Luvy
me llamó más tarde. Estuvo un tanto misteriosa y la conversación
no fue muy larga. Me citó para la madrugada del viernes al sábado
en el club donde trabajaba. Además, me especificó claramente que me
pasara por allí un poco después de la hora de cierre. No me indicó
nada más y me dejó un poco desconcertado, aunque imaginé que lo
que pretendía es que estuviéramos solos.
Todavía
faltaban unos días hasta el viernes. Sin embargo, durante esas
jornadas Luvy se encargó de que nuestra conexión no se enfriase: me
mandaba de vez en cuando mensajes calientes con vocabulario sucio y
obsceno, en los que me describía con todo lujo de detalles lo que le
gustaría hacer con mi polla. La chica tenía la habilidad de de
calentarme al máximo con cada línea de texto que me escribía.
Mientras yo leía sus palabras, mi verga reaccionaba siempre bajo el
bóxer, comenzaba a palpitar y se iba endureciendo y empalmando
centímetro a centímetro.
Los
mensajes de la joven recibían inmediata respuesta por mi parte: no
me cortaba ni un pelo y usaba el mismo tono y el mismo léxico vulgar
que la chica. Me la imaginaba tan excitada como yo, con su coño
húmedo, con las bragas mojadas tiradas en el suelo; pensaba en sus
pezones, que seguro ya estarían bien duros y tiesos, marcados en la
blusa o camiseta que llevara puesta. El jueves por la noche no sólo
recibí un par de mensajes de Luvy, sino también un breve vídeo. La
joven aparecía completamente desnuda, sentada en el suelo del cuarto
de baño de su casa y abierta entera de piernas. Me fijé, primero,
en sus enormes y atrayentes tetas y en la formidable dureza de los
pezones que coronaban las areolas. Pero, inmediatamente, mi atención
recayó en el sexo de la chica. Sobre la raja vaginal se observaba
una fina capa de vello púbico. Los labios del coño se mostraban en
todo su esplendor: carnosos, jugosos, deliciosos.....A través de la
raja se podía contemplar el clítoris, que asomaba brillante de
humedad y con su tono rosado. La reacción de mi pene fue inmediata y
no tardé en notar cómo se me hinchaba bajo mi prenda íntima de
color azul, que era lo único que llevaba puesto a esas horas de la
noche y a punto de meterme en la cama.
Luvy
tomó en su mano derecha una cuchilla de afeitar, de diseño femenino
y de color rosa chicle, y un bote de espuma. Lo destapó y dejó caer
una generosa cantidad en su pubis, un poco por encima del comienzo
de la raja vaginal. Extendió la espuma por toda esa zona y y tapó
con ella el vello púbico. Comencé a acariciarme la verga sobre el
bóxer, sin dejar de mirar lo que ocurría en la pantalla de mi
móvil. Mi polla quedó ya totalmente empalmada, antes de que la
joven empezara a deslizar la cuchilla sobre su piel, retirando en
cada pasada una parte de la espuma y, con ella, el vello. Luvy miraba
a la cámara, sonreía se mordía el labio inferior de la boca y
retomaba el rasurado de su sexo. La manera tan provocativa en que lo
estaba haciendo me encendía por completo y, casi sin darme cuenta,
mi mano derecha bajó el bóxer y permitió que mi maciza polla
quedara al descubierto. Agarré mi miembro y empecé a agitarlo. A la
vez que contemplaba cada pasada de la cuchilla y la manera en que iba
llevándose consigo los finos vellos oscuros de Luvy, mi mano
recorría lentamente el falo, deslizándose una y otra vez desde la
base hasta la redonda y rojiza punta.
Rocé el glande, humedecido ya
a esas alturas de líquido preseminal, y con los dedos tracé
círculos sobre él antes de volver a recorrer el pene con la mano.
Aceleré un poco el ritmo al observar que la chica ya había
terminado de afeitarse su sexo y que, después de soltar la cuchilla,
se masajeaba el coño frotando sobre él la palma de la mano. Varios
gemidos escaparon de mi boca cuando machaqué mi polla con más
fuerza, al tiempo que los testículos se bamboleaban descontrolados
de un lado a otro, al compás marcado por el movimiento manual. El
sudor comenzó a bañar mi cuerpo empapando todo el torso, el vientre
y los muslos. Volví a incrementar la velocidad de la masturbación
en cuanto comprobé que Luvy había introducido dos dedos dentro de
su mojado coño y lo penetraba sin miramiento alguno, de forma seca y
brusca.
De manera vertiginosa los dos dedos entraban y salían de la
vagina de la joven y cada vez aparecían más sucios, con flujo
blanco y pringoso. Vi cómo del agujero de mi glande brotaban
pequeñas burbujas en forma de perlas de color blancuzco, que
rápidamente desaparecían arrastradas por la fricción de mis dedos
sobre la zona. El sonido del vídeo mostraba a una Luvy que gemía
desesperadamente, mientras los dedos penetraban de manera frenética
la raja vaginal. Sabedor de que la chica estaba a punto de correrse,
realicé un par de violentos arreones sobre mi verga y no aguanté
más: un primer chorro de semen salió disparado. Mi móvil estaba
tan cerca de la punta de mi falo que la pantalla quedó cubierta por
mi propia leche. Un par de segundos después, y al tiempo que yo
continuaba eyaculando abundantemente, observé cómo Luvy llegaba al
orgasmo en medio de escandalosos gemidos. Mi segunda descarga de
esperma cayó sobre el suelo pero una tercera volvió a impactar
contra la pantalla del teléfono. Pese a los sucia que se encontraba
ya, todavía podía ver la joven sentada en el suelo del cuarto de
baño, totalmente abierta de piernas y con el flujo vaginal
chorreando de su sexo: estaba teniendo un squirt y lo estaba poniendo
todo empapado. Justo en el momento en que Luvy dejó de expulsar
líquido, el vídeo se cortó y mi móvil sonó. Lo limpié un poco y
me lo acerqué al oído:
- Sé que te has pajeado mientras veías mi vídeo. Seguro que ya te has corrido de gusto al observar a tu sucia putita afeitándose y machacándose el coño hasta mearse de placer. He imaginado tu polla mientras me masturbaba, lo dura y tiesa que la tendrías, su olor, su sabor, la humedad de tu glande, cada vena marcada sobre ella como si fuera a explotar....Dime, te has vaciado de leche, ¿verdad?- me dijo Luvy.
- ¡Uffff! ¡Ya lo creo que sí! Todavía gotean restos de semen de mi verga- le respondí.
- No me hables así, háblame de forma más sucia y lasciva- me pidió.
- Acabo de llenar la pantalla del móvil de mi apestosa y caliente leche. Me he corrido sobre ti, puta- le repliqué.
- Ummm...Eso suena ya mucho mejor. Me encanta que cubras entera de esperma Y mañana volverás a hacerlo pero esta vez ya de verdad, sobre mi piel y dentro de mí. No te dejaré ni una sola gota de semen. Nos vemos mañana en el club a la hora acordada. Y una última orden: nada de andar jugando hasta entonces con tu polla. Déjala reposar y quieta. Ni se te ocurra volver a masturbarte hasta que nos encontremos mañana. Tienes que reservar a partir de ahora toda la leche para tu zorra- dijo Luvy antes de cortar la llamada.
A
la mañana siguiente, mientras me dirigía al trabajo en el
transporte público, no pude resistir la tentación de ver otra vez
el vídeo de Luvy. Hacer eso sin masturbarme no quebrantaría la
norma impuesta por la joven por lo que empecé a gozar de nuevo de
aquellas fabulosas imágenes. No me importó que a mi lado viajara
una mujer de mediana edad, cuya curiosidad hizo que se fijara en la
pantalla de mi móvil y observase buena parte de la masturbación de
Luvy. Pensé que se levantaría escandalizada al tomarme por un
degenerado o por un cerdo por ir viendo ese tipo de vídeos en
público. Pero no lo hizo, todo lo contrario: permaneció sentada y
no apartó la mirada de mi teléfono ni un instante, a la vez que
resoplaba, mostraba síntomas de estar acalorada y separaba cada vez
más las piernas seguro que lamentándose de no poderse tocar allí
mismo.
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