SALA
X
Hoy
es la última sesión. La Sala X, el cine porno de tu barrio, uno de
los últimos que quedaban abiertos en la ciudad, echa el cierre pero
no quieres dejar pasar la ocasión de despedirte de él.
Te
pones un elegante vestido largo fucsia, cuyo tejido sedoso roza tu
desnuda piel. Debajo de él no hay nada, únicamente tus pechos,
culminados por los tiesos pezones que se marcan sobre la prenda, y tu
rasurado sexo que empieza a humedecerse en cuanto imaginas lo que vas
a vivir luego.
Llegas
a la sala. Conoces de sobra las “normas” no escritas del cine: en
las primeras filas se sientan quienes van sólo a ver la película;
en las centrales, aquellos quienes acuden, además, para masturbarse
ellos mismos; por último, en las filas traseras, se acomodan quienes
van también a gozar del sexo liberal con desconocidos y a saciar sus
más primitivos y guarros instintos.
Doce
de la noche, puntual comienza la película titulada “Una puta
insaciable”. Sentada en una de las últimas filas, te deleitas
viendo cómo la actriz goza rodeada por varias pollas erguidas que la
apuntan amenazantes. Con la boca mama una, gruesa y venosa; con cada
mano agita otra a cual más hinchada. Uno de los tipos le frota el
coño a la joven con la palma de la mano abierta. Sin darte apenas
cuenta has empezado a tocarte tras deslizar tu mano bajo el vestido.
Te acaricias, sobas tus tetas hasta encenderlas por completo. Buscas
y palpas tu chocho y lo hallas empapado.
Detrás de ti hay varios
hombres que ya no atienden a la pantalla: tú te has convertido en el
centro de atención. Uno se levanta y se coloca a tu izquierda. Sin
pedir permiso, se toma la licencia de plantar sus manos en tus pechos
para sobarlos. Otro se sienta a tu lado con su enorme miembro
saliendo, empalmado, por la abertura de la bragueta del pantalón.
Esa polla se te antoja deliciosa y deseas sentirla y tenerla dentro.
Te pones de pie y te vas dejando caer sobre ese falo que penetra
centímetro a centímetro en tu coño hasta hundirse en él
totalmente. Comienzas a cabalgar sobre la polla sin dejar de sentir
los pellizcos y la presión de las ansiosas manos masculinas sobre
todo tu cuerpo. Detrás, en su asiento, un tipo se pajea ya
contemplando tu escena, con su rojizo glande al descubierto.
Entre
todos te despojan del vestido, que cae inerte al suelo, y te dejan en
pelotas dentro de la oscura sala. Sólo conservas tus zapatos de
tacón. Mientras te mueves cada vez más rápida sobre ese rabo
enhiesto que se clava en tu coño, gimes de placer y gozas con los
feroces tocamientos a los que te someten. Agarras un pene al azar y
lo masturbas con vehemencia y sin piedad alguna. El olor a polla
mojada penetra por tu nariz desatando aún más tus lascivos
instintos. De repente, sientes caer sobre tus hombros el semen
caliente del voyeur de detrás. Machacas un par de veces más la
verga de la que te habías apoderado hasta provocar que chorree leche
blanca sobre tus manoseados pechos y llegas al éxtasis a la vez que
notas cómo el mástil sobre el que cabalgas te inunda de esperma
hasta lo más íntimo.
Los
tipos abandonan la sala y tú, llena y apestando a semen, te dejas
caer sobre tu asiento, mientras en la pantalla el final de la
película certifica el ocaso de esa sala porno.
Superexcitante. ¡¡¡
ResponderEliminarTe mando un beso húmedo, tanto como me has puesto con tu relato.
Gracias por leer el relato y por tu comentario. Me alegro de que lo hayas disfrutado tanto.
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