6 de marzo de 2016

LA VELA DE LA MADURA

                                            LA VELA DE LA MADURA


Tu mente de mujer madura imagina cosas que la mía, la de un joven adolescente e ingenuo, no es capaz de pensar. Me tienes completamente desnudo en tu cama de matrimonio, la que dentro de un rato ocupará tu cornudo marido sólo para dormir. Me has mamado la polla con tanta fiereza y gusto que me la has dejado hinchada, con cada una de las venas verdosas marcadas sobre la piel. La saliva de tu fogosa boca aún la recubre y todavía tengo los huevos empapados, después de que te metieras mis duros cojones en la boca. Llevas puesto y estás estrenando ese body transparente de cuerpo completo que has comprado hace un par de horas en el sexshop. El fino tejido, similar al de las medias, se ciñe a tu cuerpo como una segunda piel. Tus dos deliciosas tetas parecen querer encontrar una escapatoria y agujerear la prenda con la ayuda de los oscuros pezones, erguidos por la excitación. De la raja de tu velludo coño asoma la anilla roja de las bolas chinas que llevas dentro desde esta mañana cuando te fuiste a trabajar. La entrepierna del body está húmeda, pues absorbe el flujo que mana de tu penetrado sexo.


Tomas una vela roja y la enciendes. No sé qué clase de juego tramas. La llama arde y la cera empieza a consumirse. Inclinas ligeramente la vela y dejas caer unas gotas de cera sobre mi torso. Suspiro al sentir el calor sobre mi piel. Manteniendo la vela inclinada, vas desplazando la mano sobre mi juvenil cuerpo. La cera impacta suave en mi ombligo y en mi vientre. Se acerca peligrosamente a mi tieso miembro. Trago saliva: empiezo a comprender lo que te traes entre manos. Una ardiente gota de cera se posa sobre la redondez de mi rojizo glande. Gimo al notar el tremendo calor de la gota en esa parte tan sensible de mi cuerpo. No te detienes ahí: bajas un poco la mano y continúas derramando cada vez más cera sobre el resto de mi verga hasta llegar a la base y a mis huevos. La sensación de ardor y de quemazón que siento en todo mi paquete no hace más que aumentar el grado de placer. Mi respiración se acelera, los gemidos aumentan en intensidad. Mi glande vuelve a atraer tu atención: alternas reiteradamente una gota de hirviente cera y otra de tibia saliva sobre la punta de mi rabo. Esa combinación de temperatura y de sensaciones en el glande es demasiado para mí y, tras verter una última gota de cera justo sobre el pequeño agujero que culmina la cabeza de mi pene, varios chorros de espesa leche blanca se abren paso por él hasta cubrir el sedoso tejido de tu body a la altura de los muslos y del negro coño palpitante. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario