Madre
e hija me rodearon de nuevo. Otra vez sus manos insaciables
comenzaron a recorrer mi espalda y mi torso. En esta ocasión era
Cristal la que se situó delante de mí y Madame Noir detrás. Las
manos de ésta circulaban sin obstáculo alguno desde mis hombros
hasta la parte baja de la espalda. Las yemas de los dedos de la mujer
rozaban el inicio de mi bóxer y amenazaban con descender hasta las
nalgas. Por delante, Cristal se hallaba casi pegada a mí tanto que
el bulto de mi entrepierna tocaba ligeramente la parte delantera del
tanga de la chica. El tejido de mi bóxer y el de su tanga parecían
estar besándose y más todavía cuando la joven empezó a mover
ligeramente las caderas. Al hacerlo, restregaba su propia entrepierna
con mi paquete, que no paraba de palpitar. Cristal se arrimó un poco
más y nuestros cuerpos quedaron, ya sí, totalmente pegados. En mi
torso desnudo noté la dureza de las firmes tetas de Cristal, aún
ocultas bajo el sujetador negro y el calor que manaba del coño de la
chica traspasaba su tanga y mi bóxer y lo podía percibir en mis
genitales.
Fue
entonces cuando la joven le hizo una señal a su madre y ambas se
pusieron en cuclillas. No tardé en sentir las manos de Madame Noir
acariciando mis nalgas sobre el bóxer: las masajeaba con fuerza y
las empujaba hacia el centro como si quisiera estrujarlas o fundirlas
en una sola. Del masaje pasó pronto a los pellizcos y noté cómo
los dedos de la mujer aprisionaban parte de mis glúteos y y los
apretaban hasta hacerme dar pequeños respingos. La mano derecha de
Cristal agarró mi paquete e intentó oprimirlo ante lo cual gemí de
placer y de dolor al mismo tiempo y volví a hacerlo tras una nueva
acometida de la chica. Miré a Luvy, quien se había bajado la parte
superior del vestido para comenzar a tocarse los senos desnudos.
Aquellas areolas, aquellos duros pezones eran una auténtica
maravilla para mi vista. Luvy abría y cerraba los muslos, jugando
conmigo, mostrándome y ocultándome su sexo con cada uno de sus
movimientos de piernas y con la intención de hacerme desesperar. Su
coño cada vez estaba más empapado y desde mi posición podía
observar perfectamente cómo una fina hilera de flujo colgaba de uno
de los labios vaginales. Contemplé a Luvy embobado durante unos
instantes hasta que volví al juego que Madame Noir y su hija se
traían conmigo: de forma sincronizada las dos mujeres comenzaron a
deslizar mi bóxer hacia abajo y noté cómo la piel que cubierta por
la prenda iba quedando centímetro a centímetro al descubierto. Mi
culo quedó al descubierto para Madame Noir al igual que mi polla
para Cristal. La verga salió como un resorte, totalmente tiesa y e
hinchada. Cristal, que en su mano izquierda llevaba la fusta y el
anillo, envolvió mi pene con la mano derecha y lo agitó de forma
suave un par de veces, hasta que dejó al aire mi rojizo y húmedo
glande.
- Querida Madame Noir, ¿qué hacemos ahora con esto?- le preguntó a su progenitora.
Ésta
se asomó un poco a mi parte delantera y observó, con detalle y
gozosa, toda mi tranca.
- Ummm...No sé, Pero está claro que así no podremos ponerle el anillo. Habrá que hacer que se relaje un poco la polla- le contestó la mujer a su hija.
- Ya has oído a Madame Noir: necesitamos que tu verga se relaje un poco para poder colocarle este precioso anillo. Cuando lo tengas puesto, te va a gustar. Sentirás sobre tu miembro una ligera presión tu polla permanecerá firme y alzada en todo momento y, además, retrasará tu eyaculación- me comentó Cristal.
Me
acababa de quedar totalmente claro para qué servía ese anillo y era
evidente que las dos mujeres estaban dispuestas a utilizarlo conmigo.
Con el paso de los segundos mi falo seguía empalmado por toda la
situación creada entorno a mí y no daba la sensación de que se me
fuera a poner flácido por sí solo. Era imposible que esto
sucediera con madre e hija acorralándome de esa manera y con la
presencia en la habitación de Luvy, quien cada vez parecía gozar
más con todo lo que estaba sucediendo.
Pese
a que Madame Noir y su hija dejaron momentáneamente de sobar mi
cuerpo a la espera de que mi miembro perdiera algo de dureza, esto no
ocurría y empecé a agobiarme al notar la creciente impaciencia de
las dos mujeres por no poder hacer aún uso del aro para el pene.
- No hay manera, no se le baja en absoluto, todo lo contrario: fíjate en las continuas palpitaciones, observa cómo en cada una de ellas la verga se alza como si tuviese vida propia para luego volver a su posición anterior- le indicó Madame Noir a Cristal.
- Mmmm....Déjame pensar un poco....Creo que no habrá más remedio que forzar la relajación de la polla y luego empezar de cero. Pero ésa es mi opinión. Tú eres la que mandas aquí- le comentó Cristal a su madre.
- Tienes razón: yo también pienso eso. Será lo mejor. No podemos perder más tiempo esperando. Pero también tengo que respetar el acuerdo que concreté con Luvy sobre la excepción de que hoy no recibamos la leche de nuestro voluntario dentro, ya que, en esta ocasión, se trata de alguien especial para ella y quiere su semen en exclusiva. Así que lo mejor es que la invitemos a que se acerque y se una a nosotras para que esté a nuestro lado en el momento en que se produzca la eyaculación- indicó Madame Noir.
Cristal
dio su conformidad a lo dicho por su progenitora y ésta llamó a
Luvy con la mano. La chica se levantó de su asiento y, sin
recomponer su vestido y con los pechos desnudos al aire, se aproximó
lentamente hacia donde nos encontrábamos los tres. Cristal se
desplazó un poco hacia la izquierda, Madame Noir se situó justo
delante de mí y pegada a ella, a mi derecha, se puso de rodillas
Luvy.
- Antes de hacerle expulsar la leche para poder luego iniciar, por fin, el juego previsto, habrá que someterle a un pequeño castigo por habernos hecho perder tiempo, ¿no creeis?- les preguntó Madame Noir a su hija y a Luvy.
Ambas
asintieron y yo tuve que resignarme a soportar el castigo que estaba
a punto de recibir.
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