5 de noviembre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (9)


Madame Noir se situó delante de mí y su hija Cristal se colocó detrás. Luvy continuaba a mi lado derecho, atenta a los acontecimientos. Cuando, casi al unísono, la mano de Madame Noir se posó sobre uno de mis hombros y la de su hija sobre el otro, mi corazón se aceleró más de lo que ya lo estaba. Aquellas dos mujeres imponían, especialmente la madre con su vestimenta de cuero.

  • Veo que no exagerabas cuando me hablaste de que tenías “carne fresca” para mí: atractivo, elegante y con una mirada en la que se adivina la lascivia y el deseo desenfrenado. Y, por supuesto, un buen paquete- le comentó Madame Noir a Luvy, a la vez que me contemplaba con total descaro el bulto de mi entrepierna.

No lo había podido evitar: ver primero, mientras subíamos por las escaleras, el coño de Luvy sin bragas y, después, contemplar a aquellas otras dos mujeres, la forma en la que iban vestidas y el roce de sus manos en mis hombros habían hecho que mi polla reaccionase y hubiera empezado a empalmarse bajo el pantalón. Sin que estuviera aún plenamente empalmada, la dureza que tenía en ese momento atrajo la atención de Madame Noir. Su mano fue bajando lentamente por mi torso, perdiéndose entre la chaqueta y la camisa, al tiempo que por detrás Cristal hacía el mismo recorrido manual que su progenitora pero por mi espalda. En ese instante, Luvy se sentó en un sofá que había en la habitación y se puso cómoda. Debió darse cuenta de que el juego que madre e hija tenían previsto realizar conmigo no había hecho más que empezar. La joven no cruzó las piernas sino que las mantenía parcialmente separadas, permitiéndome ver desde mi posición la raja de su coño completamente depilado. Sentí cómo mi verga palpitaba más y sus incesantes movimientos bajo el bóxer.

Entre Madame Noir y su hija me despojaron de de la chaqueta y, mientras Cristal me sacaba la camisa del pantalón por la parte trasera, su madre me deshacía el nudo de la corbata y con dicha prenda ya suelta jugaba entorno a mi cuello. Cristal introdujo sus dos manos bajo la camisa y comenzó a acariciar mi espalda. El contacto de esas manos con mi piel caliente resultaba toda una delicia. Con delicadeza los dedos subían y bajaban por la espalda, masajeándola. Madame Noir no tardó en desabrochar por delante el primer botón y luego el segundo. Rápidamente su mano derecha se metió por dentro de la prenda y entró en contacto con mi pecho. Luvy se mordía el labio inferior de la boca contemplando la escena, mientras abría un poco más sus piernas, dejándome ver así con mayor claridad todo el esplendor de su coño. Cuando la yema de los dedos de la mujer llegaron hasta mis rosados y pequeños pezones, suspiré de placer. Ante esa evidencia, la madura insistió unos instantes más con los pezones, apretándolos hacia dentro y presionándolos cada vez con mayor fuerza. Luego, continuó desabrochando la camisa hasta dejarla abierta y todo mi torso al descubierto. Su hija tiró de la prenda y me la quitó, provocando así que me quedara totalmente desnudo de cintura para arriba ante ellas.

El sentirme manoseado por ambas mujeres a la vez me encendió más todavía y mi miembro había alcanzado su máximo grado de erección, aún oculto bajo el pantalón. Pero no iba a durar mucho más tiempo escondido. Madame Noir y su hija estaban ansiosas e impacientes por seguir. Fue la madre la que agarró mi pantalón por la cintura y, mientras la hija se ponía también delante de mí y me lamía el pezón izquierdo, ella comenzó a aflojar el cinturón y a bajar la cremallera. El sonido de ésta última descendiendo se mezclaba con el de los lametones de Cristal sobre mi torso. 



No aguanté más y quise tocar las tetas de Cristal, casi tan grandes y voluptuosas como las de su madre. Estiré el brazo para arrancarle el sujetador pero Cristal frenó bruscamente mi intento.

  • ¡Quieto! Aquí mandamos nosotras. Somos quienes llevamos las riendas del juego y las que decidimos qué hacer y cuándo. ¿Lo entiendes?- exclamó la chica pellizcando con fuerza mis dos pezones como castigo a mi atrevimiento.
Grité de dolor ante esa acción de la joven y asentí con la cabeza a su imposición. Me di cuenta de que aquel juego, de que aquella situación, no era cosa baladí y de que iba a ser mucho más salvaje de lo que hubiera esperado. Y más todavía cuando observé cómo Cristal se apartaba de mí y se acercaba a una mesa. De ella tomó una fusta negra y un aro metálico.

  • ¡Joder!- fue la expresión que se escapó de mi boca al ver eso y justo en el instante en que Madame Noir me bajaba el pantalón y me lo sacaba por los pies.

Ya únicamente el bóxer tapaba mis genitales de las perversas miradas de la madre y de la hija. Luvy seguí sin perder detalle de lo que sucedía en la habitación. Y su sexo brillaba ya de humedad bajo el diminuto vestido negro. Era evidente que todo aquello la estaba excitando. Su lengua asomó entre los labios y fue de un extremo al otro de la boca, al tiempo que la chica miraba con lascivia mi tiesa y dura polla marcada en el bóxer.

  • ¡Ufff, buena polla gastas!- me dijo Madame Noir, mientras clavaba su mirada en mi bulto.

Cristal volvió a acercarse a mí: en una mano llevaba la fusta, en la otra el anillo. No había que ser un sabio para saber que esos dos objetos iban destinados a mí. Empecé a imaginar lo que harían con esa fusta pero lo que no tenía tan claro era la utilidad del anillo. Sin embargo, no tardaría mucho más en averiguarlo.


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