando llegué a casa, no aguanté más e hice lo que llevaba deseando desde que leí esa carta: me masturbé como un poseso recordando lo que había leído y contemplando las fotos de mi alumna. Lo sé, es una falta de moral y de ética profesional, pero uno no es de piedra.
Ahora no sé qué va a suceder mañana o pasado o cuando ella decida volver a la carga. Lo que es seguro es que me pasaré la primera hora tratando de averiguar en secreto y de forma disimulada quién es esa alumna, quién es la que ha iniciado ese acoso hacia su profesor. Estoy intrigado, me puede la curiosidad por saber su identidad. No puedo vivir con esta incertidumbre. No sé si podré dormir esta noche. Espero que solo a una de ellas se le marquen mañana en clase los pezones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario