VOYEURISMO EN EL PARQUE
Te
fascina que follemos al aire libre en el parque. Tienes hasta un
banco elegido para cometer nuestras fechorías, situado bajo un árbol
y no muy lejos de una enorme casa. El morbo de que desde ella pueda
vernos alguien te excita al igual que a mí.
Hoy
me has mandado un par de mensajes al móvil durante mis horas de
trabajo. Me decías que estabas caliente como una perra y que te
encontrabas en el tren de regreso a casa tras visitar a un familiar
en una localidad cercana. Llevabas las bolas chinas metidas en tu
coño. Me adjuntabas una foto de ellas, como si yo no supiese que era
cierto lo que me comentabas. Las rosadas esferas estaban totalmente
cubiertas del flujo blanco de tu sexo. Has lamido ese líquido y lo
has saboreado antes de volverlas a meter dentro de tu raja. Mi polla
ha reaccionado inmediatamente y se ha puesto dura sólo de ver yo esa
imagen y de pensarte penetrada por aquellas dos bolitas. Antes de
despedirte me has citado en el parque, en nuestro banco, a las seis
de la tarde.
Puntual
he aparecido allí, pero tú ya me estabas esperando. Lucías el
mismo “uniforme” que te pones los días que toca exhibición: una
camiseta ceñida, una escuetísima minifalda, las medias de rombos
que te llegan hasta algo más de por encima de las rodillas y unas
botas negras bajas con algo de tacón. Ya conozco de sobra el ritual:
me siento en el banco y tú me abres la bragueta del pantalón.
Buscas mi verga con tus manos ansiosas y la sacas para manosearla
primero y para mamármela después. No paras de chuparla hasta que no
alcanza su máximo estado de dureza. Tardas poco en lograrlo: he
venido tocándome con disimulo en el transporte público, muriéndome
de ganas por verte. Mi polla mira, mojada por tu saliva, tiesa y
empalmada, hacia el cielo. Metes tu mano derecha bajo la minifalda,
te bajas un poco el tanga negro y extraes las bolas de tu coño. Me
las acercas a la boca para que pruebe un día más el intenso sabor
que posee tu sexo y luego las guardas en tu bolso.
Te
tiro hacia mí y caes de culo sobre mi regazo. Agarro la minifalda y
te la subo hasta la cintura, dejando tu chocho totalmente al aire,
mientras el tanga queda bajado hasta tus rodillas. No espero más y,
desde atrás, ensarto mi hinchado miembro en la profundidad de tu
coño. Rápidamente siento cómo mi polla se moja por tu humedad y
comienzo a bombear y a deslizar mi pene dentro de ti.
De
repente, el sobresalto: justo detrás de nosotros, pegado al banco,
hay un viejo que nos está observando con detenimiento y en completo
silencio. ¿Cuánto tiempo llevará ahí? Paro un segundo, ya que es
la primera vez que alguien nos pilla “in fraganti”, mas tú me
incitas a que siga, a que te folle duro, a que haga que te corras
delante de ese mirón. Al escuchar tus palabras, el viejo se sienta
con toda tranquilidad en el banco junto a ti y acerca su cara hacia
tu entrepierna.
Por su nariz debe penetrar el aroma de tu coño palpitante y encharcado. El muy cabrón se atreve a meter las manos bajo tu camiseta y a manosearte tus enormes tetas desprovistas como siempre de sujetador. Te las soba y gimes. Te saca la camiseta y la deja caer al suelo antes de pellizcar con fuerza tus oscuros pezones marrones hasta dejártelos como pitones.
Por su nariz debe penetrar el aroma de tu coño palpitante y encharcado. El muy cabrón se atreve a meter las manos bajo tu camiseta y a manosearte tus enormes tetas desprovistas como siempre de sujetador. Te las soba y gimes. Te saca la camiseta y la deja caer al suelo antes de pellizcar con fuerza tus oscuros pezones marrones hasta dejártelos como pitones.
Yo
acelero, te clavo con vehemencia varias veces más mi nabo y provoco
que te mees allí mismo de placer. Mientras el chorro continúa
manando de tu sexo, te meto la polla en el ano y lo perforo una y
otra vez hasta descargar toda mi leche dentro de él.
El
viejo aprovecha para quitarte el tanga por los pies, lo huele
intensamente, se lo guarda en el bolsillo de la chaqueta y, con sus
zapatos y los bajos del pantalón empapados por tu meada y con una
enorme mancha de su propia corrida en la entrepierna, se aleja de
nosotros, abandonando el parque y dirigiéndose hacia la casa cercana
que hay a la espalda.
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