29 de octubre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (8)


Después de aquella noche estuve un par de días sin saber nada de Luvy. Pensé un par de veces en llamarla pero al final opté por esperar a que fuese ella quien se volviera a poner en contacto conmigo. Tres días más tarde de que le desvirgase el culo, la joven dio de nuevo señales de vida:

  • Quiero que pases mañana por la noche por el club, a la misma hora del otro día. Una clienta muy especial va a acudir cuando ya esté cerrado para el público. Es una mujer muy distinguida y muy bien posicionada socialmente hablando y no quiere bajo ningún concepto ser reconocida. Por eso visita el club de forma privada. Cuando le apetece, me pide que le organice alguna pequeña fiesta sexual y me solicita, a la vez, discreción. Llámame cuando puedas- rezaba el mensaje que recibí.

Sinceramente, me venía bastante mal ir al día siguiente al club: era jornada laboral, al igual que el día posterior, y debía madrugar por lo que me resultaba complicado estar presente en la fiesta que Luvy pretendía preparar, ya que seguro que se prolongaría hasta prácticamente el amanecer. Se lo hice saber a la chica a través de una llamada. Le indiqué que su propuesta sonaba bastante interesante y tentadora pero el hecho de que fuese en plena semana laboral hacía difícil mi presencia en el club.

  • Te prometo que merecerá la pena conocer a Madame Noir. No te arrepentirás.

Finalmente Luvy terminó convenciéndome y acepté su invitación.

La noche siguiente, ya en plena madrugada, me presenté en el club a la hora fijada y vestido como la joven me había pedido esa misma mañana en un último mensaje antes de nuestro encuentro: elegante traje de chaqueta negro, camisa blanca y corbata negra a juego con el traje. En el exterior del local había aparcados dos vehículos: uno era el de Luvy y otro, un coche oscuro de alta gama. Supuse que sería el de la mujer de la que Luvy me había hablado. Estacioné mi coche junto a los otros dos y llamé a la puerta del club. Luvy abrió inmediatamente y me sorprendió con su atuendo: iba entera de negro, con un ajustado vestido corto de látex, unos zapatos de pronunciado tacón y unas medias muy sensuales. 



Me quedé impresionado ante su imagen tan provocativa. Ella se dio cuenta y sonrió.

  • Si ahora se te ha quedado esa cara, no sé cuál vas a poner cuando veas a Madame Noir y a su hija- me comentó.
  • ¿Su hija?- pregunté extrañado.
  • Sí, su hija también ha venido. Suele acudir casi siempre con ella. Es una chica que aún no ha cumplido los veinte años y, si te digo la verdad, es más puta que su propia madre. Yo me encargo de proporcionarles hombres selectos y discretos para que ellas puedan llevar a cabo con ellos sus múltiples y perversas fantasías. A cambio me gano algún ingreso extra, que nunca viene mal. El otro día Madame Noir me llamó para que le tuviera listo a algún hombre y pensé en ti. Te propuse como candidato y ella aceptó. “Siempre tienes buen ojo para elegirme a los hombres a los que me follo así que seguro que ese amigo o amante tuyo del que me hablas estará bien”, me indicó. Y me pidió que le montase una sesión de sexo para ella y su hija- me dijo Luvy.
  • Pero, ¿y tú?- le pregunté.
  • ¿Yo? Cuando viene Madame Noir me limito a mirar, a ejercer de voyeur. Y, créeme, no es poca cosa teniendo en cuenta el tipo de juegos y fantasías que la mujer se trae siempre entre manos. Hoy será igual: me quedaré observando cómo os lo montáis los tres. Eso sí, recuerda que no te permito que te corras dentro de otra mujer que no sea yo, tu puta. A Madame Noir no le gusta que los hombres con los que folla usen preservativo. Le encanta sentir todo el vigor y el roce de las pollas de forma directa y recibir dentro la leche. Sin embargo, he pactado con ella que no uses preservativo pero que no eyacules en su coño. Tu semen será sólo para mí. Ha aceptado la condición que le he impuesto y hoy hará una excepción. Las dos está arriba esperando. Creo que no deberíamos hacer que se impacienten- me comentó Luvy antes de comenzar a subir las escaleras hacia la planta superior del club, donde se hallaban las habitaciones temáticas.

Tal y como ocurrió la noche en que le desvirgué el culo a la joven, ella subió por delante de mí y de nuevo mis ojos penetraron bajo el vestido de la chica y comprobaron cómo en esta ocasión, ya sí, Luvy cumplía el requisito que le puse de no usar bragas. Ante mi vista apareció toda la raja desnuda del culo y una espléndida imagen del coño desde atrás. No obstante, mi rato de goce duró los segundos que tardamos en subir las escaleras. Yo estaba ansioso por saber a cuál de las habitaciones me conduciría en esta ocasión Luvy. Pasamos de largo un par de puertas y, de repente, la chica se detuvo ante una. Miré hacia arriba y leí: “Lencería, cuero, látex”.










No pude evitar tragar saliva, no por lo de la lencería sino por lo del cuero y el látex. Hasta aquella noche jamás había intervenido en ninguna práctica sexual con ese tipo de prendas como protagonistas y no era en sí eso lo que me infundía algo de respeto, sino el asociar lo del látex y el cuero con Madame Noir. Empecé a comprender que se trataría de una mujer en el papel de “ama” o “dominante” y en que, posiblemente, yo sería el sometido.

No me equivoqué: cuando Luvy abrió la puerta y pasamos al interior de la estancia, contemplé a dos mujeres que se encontraban dentro. Una , la de más edad, llevaba un mono de cuero negro puesto con la cremallera bajada varios centímetros, lo que permitía ver el canalillo que separaba las dos voluptuosas tetas. Parte de éstas se escapaban de la estrechez del mono y lucían al descubierto. Una máscara, tipo antifaz, de color negro ocultaba el rostro de la mujer para preservar su misteriosa intimidad. Su cabello moreno y unas botas a juego con el color del mono terminaban por hacer bueno el apodo de la mujer.




A su lado estaba su hija, a la que Luvy me presentó como Cristal. En efecto, no llegaba a los veinte años. Su cara, de aspecto angelical, le daba un aire todavía más juvenil. Ella, a diferencia de su madre, no llevaba ningún antifaz puesto y vestía un conjunto de lencería negro formado por sujetador, tanga, liguero y medias finas que realzaban la belleza de las piernas de la joven, Unos zapatos de tacón remataban su vestimenta. 




Madama Noir, Cristal y yo nos quedamos mirándonos, con Luvy como testigo. Cuando Madame Noir le hizo una señal a su hija y ambas comenzaron a avanzar hacia mí hasta ponerse a mi lado no imaginaba lo que me depararía aquella madrugada de sexo salvaje.





22 de octubre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (7)

Agarré con fuerza las dos nalgas de Luvy y tiré de la piel. Usando mis dedos como si fueran pinzas, atrapé la carne del culo y jugué con ella. Con todas mis ganas pellizqué una y otra vez los glúteos de la chica, cuyos gritos inundaban ya la habitación. El trasero de la joven se iba enrojeciendo con el paso de los segundos, conforme mis dedos seguían haciendo su trabajo. Fue entonces cuando decidí darle una vuelta de tuerca a la situación: con la mano izquierda me apoderé del cabello de Luvy por la parte de atrás de su cabeza y con la palma abierta de mi mano derecha azoté el culo de la chica de forma seca y contundente. El sonido del golpeo de mi mano se mezcló con el de los gemidos de Luvy y lo continuó haciendo con cada uno de los violentos impactos posteriores. Ahora sí, las nalgas de la joven comenzaban a adquirir un tono completamente rojo debido a mis azotes. Restregué la punta de mi verga por toda la raja del culo de arriba a abajo y luego en sentido contrario, detuve mi polla junto a la entrada del ano y, a la vez que mi mano chocaba una vez más con la nalga derecha de la chica, empujé con la cadera y con la cintura hasta enterrar la polla vehementemente en el ano. El grito que soltó la joven fue desgarrador y lo volvió a repetir cuando saqué casi en su totalidad el pene de dentro y lo incrusté de nuevo en el culo con toda mi energía.

Con un ritmo acompasado tiraba del pelo de Luvy, cacheteaba sus nalgas y bombeaba con mi maciza polla en frenéticos movimientos de penetración.




  • Dime, ¿te gusta, puta? ¿Estás disfrutando de sentir cómo mi falo perfora sin piedad tu ano?- le pregunté, mientras la piel de mi cuerpo brillaba por el sudor.

Pero Luvy no era capaz de responder: gemía como una loca, suspiraba, gritaba con cada penetración....Los glúteos de la chica se encontraban con un color tan intensamente rojo que opté por considerar ya suficiente ese castigo. Dejé de golpear el trasero y con la mano con la que lo había estado haciendo pasé a apoderarme de los senos. Primero empecé a pellizcar el pezón de la teta izquierda y a tirar con fuerza de él, sin dejar ni un instante de follar el culo. Mis testículos se bamboleaban sin control alguno ante las embestidas que yo llevaba a cabo contra el culo de Luvy.

Yo era consciente de que aún aguantaría un poco más antes de correrme por lo que continué cebándome con el culo de la joven.

  • ¿Qué te ocurre? ¿No era esto lo que querías? Voy a hacer que te corras de una vez, que te mees de placer y te juro que no pararé hasta lograrlo y ver cómo inundas el suelo con el chorro de flujo que mane de tu coño- le indiqué.

Después de manosear en varias ocasiones más ambas tetas, bajé la mano buscando el sexo de la joven. Al fin lo palpé y lo observé con calma: estaba ardiendo y palpitando. Restregué la mano por la raja vaginal y percibí lo mojada y pringosa que estaba. Ya no esperé más: al tiempo que con la mano izquierda tiraba de una forma descomunal del cabello de la chica y que embestía de manera salvaje el coño con mi polla, penetré el sexo con varios de mis dedos. Los metí, saqué y volví a introducirlos de golpe, hasta el fondo. Repetí la acción innumerables veces hasta que Luvy lanzó un grito extremo.

De repente de su coño y, entre mis dedos, empezó a salir un imparable chorro de líquido impactaba contra el suelo e iba formando un charco. Luvy se estaba corriendo con un delicioso squirt. Le saqué los dedos de dentro de su sexo y permití así que todo el líquido cayera libremente. Mientras ocurría, yo aún seguía machacando el ano de la chica pero comencé a notar que se acercaba el momento de mi eyaculación.

  • ¡Córrete de una vez! ¡Lléname el culo de leche! ¡Sacia la sed del ano de tu puta!- me gritó la chica, impaciente y deseosa de notar ya dentro de ella el calor del semen.

Apreté los dientes, reuní las fuerzas que aún me quedaban y embestí con vehemencia varias veces más contra el culo de la joven hasta que no aguanté más y comencé a sentir cómo de la punta de mi polla empezaba a salir el esperma.

  • ¡Eso es! ¡Dámelo todo, lo quiero todo en mi culo hasta que rebose y chorree por mis muslos!- gritó Luvy en cuanto percibió las primeras gotas de semen.

Uno tras otro fui descargando tres potentes chorros de leche, que el ano de la chica se bebía sin problema alguno. Luego manaron de mi glande goterones sueltos de esperma que mi todavía palpitante verga arrojaba. Cuando finalicé de eyacular, saqué el falo de dentro de Luvy e, inmediatamente, parte de la leche que yo había derramado unos instantes antes comenzó a rezumar por el abierto y pringoso orificio anal.



Suspiré aliviado y relajado tras correrme y lo mismo hizo la joven, cuyos gemidos se fueron apagando lentamente. Con las manos esparcí por las nalgas y por el inicio de los muslos de la chica el semen que el ano estaba expulsando y dejé toda esa parte de la piel completamente húmeda y brillante, cubierta por una fina capa de esperma.




  • Quiero que huelas entera a mí para que no olvides de quién eres la puta- le dije, a la vez que terminaba de restregarle mis manos por los glúteos.

Después liberé a Luvy de las ataduras de los pies y de las manos y ella se reincorporó. Se giró hacia mí y, deslizando las palmas de las manos por mi torso hasta el vientre y posteriormente hasta mi entrepierna, masajeó mis genitales y mi pene, acercó su boca a mi oído derecho y me susurró:


- Gracias por desvirgarle el culo a tu zorra. 

15 de octubre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (6)

Cuando entramos en aquella sala y cerramos la puerta, me quedé asombrado: la estancia era bastante espaciosa y estaba equipada con todo tipo de artilugios. Había una cama amplia en una de las esquinas. Junto a ella, una mesa sobre la que se encontraban perfectamente colocada una serie de juguetes eróticos, todos ellos destinados para el sexo anal: dildos, plugs, bolas chinas...Tampoco faltaba lubricante ni varias cajas de preservativos. La variedad cromática de los juguetes los hacía mucho más llamativos a la vista. Los había de diferentes tamaños: desde los más pequeños y sencillos hasta los más grandes, gruesos y sofisticados. Mi atención se fijó al principio en estos objetos, pero pronto descubrí la joya de la corona de la habitación: en el centro había una especie de mueble de madera formado por una mesa y varias barras colocadas un poco por delante de la mesa, a cada uno de los lados. En el suelo también se apreciaba una tercera barra. Hasta que no advertí la presencia en dichas barras de unas cuerdas y ataduras, no comprendí para qué servía todo aquello: estaba destinado a atar allí a alguien de pies y manos. Al mirar a Luvy, observé cómo la chica estaba pendiente de mí, disfrutando de la cara de sorpresa que yo había puesto ante la dotación existente en la sala.

  • Es hora de que cumplas una de mis exigencias- me comentó, mientras se acercaba al centro de la habitación y se situaba junto a la mesa de madera.

No me dijo nada más, aunque tampoco hizo falta para comprender a qué se refería. Elevó sus brazos y colocó las manos pegadas a las ataduras superiores. Luego separó las piernas y situó cada pie al lado de las ataduras inferiores. La joven permaneció quieta en esa postura durante unos segundos. Me aproximé a ella y le até la mano izquierda con la soga y, posteriormente, hice lo mismo con su mano derecha. Inmovilizada ya de las extremidades superiores, tan solo me quedaba fijar sus pies a la barra de abajo. Me puse en cuclillas y lentamente dejé los dos pies bien sujetos de manera que no pudiera moverlos. Luvy comprobó que estaba perfectamente atada, moviendo con fuerza las manos y los pies sin que estos se soltaran. Satisfecha por mi trabajo realizado, inclinó ligeramente su cuerpo hacia delante y dejó su culo en pompa y a mi entera disposición. La joven estaba totalmente a mi merced, dispuesta a dejarse hacer en su ano cualquier cosa que se me antojase. 



Yo no le podía fallar: por un lado, sabía que debí ir con prudencia para no hacerle daño durante la desvirgación anal pero, por otra, quería que lo disfrutase al máximo. Además, era evidente que Luvy no deseaba que fuese una cosa “light” pues, si no, no me hubiera llevado a esa habitación.

No tardé mucho más en reaccionar: con mi lengua comencé a lamer desde atrás toda la entrepierna de la chica. Desplacé la lengua en varias ocasiones desde la raja vaginal hasta el ano y luego en sentido contrario. Mi saliva iba humedeciendo toda esa zona cada vez más y los flujos de mi boca se mezclaban con aquellos que salían del coño de la chica. Aceleré un poco los movimientos y les imprimí mayor fuerza para que la presión sobre el sexo y el ano de Luvy fuera mayor. Los primeros gemidos comenzaron a salir de la boca de la chica. Puse las manos sobre las nalgas de la joven y separé los glúteos. El orificio anal apareció ante mí y, tras besarlo primero y rozarlo después con la punta de la lengua, escupí varias veces. Parte de la saliva penetró en aquel oscuro agujero y la otra parte resbalaba por él y por la cara interna los muslos.

  • Creo que esto ya está suficientemente lubricado- le indiqué a Luvy, cuya respiración se había acelerado.

Fue entonces cuando me acerqué hacia la caja donde estaban los dildos y los plugs. Dudé unos instantes debido a la enorme variedad que se ofrecía ante mí. Pero luego me decidí por uno de aquellos juguetes: se trataba de un plug que terminaba en una cola que simulaba ser la de un animal. Imaginé aquel objeto insertado en el ano de Luvy antes de que yo lo penetrase con mi polla, la forma en que la cola sobresaldría del culo, la pinta de puta que tendría con eso metido....Agarré el plug y volví hacia donde se encontraba la joven. Ella no se había percatado de que yo tenía en mi mano el juguete y, cuando lo aproximé a la raja de su trasero y la rocé de arriba a abajo con la punta del plug, dio un pequeño respingo. De manera deslicé en repetidas ocasiones el juguete sobre la raja, sin penetrarla, sólo tocando la entrada del ano. Los suspiros de Luvy iban en aumento conforme notaba el roce del objeto, que no tardó en humedecerse con la saliva que había en el culo y con los flujos que llegaban hasta él procedentes del palpitante sexo de la chica.

  • ¡No me hagas sufrir más! ¡Penétrame de una maldita vez el ano!- exclamó Luvy, ya desesperada por ser follada por detrás.
  • ¿Eso quiere mi zorra? Creo que me lo tendrás que pedir mejor y de otra manera, si deseas que te desvirgue ese culo que tienes. Las putas seguro que lo solicitan de otra forma- le respondí.
  • ¡Párteme el culo, cabrón! ¡Obedece a tu zorra y reviéntale el ano con todas tus ganas como se lo harías a una puta callejera!- gritó la joven.

Empujé el plug ligeramente hacia delante y comenzó a hundirse en el orificio anal: primero entró la punta, luego fue engullido hasta la mitad y, por último, quedó totalmente enterrado. Sólo la preciosa colita asomaba entre las nalgas. 

Dejé el juguete unos instantes en el interior del culo antes de empezar a meterlo y a sacarlo. Los gemidos de Luvy resonaban por toda aquella sala en medio de la madrugada, cosa que me incitaba a incrementar cada vez más la fuerza y el ritmo de penetración.

  • ¡Ahhh....Ahhhhhhh....! Joder, ¿qué me estás haciendo?- acertó a decir la joven en medio de sus gemidos de placer.
  • ¿No querías que te partiera el culo? ¿No deseabas que te lo hiciera de forma salvaje? Ahora cállate y aguanta como una buena zorrita, como mi zorra. Prepárate porque te voy a meter toda mi polla dentro y no la voy a sacar hasta hacer que te corras y hasta llenarte e inundarte el culo de leche- le repliqué.

Extraje el plug de golpe con un fuerte tirón.

  • ¡Mira cómo huele, tan intenso, tan sucio.....! Creo que tienes madera de puta- le comenté tras acercar el objeto a mi nariz e inspirar el olor que el juguete desprendía recién sacado del ano.

Extendí el brazo y coloqué el objeto delante del rostro de la joven para que también ella pudiese gozar del aroma de su propio culo. Tras ver cómo ella inspiraba varias veces, le ordené que lo chupara. Abrió la boca, sacó la húmeda lengua y lamió todo el plug justo antes de que yo lo empujara entre los labios y lo dejase metido en la boca.

  • Así, eso es. Saboréalo, déjalo bien limpio para la próxima putita que venga a esta sala a que le hagan algo parecido a lo que te estoy haciendo a ti- le comenté.

Luvy permaneció unos segundos con el plug metido entre los labios y con la cola del juguete saliendo entre ellos.

  • Tu ano ya está suficientemente lubricado, dilatado y abierto, listo para acoger a esta tiesa polla y soportar cada una de sus embestidas- le indiqué a la chica en el preciso instante en que le sacaba de la boca el plug.

Dejé el juguete en el suelo y me situé de pie tras la joven. Había llegado el momento de que Luvy sintiese la salvaje fuerza de mi verga.


8 de octubre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (5)

Parecía que nunca iba a llegar el momento de volver a ver a Luvy pero, finalmente, llegó. A la hora fijada, en plena madrugada, me presenté en el club. Fuera estaba todo tranquilo, sin gente en los alrededores. Media hora llevaba ya el club cerrado y sólo se respiraba calma. Antes de llamar a la puerta, pude observar a través de los ventanales cómo dentro no se había luces encendidas. Toqué el timbre pensando en si, tal vez, Luvy me habría hecho ir hasta allí para nada, por querer gastarme una pesada broma. Pasaron unos segundos sin que nadie me abriese la puerta, por lo que volví a pulsar el botón. De repente, se oyeron unos pasos acercándose a la puerta. El ruido de unos tacones golpeando sobre el suelo se hacía cada vez más evidente. Mi respiración se aceleró, mientras yo esperaba a que se abriese de una vez la puerta.

  • ¿Contraseña?- se oyó desde el interior.

La voz era inconfundible: se trataba de Luvy y supuse que estaba en tono d ebroma al pedirme la contraseña, así que le seguí el juego.

  • Ábreme, zorrita sin sujetador y sin bragas- le respondí.

Unos segundos más tarde apareció ante mí, en medio de la oscuridad, la imagen de la chica. Llevaba un provocativo minivestido negro de rejilla. Completamente ceñido a su cuerpo, permitía ver con absoluta claridad las dos enormes tetas desnudas de la joven. Los dos pezones asomaban a través de sendas rejillas como si quisieran escapar de aquella especie de ajustada red que era la prenda. 



Mis ojos permanecieron clavados en los senos de Luvy durante unos instantes, captando hasta el más mínimo detalle de las areolas y de los dos botones carnosos que las coronaban. Resoplé impresionado ante lo que estaba viendo y contemplé cómo en le rostro de la chica se dibujaba una sonrisa de satisfacción por el impacto que había causado en mí la visión de aquellas tetas.

Cerré la puerta y me acerqué un poco más a la joven, a la vez que con la mirada continuaba recorriendo el resto de su cuerpo. Me quedé sorprendido al comprobar que un tanga rojo cubría el sexo de Luvy. Ella debió de darse cuenta de mi extrañeza por la presencia de aquella prenda íntima tras lo que habíamos acordado sobre el hecho de que no volvería a usar lencería.

  • Tranquilo que no voy a incumplir lo pactado. Sólo quería que estuviese presente en el momento en que me quitase el último tanga que voy a usar- me aclaró.

Tras pronunciar estas palabras, me preguntó haciendo alusión a su vestido:

  • ¿Te gusta el modelito con el que he trabajado hoy?
  • Mucho. Es tan....- acerté a contestar antes de que ella me interrumpiera.
  • Me alegro de que te guste. Quería sentirme sexy y caliente durante toda la noche hasta que pudiese verte. Y, créeme, ha funcionado. Ni te imaginas cómo me miraban los clientes. Casi se les caía la baba al suelo contemplando mis sinuosas tetas y mirándome el culo- reconoció Luvy al tiempo que se giraba para mostrarme su trasero.

El fino hilo del tanga se perdía entre las redondas y macizas nalgas de la joven, dejando aquellos dos glúteos completamente a la vista. El espectáculo era fantástico y sólo de admirarlos me daban ganas de arrancarle el tanga y sacarle de la raja del culo la delgada tira de la prenda. Luvy pareció leerme el pensamiento porque rápidamente me preguntó:

  • ¿No quieres comprobar el grado de mi excitación? ¿No deseas ver lo caliente que está tu puta? Si me quitas el tanga, comprenderás que no exagero.

Extendí, entonces, mis manos hasta la cintura de la chica, le subí un poco el minivestido, agarré le tanga y lo fui deslizando poco a poco. Fue una delicia ver cómo la tira de la prenda salía milímetro a milímetro del interior del culo hasta quedar completamente fuera. Bajé el tanga del todo y se lo saqué por los pies. Inmediatamente noté en mis manos la humedad que que había en la prenda. La abrí y me deleité observando la enorme mancha de flujos que empapaba el tejido. No pude resistirme a oler y a lamer la entrepierna del tanga.

  • Eso es, muy bien. Así me gusta, que lo limpies y que saborees todos los jugos de tu zorra.

Pero no me permitió que lo hiciera por mucho tiempo: se giró y ordenó que me pusiera de rodillas. Su sexo, brillante por la humedad, quedó justo a la altura de mi cara. La joven me quitó de las manos el tanga, lo arrojó al suelo y empujó mi cabeza contra su cuerpo. Mi boca y mi nariz quedaron pegadas a su coño, que desprendía un aroma atrayente e intenso. Moví despacio la cabeza y empecé a restregar mi rostro contra el bajo vientre, contra las ingles y contra el mojado sexo de Luvy, que suspiraba al sentir el roce. Con la punta de la nariz comencé a acariciar la raja vaginal de la chica. Recorrí la entrada del coño una y otra vez y mi nariz se iba cubriendo cada vez más con el flujo que manaba de aquel sabroso sexo. El líquido penetraba por mis orificios nasales, gracias a lo cual podía disfrutar todavía más del intensísimo olor vaginal.

Luvy se despojó del vestido y liberó sus tetas de la presión que sobre ellas ejercían las rejillas. Mientras la joven comenzaba a masajearse los senos, llevé mis manos a su entrepierna y froté en repetidas ocasiones los carnosos labios vaginales. Luego, los separé y abrí el coño de par en par, antes de volver a acercar mi boca y de ponerme a jugar con la lengua sobre el clítoris. Mis labios lo atraparon y provocaron que Luvy emitiera varios suspiros de placer. Empecé a tirar del clítoris, primero con delicadeza, luego ya de manera más enérgica. La joven no paraba de gemir y, en pleno goce, me dijo:

  • ¡Joder, para, para o me voy a correr ya! Vayamos arriba. Es hora de llevar a cabo aquello por lo que te he citado.

Me dejó momentáneamente con el calentón y con toda mi polla bien tiesa bajo mis jeans. Pero sólo sería por unos instantes. Luvy me quitó la camisa y después el pantalón. Al ver la enorme erección que se escondía bajo el bóxer negro que yo llevaba, se puso a masajear mi paquete unos segundos y sonrió al comprobar cómo sus caricias habían provocado que yo mojara el bóxer con líquido preseminal. Toda la hinchada silueta de mi verga se marcaba la oscura prenda íntima y la chica pasó varias veces uno de sus dedos desde mi glande hasta la base del pene, antes de presionar mis testículos. No quiso esperar más y me bajó de golpe el bóxer, dejando que mi hinchado miembro viril quedara al descubierto y apuntando hacia delante de manera desafiante. Lo envolvió con su mano y sin miramiento alguno empezó a agitarlo. 



Con movimientos bruscos y secos me machacaba la polla haciendo que yo gimiese lleno de placer. Perdí la cuenta de las ocasiones en que la joven recorrió mi pene con su mano hasta que decidió parar.

  • Tampoco tú debes correrte todavía. Ahora sí, subamos. No hay tiempo que perder- me indicó.


Luvy se dirigió a las escaleras y yo la seguí. Cuando comenzó a subir los escalones, me ofreció la imagen trasera de su culo y de su coño, del que resbalaban sin cesar gotas de flujo. Intrigado por las intención de la chica y con la atención puesta en su sexo, que estaba a apenas unos centímetros de mi cara, terminé de subir las escaleras y los dos avanzamos por el pasillo. Luvy se detuvo junto a la puerta de una de las habitaciones. Sobre el marco de la puerta había un letrero con las palabras “Sexo anal”. 

1 de octubre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (4)

Luvy me llamó más tarde. Estuvo un tanto misteriosa y la conversación no fue muy larga. Me citó para la madrugada del viernes al sábado en el club donde trabajaba. Además, me especificó claramente que me pasara por allí un poco después de la hora de cierre. No me indicó nada más y me dejó un poco desconcertado, aunque imaginé que lo que pretendía es que estuviéramos solos.

Todavía faltaban unos días hasta el viernes. Sin embargo, durante esas jornadas Luvy se encargó de que nuestra conexión no se enfriase: me mandaba de vez en cuando mensajes calientes con vocabulario sucio y obsceno, en los que me describía con todo lujo de detalles lo que le gustaría hacer con mi polla. La chica tenía la habilidad de de calentarme al máximo con cada línea de texto que me escribía. Mientras yo leía sus palabras, mi verga reaccionaba siempre bajo el bóxer, comenzaba a palpitar y se iba endureciendo y empalmando centímetro a centímetro.
Los mensajes de la joven recibían inmediata respuesta por mi parte: no me cortaba ni un pelo y usaba el mismo tono y el mismo léxico vulgar que la chica. Me la imaginaba tan excitada como yo, con su coño húmedo, con las bragas mojadas tiradas en el suelo; pensaba en sus pezones, que seguro ya estarían bien duros y tiesos, marcados en la blusa o camiseta que llevara puesta. El jueves por la noche no sólo recibí un par de mensajes de Luvy, sino también un breve vídeo. La joven aparecía completamente desnuda, sentada en el suelo del cuarto de baño de su casa y abierta entera de piernas. Me fijé, primero, en sus enormes y atrayentes tetas y en la formidable dureza de los pezones que coronaban las areolas. Pero, inmediatamente, mi atención recayó en el sexo de la chica. Sobre la raja vaginal se observaba una fina capa de vello púbico. Los labios del coño se mostraban en todo su esplendor: carnosos, jugosos, deliciosos.....A través de la raja se podía contemplar el clítoris, que asomaba brillante de humedad y con su tono rosado. La reacción de mi pene fue inmediata y no tardé en notar cómo se me hinchaba bajo mi prenda íntima de color azul, que era lo único que llevaba puesto a esas horas de la noche y a punto de meterme en la cama.

Luvy tomó en su mano derecha una cuchilla de afeitar, de diseño femenino y de color rosa chicle, y un bote de espuma. Lo destapó y dejó caer una generosa cantidad en su pubis, un poco por encima del comienzo de la raja vaginal. Extendió la espuma por toda esa zona y y tapó con ella el vello púbico. Comencé a acariciarme la verga sobre el bóxer, sin dejar de mirar lo que ocurría en la pantalla de mi móvil. Mi polla quedó ya totalmente empalmada, antes de que la joven empezara a deslizar la cuchilla sobre su piel, retirando en cada pasada una parte de la espuma y, con ella, el vello. Luvy miraba a la cámara, sonreía se mordía el labio inferior de la boca y retomaba el rasurado de su sexo. La manera tan provocativa en que lo estaba haciendo me encendía por completo y, casi sin darme cuenta, mi mano derecha bajó el bóxer y permitió que mi maciza polla quedara al descubierto. Agarré mi miembro y empecé a agitarlo. A la vez que contemplaba cada pasada de la cuchilla y la manera en que iba llevándose consigo los finos vellos oscuros de Luvy, mi mano recorría lentamente el falo, deslizándose una y otra vez desde la base hasta la redonda y rojiza punta. 





Rocé el glande, humedecido ya a esas alturas de líquido preseminal, y con los dedos tracé círculos sobre él antes de volver a recorrer el pene con la mano. Aceleré un poco el ritmo al observar que la chica ya había terminado de afeitarse su sexo y que, después de soltar la cuchilla, se masajeaba el coño frotando sobre él la palma de la mano. Varios gemidos escaparon de mi boca cuando machaqué mi polla con más fuerza, al tiempo que los testículos se bamboleaban descontrolados de un lado a otro, al compás marcado por el movimiento manual. El sudor comenzó a bañar mi cuerpo empapando todo el torso, el vientre y los muslos. Volví a incrementar la velocidad de la masturbación en cuanto comprobé que Luvy había introducido dos dedos dentro de su mojado coño y lo penetraba sin miramiento alguno, de forma seca y brusca. 




De manera vertiginosa los dos dedos entraban y salían de la vagina de la joven y cada vez aparecían más sucios, con flujo blanco y pringoso. Vi cómo del agujero de mi glande brotaban pequeñas burbujas en forma de perlas de color blancuzco, que rápidamente desaparecían arrastradas por la fricción de mis dedos sobre la zona. El sonido del vídeo mostraba a una Luvy que gemía desesperadamente, mientras los dedos penetraban de manera frenética la raja vaginal. Sabedor de que la chica estaba a punto de correrse, realicé un par de violentos arreones sobre mi verga y no aguanté más: un primer chorro de semen salió disparado. Mi móvil estaba tan cerca de la punta de mi falo que la pantalla quedó cubierta por mi propia leche. Un par de segundos después, y al tiempo que yo continuaba eyaculando abundantemente, observé cómo Luvy llegaba al orgasmo en medio de escandalosos gemidos. Mi segunda descarga de esperma cayó sobre el suelo pero una tercera volvió a impactar contra la pantalla del teléfono. Pese a los sucia que se encontraba ya, todavía podía ver la joven sentada en el suelo del cuarto de baño, totalmente abierta de piernas y con el flujo vaginal chorreando de su sexo: estaba teniendo un squirt y lo estaba poniendo todo empapado. Justo en el momento en que Luvy dejó de expulsar líquido, el vídeo se cortó y mi móvil sonó. Lo limpié un poco y me lo acerqué al oído:

  • Sé que te has pajeado mientras veías mi vídeo. Seguro que ya te has corrido de gusto al observar a tu sucia putita afeitándose y machacándose el coño hasta mearse de placer. He imaginado tu polla mientras me masturbaba, lo dura y tiesa que la tendrías, su olor, su sabor, la humedad de tu glande, cada vena marcada sobre ella como si fuera a explotar....Dime, te has vaciado de leche, ¿verdad?- me dijo Luvy.
  • ¡Uffff! ¡Ya lo creo que sí! Todavía gotean restos de semen de mi verga- le respondí.
  • No me hables así, háblame de forma más sucia y lasciva- me pidió.
  • Acabo de llenar la pantalla del móvil de mi apestosa y caliente leche. Me he corrido sobre ti, puta- le repliqué.
  • Ummm...Eso suena ya mucho mejor. Me encanta que cubras entera de esperma Y mañana volverás a hacerlo pero esta vez ya de verdad, sobre mi piel y dentro de mí. No te dejaré ni una sola gota de semen. Nos vemos mañana en el club a la hora acordada. Y una última orden: nada de andar jugando hasta entonces con tu polla. Déjala reposar y quieta. Ni se te ocurra volver a masturbarte hasta que nos encontremos mañana. Tienes que reservar a partir de ahora toda la leche para tu zorra- dijo Luvy antes de cortar la llamada.


A la mañana siguiente, mientras me dirigía al trabajo en el transporte público, no pude resistir la tentación de ver otra vez el vídeo de Luvy. Hacer eso sin masturbarme no quebrantaría la norma impuesta por la joven por lo que empecé a gozar de nuevo de aquellas fabulosas imágenes. No me importó que a mi lado viajara una mujer de mediana edad, cuya curiosidad hizo que se fijara en la pantalla de mi móvil y observase buena parte de la masturbación de Luvy. Pensé que se levantaría escandalizada al tomarme por un degenerado o por un cerdo por ir viendo ese tipo de vídeos en público. Pero no lo hizo, todo lo contrario: permaneció sentada y no apartó la mirada de mi teléfono ni un instante, a la vez que resoplaba, mostraba síntomas de estar acalorada y separaba cada vez más las piernas seguro que lamentándose de no poderse tocar allí mismo.