FANTASÍA
EN EL BALCÓN
La
noche anterior, después de follar con su marido, Eva le confesó que
tenía una nueva fantasía: masturbarse en el balcón de casa. El
morbo de hacerlo al aire libre, esa vertiente exhibicionista, el
riesgo de que pudieran verla.... la volvían loca. A él ya no le
extrañaba nada de su mujer y le fascinaban esos pensamientos, esas
ocurrencias tan eróticas.
En
la mañana de aquel soleado y caluroso día primaveral, Ramón ajustó
un acople a la pared del balcón y colocó allí el dildo azul de su
esposa, hasta que el juguete quedó perfectamente sujeto. Luego se
sentó en una silla, en uno de los extremos del balcón, y esperó a
que apareciera Eva. Unos minutos más tarde ella hizo acto de
presencia: llevaba una camiseta roja de tirantes, unos jeans y unos
zapatos negros abiertos de tacón elevado y fino. Ramón la miraba
atento, sin querer perderse ni un detalle del juego de su esposa. Eva
se asomó al balcón y contempló a los transeúntes que iban de un
lado a otro por las aceras y el tráfico fluido de vehículos. Todos
ajenos a lo que estaba a punto de iniciarse sobre sus cabezas.
Los
laterales y la parte frontal del balcón estaban adornados con
macetas cuyas hojas servían de protección, aunque no completa, ante
la posible mirada de curiosos: dicho parapeto sólo le llegaba a Eva
hasta la cintura y entre las diferentes plantas había resquicios.
Cualquiera que estuviese atento desde la calle, cualquier vecino de
los edificios colindantes podría verla. Y también a su marido que
acababa de sacarse la polla del pantalón y se la acariciaba
aguardando a que comenzara el espectáculo.
Eva
se acercó al dildo, se puso de espaldas a él y se bajó los jeans.
No llevaba bragas, hoy no era día para ello. Quedó al descubierto
la desnudez de su sexo poblado por una capa de vello oscuro, mientras
que los pezones se dejaban ver, marcados sobre la camiseta como
puntas de flecha. La mujer inclinó un poco su cuerpo, lo echó hacia
atrás y sintió cómo el dildo empezaba a penetrar su coño, ya
húmedo por la excitación, entrando hasta el fondo y encajándose
por completo. Gimió al sentir ese placer en medio del ruido del
tránsito de los coches; suspiró al saber que podría estar siendo
observaba. Su marido, mientras, agitaba una y otra vez su maciza
polla coronada por esa bola roja y redonda de la que ya salían
flujos preseminales. Eva comenzó a mover su cuerpo, a impulsarse
hacia delante y hacia atrás provocando que el pene de juguete
penetrase su coño más y más. Metió las manos bajo la camiseta y,
sin detener el vaivén de sus caderas, se sobó las tetas. Ramón
aceleró e incrementó el ritmo de su masturbación. Ahora ya se
machacaba sin miramiento alguno su tremenda polla bajo la cual los
peludos huevos se movían con cada agitación. Vio cómo su esposa
era poseída por el gozo y por el morbo y cómo de forma
desenfrenada mecía su cuerpo ofreciendo su sexo al dildo, que
brillaba impregnado de los fluidos que manaban de la vagina. Ramón
apretó su miembro un par de veces más y en medio de un enorme
alarido se corrió, salpicando el suelo y la pared de leche. Eva no
tardó mucho más y, tras notar cómo el dildo se hundía totalmente
y de forma violenta en su coño, alcanzó el ansiado orgasmo.
Ramón
se acercó a ella y la besó y, a la vez que se metía su sucio pene
en el pantalón, se despidió de su esposa para ir a trabajar. Cuando
bajó a la calle, se percató de que un joven miraba hacia arriba con
cara de asombro y de lujuria. Al situarse junto a él, éste le dijo:
- Mira lo que está haciendo esa puta.
Ramón
levantó la vista hacia su propio balcón y, entre los huecos que
dejaban las macetas, pudo observar con satisfacción cómo su esposa
continuaba masturbándose con la ayuda de aquel dildo azul.
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