UN
PLÁTANO DE MADRUGADA
Noche
lluviosa de otoño. Silencio sepulcral en casa. Tus padres duermen,
pero tú aún estás despierta bien entrada la madrugada. Has
descubierto que en la aplicación que te descargaste por la tarde
para ver canales de televisión en tu tablet hay varios de películas
porno. Nunca hasta el momento te habías masturbado, siempre tan
cándida e inocente. Pero hoy estás experimentando por primera vez
lo que es la verdadera excitación y el ardor sexual. Eres incapaz de
apagar la tablet ante el desfile de pollas hinchadas y venosas que
estás contemplando en la pantalla. Observas cómo se yerguen
lentamente, cómo se agrandan, cómo esos enormes y fascinantes nabos
penetran cada uno de los agujeros hambrientos de esas chicas
sudorosas, despeinadas por el esfuerzo y con las mejillas sonrojadas.
Sus caras de placer te provocan una inmensa envidia. Quieres una de
esas vergas para ti, la ansías, te mueres de ganas por sentirla
dentro. Tu coño palpita y, cuando quieres darte cuenta, lo estás ya
acariciando, emulando lo que has visto hace unos minutos. Rozas tu
ligera y apenas apreciable capa de vello púbico castaño y recorres
con tu dedo la ya mojada raja de tu sexo. Por primera vez en en tu
vida lo metes en el interior, lo mueves y suspiras de gusto. Te
encanta esa nueva sensación. Aceleras un poco más y proporcionas
más fuerza a la penetración. Gimes de gozo, pero tu dedo ya no es
suficiente: anhelas algo tan gordo como la verga que a toda velocidad
está follando en las imágenes a esa mujer con las medias
desgarradas por el fragor de la batalla.
Tu
mente se ilumina. Sigilosamente te levantas de la cama y, cubierta
sólo por unas juveniles bragas, te diriges a la cocina. Allí tomas
un macizo y largo plátano en cuya piel se mezcla el color verde y
amarillo y regresas al dormitorio. Te tumbas en la cama y te bajas
las braguitas. Restriegas el plátano por todo tu coño hasta que
comienzas a empujarlo hacia dentro. La cabeza de la fruta se pierde
entre tus labios vaginales, que terminan engullendo centímetro a
centímetro todo el plátano. Lo agitas primero con algo de respeto y
de miedo, mas pronto coges confianza y aceleras vehementemente los
movimientos. Te tapas la boca para que tus padres no oigan tus
gemidos y notas una sensación desconocida en tu abdomen y en tu
vientre. Te asustas, no sabes qué será lo siguiente. Tu sexo parece
que va a estallar y te ves obligada a sacar bruscamente el plátano
que, con su salida, deja vía libre a un descontrolado e interminable
chorro de flujo de tu carnosa vagina. Te has meado de placer y has
empapado tus sábanas. Intentas relajarte y tomar algo de aire justo
antes de comenzar a quitarle la piel al plátano, de llevártelo a tu
boca y de comerlo mordisco a mordisco, mientras la joven de la
película recibe en su boca la blanca y espesa corrida que brota de
aquel tremendo falo.
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