Con
ansiedad comencé a leer las condiciones que Luvy me imponía para
convertirse en mi puta. Eran las siguientes:
- “Nada de tener sexo con otras mujeres sin que yo te dé mi consentimiento”.
- “Cuando te permita follar con otras, te prohíbo que te corras dentro de la zorra a la que te estés tirando (ni en su coño, ni en su ano, ni en el interior de su boca). Tampoco puedes derramar tu semen en su cuerpo: deberás usar preservativo o eyacular sin que tu leche bañe la piel de la mujer”.
- “Tendrás que participar conmigo en cuantos juegos y fiestas sexuales se me antojen, admitiendo, por supuesto, la participación de otras personas".
- “Cuando tengamos sexo tú y yo a solas, quiero que emplees conmigo un vocabulario soez, sucio y vulgar: me genera un morbo especial y me excita muchísimo”.
- “Deberás ayudarme a perder mi virginidad anal: aunque ya me han follado bastantes tíos, ninguno me ha penetrado con su polla el ano, debido a mi temor a sentir dolor. Pero ahora deseo que seas tú quien lo hagas”.
- “Me gusta el sexo salvaje: ataduras, dominación y sumisión, golpes en las nalgas y en los pechos....Será tu misión satisfacer mis necesidades en ese aspecto”.
- “El exhibicionismo me encanta y me enciende una enormidad. Asistirás conmigo a mis prácticas exhibicionistas en lugares públicos”.
- “Me enloquece que cubran mi cuerpo desnudo con cualquier tipo de dulce (chocolate, nata, miel, mermelada, caramelo líquido...) y que luego lo laman”.
- “Estarás sexualmente disponible para mí siempre que te necesite y te advierto de que soy bastante insaciable”.
- “Te concedo la posibilidad de que tú me escribas también una pequeña lista con algunas condiciones para que yo las cumpla. Me gusta dominar pero, igualmente, ser dominada. Intercambiaremos, por tanto, los papeles en más de una ocasión”.
- “Nada de tener sexo con otras mujeres sin que yo te dé mi consentimiento”.
- “Cuando te permita follar con otras, te prohíbo que te corras dentro de la zorra a la que te estés tirando (ni en su coño, ni en su ano, ni en el interior de su boca). Tampoco puedes derramar tu semen en su cuerpo: deberás usar preservativo o eyacular sin que tu leche bañe la piel de la mujer”.
- “Tendrás que participar conmigo en cuantos juegos y fiestas sexuales se me antojen, admitiendo, por supuesto, la participación de otras personas".
- “Cuando tengamos sexo tú y yo a solas, quiero que emplees conmigo un vocabulario soez, sucio y vulgar: me genera un morbo especial y me excita muchísimo”.
- “Deberás ayudarme a perder mi virginidad anal: aunque ya me han follado bastantes tíos, ninguno me ha penetrado con su polla el ano, debido a mi temor a sentir dolor. Pero ahora deseo que seas tú quien lo hagas”.
- “Me gusta el sexo salvaje: ataduras, dominación y sumisión, golpes en las nalgas y en los pechos....Será tu misión satisfacer mis necesidades en ese aspecto”.
- “El exhibicionismo me encanta y me enciende una enormidad. Asistirás conmigo a mis prácticas exhibicionistas en lugares públicos”.
- “Me enloquece que cubran mi cuerpo desnudo con cualquier tipo de dulce (chocolate, nata, miel, mermelada, caramelo líquido...) y que luego lo laman”.
- “Estarás sexualmente disponible para mí siempre que te necesite y te advierto de que soy bastante insaciable”.
- “Te concedo la posibilidad de que tú me escribas también una pequeña lista con algunas condiciones para que yo las cumpla. Me gusta dominar pero, igualmente, ser dominada. Intercambiaremos, por tanto, los papeles en más de una ocasión”.
Ésas
eran las diez condiciones que Luvy me exigía cumplir para que fuese,
como ella decía, “mi zorra”. Después de leer la nota con
detenimiento varias veces y de reflexionar sobre cada uno de los
puntos indicados, me tocaba decidir si aceptar todas las imposiciones
o no. Estuve pensando un buen rato pues no me quería precipitar.
Cuando acudí al “Hades Club”, lo hice buscando sexo liberal,
salvaje, incluso, pero de una manera más libre sin comprometerme a
nada ni con nadie, con la idea de ser yo mismo quien pudiese elegir
con quién o quiénes tendría sexo y en qué tipo de juegos
participar. Ahora, en cambio, me encontraba con que, por un lado,
Luvy me ofrecía muchas de las cosas que yo anhelaba, pero también
con que algunas de las condiciones impuestas me privaban, en parte,
de su libertad sexual.
Durante
un rato estuve poniendo en la balanza las ventajas y desventajas que
aquella lista contenía, pero las palabras “mi zorra”, que había
leído minutos antes, no se me iban de la mente, ni tampoco el hecho
de que una de las condiciones fuera el uso de un vocabulario soez: al
igual que le ocurría a Luvy, a mí también me excitaba ese tipo de
palabras durante el sexo. Además, estaba lo del exhibicionismo, lo
de los diferentes juegos sexuales....Finalmente sucumbí ante la
tentación de chica y le envié un mensaje a su móvil en el que le
comunicaba que aceptaba todo lo propuesto. La joven no tardó en
responderme: se alegraba de que estuviera de acuerdo con sus
exigencias y me pedía que le redactase de inmediato mi lista con las
condiciones que ella debería cumplir. Rápidamente me puse con esa
tarea. En el mensaje que le envié a Luvy le escribí lo siguiente:
“Viendo
la cantidad de condiciones que me has impuesto y que, en buena parte,
coinciden con las que yo te iba a solicitar, me has aligerado
bastante el trabajo. Posiblemente, con el transcurso de los días y
conforme vayamos intimando se me ocurrirán más pero, de momento,
sólo te voy a pedir una cosa: que desde hoy mismo dejes de usar ropa
íntima. Deseo que prescindas de cualquier tipo de braguita, tanga o
cachetero y que tampoco uses sujetador. Puesta a jugar a ser una
puta, deberás empezar por ahí. Por no llevar nada debajo de la
ropa. Esperaré tu respuesta”.
Minutos
más tarde recibí la contestación de la chica: mostraba dudas sobre
lo que yo le había pedido. Me decía que siempre, aunque hubiese
sido una cosa minúscula, había llevado lencería y que no estaba
segura de si se sentiría cómoda y a gusto en el caso de no
utilizarla. Con estos pensamientos Luvy me decepcionó un poco: ella,
que se había mostrado tan exigente en sus peticiones, dudaba ahora
sobre lo único que yo le quería imponer. Volví a enviarle un nuevo
mensaje insistiéndole en la necesidad de que aceptase mi propuesta,
si quería convertirse en mi puta y un rato más tarde Luvy me
contestó indicándome que seguía manteniendo ciertas reticencias en
lo referido a dejar de usar sujetador debido al gran tamaño de sus
tetas. Temía que perdieran su firmeza y que acabaran quedándole un
tanto caídas. Tuve que ponerme más exigente y duro en la
“negociación” y le dejé claro que lo de la posible caída de
sus senos no me importaba lo más mínimo y que, si de verdad deseaba
ser mi zorra, ya sabía lo que tenía que hacer.
“Está
bien, tú ganas: a partir de mañana nada de sujetador ni de bragas.
Luego te escribiré de nuevo ya que tengo en mente algo que quiero
que hagamos juntos”, fue el siguiente mensaje que recibí de la
joven. Me alegré de haber conseguido mi objetivo y de que los dos
hubiésemos aceptado definitivamente lo que el uno le pedía al otro.
Pero,
¿qué sería lo que Luvy había planeado con tanta inmediatez?
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