9 de marzo de 2016

UN PLÁTANO DE MADRUGADA

                                         UN PLÁTANO DE MADRUGADA


Noche lluviosa de otoño. Silencio sepulcral en casa. Tus padres duermen, pero tú aún estás despierta bien entrada la madrugada. Has descubierto que en la aplicación que te descargaste por la tarde para ver canales de televisión en tu tablet hay varios de películas porno. Nunca hasta el momento te habías masturbado, siempre tan cándida e inocente. Pero hoy estás experimentando por primera vez lo que es la verdadera excitación y el ardor sexual. Eres incapaz de apagar la tablet ante el desfile de pollas hinchadas y venosas que estás contemplando en la pantalla. Observas cómo se yerguen lentamente, cómo se agrandan, cómo esos enormes y fascinantes nabos penetran cada uno de los agujeros hambrientos de esas chicas sudorosas, despeinadas por el esfuerzo y con las mejillas sonrojadas. Sus caras de placer te provocan una inmensa envidia. Quieres una de esas vergas para ti, la ansías, te mueres de ganas por sentirla dentro. Tu coño palpita y, cuando quieres darte cuenta, lo estás ya acariciando, emulando lo que has visto hace unos minutos. Rozas tu ligera y apenas apreciable capa de vello púbico castaño y recorres con tu dedo la ya mojada raja de tu sexo. Por primera vez en en tu vida lo metes en el interior, lo mueves y suspiras de gusto. Te encanta esa nueva sensación. Aceleras un poco más y proporcionas más fuerza a la penetración. Gimes de gozo, pero tu dedo ya no es suficiente: anhelas algo tan gordo como la verga que a toda velocidad está follando en las imágenes a esa mujer con las medias desgarradas por el fragor de la batalla.


Tu mente se ilumina. Sigilosamente te levantas de la cama y, cubierta sólo por unas juveniles bragas, te diriges a la cocina. Allí tomas un macizo y largo plátano en cuya piel se mezcla el color verde y amarillo y regresas al dormitorio. Te tumbas en la cama y te bajas las braguitas.  Restriegas el plátano por todo tu coño hasta que comienzas a empujarlo hacia dentro. La cabeza de la fruta se pierde entre tus labios vaginales, que terminan engullendo centímetro a centímetro todo el plátano. Lo agitas primero con algo de respeto y de miedo, mas pronto coges confianza y aceleras vehementemente los movimientos. Te tapas la boca para que tus padres no oigan tus gemidos y notas una sensación desconocida en tu abdomen y en tu vientre. Te asustas, no sabes qué será lo siguiente. Tu sexo parece que va a estallar y te ves obligada a sacar bruscamente el plátano que, con su salida, deja vía libre a un descontrolado e interminable chorro de flujo de tu carnosa vagina. Te has meado de placer y has empapado tus sábanas. Intentas relajarte y tomar algo de aire justo antes de comenzar a quitarle la piel al plátano, de llevártelo a tu boca y de comerlo mordisco a mordisco, mientras la joven de la película recibe en su boca la blanca y espesa corrida que brota de aquel tremendo falo. 

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