Madame
Noir se situó delante de mí y su hija Cristal se colocó detrás.
Luvy continuaba a mi lado derecho, atenta a los acontecimientos.
Cuando, casi al unísono, la mano de Madame Noir se posó sobre uno
de mis hombros y la de su hija sobre el otro, mi corazón se aceleró
más de lo que ya lo estaba. Aquellas dos mujeres imponían,
especialmente la madre con su vestimenta de cuero.
- Veo que no exagerabas cuando me hablaste de que tenías “carne fresca” para mí: atractivo, elegante y con una mirada en la que se adivina la lascivia y el deseo desenfrenado. Y, por supuesto, un buen paquete- le comentó Madame Noir a Luvy, a la vez que me contemplaba con total descaro el bulto de mi entrepierna.
No
lo había podido evitar: ver primero, mientras subíamos por las
escaleras, el coño de Luvy sin bragas y, después, contemplar a
aquellas otras dos mujeres, la forma en la que iban vestidas y el
roce de sus manos en mis hombros habían hecho que mi polla
reaccionase y hubiera empezado a empalmarse bajo el pantalón. Sin
que estuviera aún plenamente empalmada, la dureza que tenía en ese
momento atrajo la atención de Madame Noir. Su mano fue bajando
lentamente por mi torso, perdiéndose entre la chaqueta y la camisa,
al tiempo que por detrás Cristal hacía el mismo recorrido manual
que su progenitora pero por mi espalda. En ese instante, Luvy se
sentó en un sofá que había en la habitación y se puso cómoda.
Debió darse cuenta de que el juego que madre e hija tenían previsto
realizar conmigo no había hecho más que empezar. La joven no cruzó
las piernas sino que las mantenía parcialmente separadas,
permitiéndome ver desde mi posición la raja de su coño
completamente depilado. Sentí cómo mi verga palpitaba más y sus
incesantes movimientos bajo el bóxer.
Entre
Madame Noir y su hija me despojaron de de la chaqueta y, mientras
Cristal me sacaba la camisa del pantalón por la parte trasera, su
madre me deshacía el nudo de la corbata y con dicha prenda ya suelta
jugaba entorno a mi cuello. Cristal introdujo sus dos manos bajo la
camisa y comenzó a acariciar mi espalda. El contacto de esas manos
con mi piel caliente resultaba toda una delicia. Con delicadeza los
dedos subían y bajaban por la espalda, masajeándola. Madame Noir no
tardó en desabrochar por delante el primer botón y luego el
segundo. Rápidamente su mano derecha se metió por dentro de la
prenda y entró en contacto con mi pecho. Luvy se mordía el labio
inferior de la boca contemplando la escena, mientras abría un poco
más sus piernas, dejándome ver así con mayor claridad todo el
esplendor de su coño. Cuando la yema de los dedos de la mujer
llegaron hasta mis rosados y pequeños pezones, suspiré de placer.
Ante esa evidencia, la madura insistió unos instantes más con los
pezones, apretándolos hacia dentro y presionándolos cada vez con
mayor fuerza. Luego, continuó desabrochando la camisa hasta dejarla
abierta y todo mi torso al descubierto. Su hija tiró de la prenda y
me la quitó, provocando así que me quedara totalmente desnudo de
cintura para arriba ante ellas.
El
sentirme manoseado por ambas mujeres a la vez me encendió más
todavía y mi miembro había alcanzado su máximo grado de erección,
aún oculto bajo el pantalón. Pero no iba a durar mucho más tiempo
escondido. Madame Noir y su hija estaban ansiosas e impacientes por
seguir. Fue la madre la que agarró mi pantalón por la cintura y,
mientras la hija se ponía también delante de mí y me lamía el
pezón izquierdo, ella comenzó a aflojar el cinturón y a bajar la
cremallera. El sonido de ésta última descendiendo se mezclaba con
el de los lametones de Cristal sobre mi torso.
No aguanté más y
quise tocar las tetas de Cristal, casi tan grandes y voluptuosas como
las de su madre. Estiré el brazo para arrancarle el sujetador pero
Cristal frenó bruscamente mi intento.
- ¡Quieto! Aquí mandamos nosotras. Somos quienes llevamos las riendas del juego y las que decidimos qué hacer y cuándo. ¿Lo entiendes?- exclamó la chica pellizcando con fuerza mis dos pezones como castigo a mi atrevimiento.
Grité
de dolor ante esa acción de la joven y asentí con la cabeza a su
imposición. Me di cuenta de que aquel juego, de que aquella
situación, no era cosa baladí y de que iba a ser mucho más salvaje
de lo que hubiera esperado. Y más todavía cuando observé cómo
Cristal se apartaba de mí y se acercaba a una mesa. De ella tomó
una fusta negra y un aro metálico.
- ¡Joder!- fue la expresión que se escapó de mi boca al ver eso y justo en el instante en que Madame Noir me bajaba el pantalón y me lo sacaba por los pies.
Ya
únicamente el bóxer tapaba mis genitales de las perversas miradas
de la madre y de la hija. Luvy seguí sin perder detalle de lo que
sucedía en la habitación. Y su sexo brillaba ya de humedad bajo el
diminuto vestido negro. Era evidente que todo aquello la estaba
excitando. Su lengua asomó entre los labios y fue de un extremo al
otro de la boca, al tiempo que la chica miraba con lascivia mi tiesa
y dura polla marcada en el bóxer.
- ¡Ufff, buena polla gastas!- me dijo Madame Noir, mientras clavaba su mirada en mi bulto.
Cristal
volvió a acercarse a mí: en una mano llevaba la fusta, en la otra
el anillo. No había que ser un sabio para saber que esos dos objetos
iban destinados a mí. Empecé a imaginar lo que harían con esa
fusta pero lo que no tenía tan claro era la utilidad del anillo. Sin
embargo, no tardaría mucho más en averiguarlo.
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