30 de marzo de 2016

LA ESCALERA MECÁNICA

Sales de clase y te diriges a casa. Durante el breve trayecto te llama tu madre: necesita que compres un par de cosas en el centro comercial que hay junto a vuestro domicilio. El día, soleado en sus primeras horas, se ha tornado gris y amenaza tormenta. Empieza a levantarse un molesto y fuerte viento. Mal día para haber decidido no usar braguitas bajo tu escueta falda de vuelo del uniforme del instituto. 



Pero la apuesta con tu mejor amiga así lo requería: ella te hacía el trabajo de matemáticas, ése que tú tanto odiabas, si tú ibas sin bragas a clase. Has ganado dicha apuesta, ya tienes el trabajo en tu poder, pero ahora, de camino al centro comercial, el viento comienza a levantar los bajos de tu falda de manera amenazante. Mientras sientes la brisa meterse bajo tu prenda y acariciar la desnudez de tu sexo, tratas de contener la falda con las manos. Aceleras tus pasos, el viento se enrabieta cada vez más. Una ráfaga penetra sin obstáculo alguno por tu parte trasera y llega hasta lo más íntimo de tu culo. El maldito viento te lo acaba de dejar al aire en mitad de la calle. Miras a tu alrededor y ha habido suerte: aparentemente no hay nadie cerca que lo haya visto.

Pero te equivocas: un maduro albañil, que salía justo en ese momento de la obra, ha llegado a verte de refilón y le ha parecido que no llevas nada bajo tu sensual faldita. Ajena a ello, entras en el centro comercial sin percatarte de que el albañil te sigue. Aliviada por poder dejar al fin de luchar contra el viento, subes por la escalera mecánica con destino a la quinta planta. Giras de pronto la cabeza y ves al obrero que comienza también a subir y que mira con descaro y fijeza tu culo. ¿Tendrá ángulo suficiente para ver tus nalgas? Te pones nerviosa, tu corazón se acelera. Quedan aún cuatro plantas, una eternidad. Te vuelves y el tipo sigue con la vista clavada en tu trasero. Su cara de asombro, deseo y lascivia es la evidencia clara de que se está dando un auténtico festín visual a costa de tus macizos glúteos. Sin saber el motivo, tus nervios iniciales se convierten en excitación. Ya has pasado la segunda y la tercera planta y asciendes por la cuarta. Te imaginas lo dura que debe tener el maduro la polla, el enorme tamaño, ese rojo y redondo glande.... Así lo confirma el tremendo bulto que se le marca bajo el desgastado pantalón. La boca se te hace agua, tu coño depilado, también.

Al fin llegas a la quinta planta. Al salir de la escalera se te cae el estuche de clase. ¿Accidental o intencionado? Te inclinas para cogerlo y, mientras tienes todo tu culo en pompa y la falda subida casi en las caderas por la postura, la mano del veterano albañil se posa en tus calientes glúteos y, cuando sientes su hábil dedo recorrer toda la raja de tu trasero de arriba a abajo y alcanzar tu húmedo coño, eres incapaz de negarte a la invitación del obrero para acompañarlo al servicio de caballeros, mientras le palpas su enorme bulto bajo el pantalón.


7.30 de la mañana. Te despiertas sobresaltada y con las bragas empapadas. Aturdida, te das cuenta de que todo ha sido un sueño. Pero hoy es el día de cumplir el trato con tu amiga y tú no estás dispuesta a tener que hacer el horrible trabajo de matemáticas. 

26 de marzo de 2016

VOYEURISMO EN EL PARQUE

                                               VOYEURISMO EN EL PARQUE

Te fascina que follemos al aire libre en el parque. Tienes hasta un banco elegido para cometer nuestras fechorías, situado bajo un árbol y no muy lejos de una enorme casa. El morbo de que desde ella pueda vernos alguien te excita al igual que a mí.
Hoy me has mandado un par de mensajes al móvil durante mis horas de trabajo. Me decías que estabas caliente como una perra y que te encontrabas en el tren de regreso a casa tras visitar a un familiar en una localidad cercana. Llevabas las bolas chinas metidas en tu coño. Me adjuntabas una foto de ellas, como si yo no supiese que era cierto lo que me comentabas. Las rosadas esferas estaban totalmente cubiertas del flujo blanco de tu sexo. Has lamido ese líquido y lo has saboreado antes de volverlas a meter dentro de tu raja. Mi polla ha reaccionado inmediatamente y se ha puesto dura sólo de ver yo esa imagen y de pensarte penetrada por aquellas dos bolitas. Antes de despedirte me has citado en el parque, en nuestro banco, a las seis de la tarde.

Puntual he aparecido allí, pero tú ya me estabas esperando. Lucías el mismo “uniforme” que te pones los días que toca exhibición: una camiseta ceñida, una escuetísima minifalda, las medias de rombos que te llegan hasta algo más de por encima de las rodillas y unas botas negras bajas con algo de tacón. Ya conozco de sobra el ritual: me siento en el banco y tú me abres la bragueta del pantalón. Buscas mi verga con tus manos ansiosas y la sacas para manosearla primero y para mamármela después. No paras de chuparla hasta que no alcanza su máximo estado de dureza. Tardas poco en lograrlo: he venido tocándome con disimulo en el transporte público, muriéndome de ganas por verte. Mi polla mira, mojada por tu saliva, tiesa y empalmada, hacia el cielo. Metes tu mano derecha bajo la minifalda, te bajas un poco el tanga negro y extraes las bolas de tu coño. Me las acercas a la boca para que pruebe un día más el intenso sabor que posee tu sexo y luego las guardas en tu bolso.

Te tiro hacia mí y caes de culo sobre mi regazo. Agarro la minifalda y te la subo hasta la cintura, dejando tu chocho totalmente al aire, mientras el tanga queda bajado hasta tus rodillas. No espero más y, desde atrás, ensarto mi hinchado miembro en la profundidad de tu coño. Rápidamente siento cómo mi polla se moja por tu humedad y comienzo a bombear y a deslizar mi pene dentro de ti.

De repente, el sobresalto: justo detrás de nosotros, pegado al banco, hay un viejo que nos está observando con detenimiento y en completo silencio. ¿Cuánto tiempo llevará ahí? Paro un segundo, ya que es la primera vez que alguien nos pilla “in fraganti”, mas tú me incitas a que siga, a que te folle duro, a que haga que te corras delante de ese mirón. Al escuchar tus palabras, el viejo se sienta con toda tranquilidad en el banco junto a ti y acerca su cara hacia tu entrepierna.



Por su nariz debe penetrar el aroma de tu coño palpitante y encharcado. El muy cabrón se atreve a meter las manos bajo tu camiseta y a manosearte tus enormes tetas desprovistas como siempre de sujetador. Te las soba y gimes. Te saca la camiseta y la deja caer al suelo antes de pellizcar con fuerza tus oscuros pezones marrones hasta dejártelos como pitones.
Yo acelero, te clavo con vehemencia varias veces más mi nabo y provoco que te mees allí mismo de placer. Mientras el chorro continúa manando de tu sexo, te meto la polla en el ano y lo perforo una y otra vez hasta descargar toda mi leche dentro de él.


El viejo aprovecha para quitarte el tanga por los pies, lo huele intensamente, se lo guarda en el bolsillo de la chaqueta y, con sus zapatos y los bajos del pantalón empapados por tu meada y con una enorme mancha de su propia corrida en la entrepierna, se aleja de nosotros, abandonando el parque y dirigiéndose hacia la casa cercana que hay a la espalda.  

23 de marzo de 2016

SALA X

                                                                 SALA X

Hoy es la última sesión. La Sala X, el cine porno de tu barrio, uno de los últimos que quedaban abiertos en la ciudad, echa el cierre pero no quieres dejar pasar la ocasión de despedirte de él.
Te pones un elegante vestido largo fucsia, cuyo tejido sedoso roza tu desnuda piel. Debajo de él no hay nada, únicamente tus pechos, culminados por los tiesos pezones que se marcan sobre la prenda, y tu rasurado sexo que empieza a humedecerse en cuanto imaginas lo que vas a vivir luego.

Llegas a la sala. Conoces de sobra las “normas” no escritas del cine: en las primeras filas se sientan quienes van sólo a ver la película; en las centrales, aquellos quienes acuden, además, para masturbarse ellos mismos; por último, en las filas traseras, se acomodan quienes van también a gozar del sexo liberal con desconocidos y a saciar sus más primitivos y guarros instintos.
Doce de la noche, puntual comienza la película titulada “Una puta insaciable”. Sentada en una de las últimas filas, te deleitas viendo cómo la actriz goza rodeada por varias pollas erguidas que la apuntan amenazantes. Con la boca mama una, gruesa y venosa; con cada mano agita otra a cual más hinchada. Uno de los tipos le frota el coño a la joven con la palma de la mano abierta. Sin darte apenas cuenta has empezado a tocarte tras deslizar tu mano bajo el vestido. Te acaricias, sobas tus tetas hasta encenderlas por completo. Buscas y palpas tu chocho y lo hallas empapado. 



Detrás de ti hay varios hombres que ya no atienden a la pantalla: tú te has convertido en el centro de atención. Uno se levanta y se coloca a tu izquierda. Sin pedir permiso, se toma la licencia de plantar sus manos en tus pechos para sobarlos. Otro se sienta a tu lado con su enorme miembro saliendo, empalmado, por la abertura de la bragueta del pantalón. Esa polla se te antoja deliciosa y deseas sentirla y tenerla dentro. Te pones de pie y te vas dejando caer sobre ese falo que penetra centímetro a centímetro en tu coño hasta hundirse en él totalmente. Comienzas a cabalgar sobre la polla sin dejar de sentir los pellizcos y la presión de las ansiosas manos masculinas sobre todo tu cuerpo. Detrás, en su asiento, un tipo se pajea ya contemplando tu escena, con su rojizo glande al descubierto.

Entre todos te despojan del vestido, que cae inerte al suelo, y te dejan en pelotas dentro de la oscura sala. Sólo conservas tus zapatos de tacón. Mientras te mueves cada vez más rápida sobre ese rabo enhiesto que se clava en tu coño, gimes de placer y gozas con los feroces tocamientos a los que te someten. Agarras un pene al azar y lo masturbas con vehemencia y sin piedad alguna. El olor a polla mojada penetra por tu nariz desatando aún más tus lascivos instintos. De repente, sientes caer sobre tus hombros el semen caliente del voyeur de detrás. Machacas un par de veces más la verga de la que te habías apoderado hasta provocar que chorree leche blanca sobre tus manoseados pechos y llegas al éxtasis a la vez que notas cómo el mástil sobre el que cabalgas te inunda de esperma hasta lo más íntimo.


Los tipos abandonan la sala y tú, llena y apestando a semen, te dejas caer sobre tu asiento, mientras en la pantalla el final de la película certifica el ocaso de esa sala porno.

16 de marzo de 2016

FANTASÍA EN EL BALCÓN

                                             FANTASÍA EN EL BALCÓN

La noche anterior, después de follar con su marido, Eva le confesó que tenía una nueva fantasía: masturbarse en el balcón de casa. El morbo de hacerlo al aire libre, esa vertiente exhibicionista, el riesgo de que pudieran verla.... la volvían loca. A él ya no le extrañaba nada de su mujer y le fascinaban esos pensamientos, esas ocurrencias tan eróticas.
En la mañana de aquel soleado y caluroso día primaveral, Ramón ajustó un acople a la pared del balcón y colocó allí el dildo azul de su esposa, hasta que el juguete quedó perfectamente sujeto. Luego se sentó en una silla, en uno de los extremos del balcón, y esperó a que apareciera Eva. Unos minutos más tarde ella hizo acto de presencia: llevaba una camiseta roja de tirantes, unos jeans y unos zapatos negros abiertos de tacón elevado y fino. Ramón la miraba atento, sin querer perderse ni un detalle del juego de su esposa. Eva se asomó al balcón y contempló a los transeúntes que iban de un lado a otro por las aceras y el tráfico fluido de vehículos. Todos ajenos a lo que estaba a punto de iniciarse sobre sus cabezas.
Los laterales y la parte frontal del balcón estaban adornados con macetas cuyas hojas servían de protección, aunque no completa, ante la posible mirada de curiosos: dicho parapeto sólo le llegaba a Eva hasta la cintura y entre las diferentes plantas había resquicios. Cualquiera que estuviese atento desde la calle, cualquier vecino de los edificios colindantes podría verla. Y también a su marido que acababa de sacarse la polla del pantalón y se la acariciaba aguardando a que comenzara el espectáculo.

Eva se acercó al dildo, se puso de espaldas a él y se bajó los jeans. No llevaba bragas, hoy no era día para ello. Quedó al descubierto la desnudez de su sexo poblado por una capa de vello oscuro, mientras que los pezones se dejaban ver, marcados sobre la camiseta como puntas de flecha. La mujer inclinó un poco su cuerpo, lo echó hacia atrás y sintió cómo el dildo empezaba a penetrar su coño, ya húmedo por la excitación, entrando hasta el fondo y encajándose por completo. Gimió al sentir ese placer en medio del ruido del tránsito de los coches; suspiró al saber que podría estar siendo observaba. Su marido, mientras, agitaba una y otra vez su maciza polla coronada por esa bola roja y redonda de la que ya salían flujos preseminales. Eva comenzó a mover su cuerpo, a impulsarse hacia delante y hacia atrás provocando que el pene de juguete penetrase su coño más y más. Metió las manos bajo la camiseta y, sin detener el vaivén de sus caderas, se sobó las tetas. Ramón aceleró e incrementó el ritmo de su masturbación. Ahora ya se machacaba sin miramiento alguno su tremenda polla bajo la cual los peludos huevos se movían con cada agitación. Vio cómo su esposa era poseída por el gozo y por el morbo y cómo de forma desenfrenada mecía su cuerpo ofreciendo su sexo al dildo, que brillaba impregnado de los fluidos que manaban de la vagina. Ramón apretó su miembro un par de veces más y en medio de un enorme alarido se corrió, salpicando el suelo y la pared de leche. Eva no tardó mucho más y, tras notar cómo el dildo se hundía totalmente y de forma violenta en su coño, alcanzó el ansiado orgasmo.

Ramón se acercó a ella y la besó y, a la vez que se metía su sucio pene en el pantalón, se despidió de su esposa para ir a trabajar. Cuando bajó a la calle, se percató de que un joven miraba hacia arriba con cara de asombro y de lujuria. Al situarse junto a él, éste le dijo:

  • Mira lo que está haciendo esa puta.

Ramón levantó la vista hacia su propio balcón y, entre los huecos que dejaban las macetas, pudo observar con satisfacción cómo su esposa continuaba masturbándose con la ayuda de aquel dildo azul.




9 de marzo de 2016

UN PLÁTANO DE MADRUGADA

                                         UN PLÁTANO DE MADRUGADA


Noche lluviosa de otoño. Silencio sepulcral en casa. Tus padres duermen, pero tú aún estás despierta bien entrada la madrugada. Has descubierto que en la aplicación que te descargaste por la tarde para ver canales de televisión en tu tablet hay varios de películas porno. Nunca hasta el momento te habías masturbado, siempre tan cándida e inocente. Pero hoy estás experimentando por primera vez lo que es la verdadera excitación y el ardor sexual. Eres incapaz de apagar la tablet ante el desfile de pollas hinchadas y venosas que estás contemplando en la pantalla. Observas cómo se yerguen lentamente, cómo se agrandan, cómo esos enormes y fascinantes nabos penetran cada uno de los agujeros hambrientos de esas chicas sudorosas, despeinadas por el esfuerzo y con las mejillas sonrojadas. Sus caras de placer te provocan una inmensa envidia. Quieres una de esas vergas para ti, la ansías, te mueres de ganas por sentirla dentro. Tu coño palpita y, cuando quieres darte cuenta, lo estás ya acariciando, emulando lo que has visto hace unos minutos. Rozas tu ligera y apenas apreciable capa de vello púbico castaño y recorres con tu dedo la ya mojada raja de tu sexo. Por primera vez en en tu vida lo metes en el interior, lo mueves y suspiras de gusto. Te encanta esa nueva sensación. Aceleras un poco más y proporcionas más fuerza a la penetración. Gimes de gozo, pero tu dedo ya no es suficiente: anhelas algo tan gordo como la verga que a toda velocidad está follando en las imágenes a esa mujer con las medias desgarradas por el fragor de la batalla.


Tu mente se ilumina. Sigilosamente te levantas de la cama y, cubierta sólo por unas juveniles bragas, te diriges a la cocina. Allí tomas un macizo y largo plátano en cuya piel se mezcla el color verde y amarillo y regresas al dormitorio. Te tumbas en la cama y te bajas las braguitas.  Restriegas el plátano por todo tu coño hasta que comienzas a empujarlo hacia dentro. La cabeza de la fruta se pierde entre tus labios vaginales, que terminan engullendo centímetro a centímetro todo el plátano. Lo agitas primero con algo de respeto y de miedo, mas pronto coges confianza y aceleras vehementemente los movimientos. Te tapas la boca para que tus padres no oigan tus gemidos y notas una sensación desconocida en tu abdomen y en tu vientre. Te asustas, no sabes qué será lo siguiente. Tu sexo parece que va a estallar y te ves obligada a sacar bruscamente el plátano que, con su salida, deja vía libre a un descontrolado e interminable chorro de flujo de tu carnosa vagina. Te has meado de placer y has empapado tus sábanas. Intentas relajarte y tomar algo de aire justo antes de comenzar a quitarle la piel al plátano, de llevártelo a tu boca y de comerlo mordisco a mordisco, mientras la joven de la película recibe en su boca la blanca y espesa corrida que brota de aquel tremendo falo. 

6 de marzo de 2016

LA VELA DE LA MADURA

                                            LA VELA DE LA MADURA


Tu mente de mujer madura imagina cosas que la mía, la de un joven adolescente e ingenuo, no es capaz de pensar. Me tienes completamente desnudo en tu cama de matrimonio, la que dentro de un rato ocupará tu cornudo marido sólo para dormir. Me has mamado la polla con tanta fiereza y gusto que me la has dejado hinchada, con cada una de las venas verdosas marcadas sobre la piel. La saliva de tu fogosa boca aún la recubre y todavía tengo los huevos empapados, después de que te metieras mis duros cojones en la boca. Llevas puesto y estás estrenando ese body transparente de cuerpo completo que has comprado hace un par de horas en el sexshop. El fino tejido, similar al de las medias, se ciñe a tu cuerpo como una segunda piel. Tus dos deliciosas tetas parecen querer encontrar una escapatoria y agujerear la prenda con la ayuda de los oscuros pezones, erguidos por la excitación. De la raja de tu velludo coño asoma la anilla roja de las bolas chinas que llevas dentro desde esta mañana cuando te fuiste a trabajar. La entrepierna del body está húmeda, pues absorbe el flujo que mana de tu penetrado sexo.


Tomas una vela roja y la enciendes. No sé qué clase de juego tramas. La llama arde y la cera empieza a consumirse. Inclinas ligeramente la vela y dejas caer unas gotas de cera sobre mi torso. Suspiro al sentir el calor sobre mi piel. Manteniendo la vela inclinada, vas desplazando la mano sobre mi juvenil cuerpo. La cera impacta suave en mi ombligo y en mi vientre. Se acerca peligrosamente a mi tieso miembro. Trago saliva: empiezo a comprender lo que te traes entre manos. Una ardiente gota de cera se posa sobre la redondez de mi rojizo glande. Gimo al notar el tremendo calor de la gota en esa parte tan sensible de mi cuerpo. No te detienes ahí: bajas un poco la mano y continúas derramando cada vez más cera sobre el resto de mi verga hasta llegar a la base y a mis huevos. La sensación de ardor y de quemazón que siento en todo mi paquete no hace más que aumentar el grado de placer. Mi respiración se acelera, los gemidos aumentan en intensidad. Mi glande vuelve a atraer tu atención: alternas reiteradamente una gota de hirviente cera y otra de tibia saliva sobre la punta de mi rabo. Esa combinación de temperatura y de sensaciones en el glande es demasiado para mí y, tras verter una última gota de cera justo sobre el pequeño agujero que culmina la cabeza de mi pene, varios chorros de espesa leche blanca se abren paso por él hasta cubrir el sedoso tejido de tu body a la altura de los muslos y del negro coño palpitante. 



50 LÍNEAS DE SEXO

Hola a todos.

Esta entrada es para informaros de que acabo de crear un nuevo blog titulado "50 líneas de sexo". En él únicamente publicaré breves relatos cuya extensión nunca sobrepasará las 50 líneas. En definitiva, relatos cortos para poder ser leídos en un par de minutos durante un trayecto en metro, en el autobús, entre clase y clase, en un descanso en la oficina...

Deseaba tener un blog exclusivamente para este tipo de relatos, a los que con el tiempo me he aficionado a escribir, por eso su creación al margen de este de "Ratos de sexo", en el que seguiré con la publicación habitual que ha habido hasta ahora (series, relatos largos, poemas, reflexiones, enlaces a artículos...). Sin embargo, como sé que aquí tengo lectores fieles que me seguís desde hace mucho tiempo, también publicaré aquí dichos relatitos para que los podáis leer sin causaros muchas molestias. De todas formas, espero que os paséis de vez en cuando también por el otro blog para echarle un vistazo. Habrá alguna que otra sorpresita. Aún está en proceso de construcción e intentaré ir mejorando su aspecto. Es un sistema un poco diferente al de aquí, un poco más complejo, por lo que tendré que ir poco a poco. Lo he estrenado con el relato "La vela de una madura". En el nuevo blog he puesto una foto ilustrándolo. Así que, si tenéis curiosidad por verla......Os la recomiendo, es muy original y me encantó cuando la vi.

Aquí os dejo el enlace:

https://50lineasdesexo.wordpress.com/

Muchas gracias por seguir leyéndome. Saludos.