16 de julio de 2017

DESAYUNO EN EL HOTEL

  • Pasa, cariño, la puerta no está cerrada del todo- digo sin mirar al oír tocar con los nudillos en la habitación del hotel en el que nos alojamos.

Mi marido ha salido a comprar un par de cosas y yo, mientras, aprovecho para ir haciendo las maletas antes de viajar de regreso a casa. Sólo llevo puestas la fina camiseta y las braguitas azules con las que he dormido. Me encuentro de espaldas a la puerta, con el cuerpo inclinado, guardando un par de prendas en la maleta, cuando noto la mano de mi esposo en mis nalgas. De manera deliciosa comienza a restregarla por mis glúteos, por encima de las bragas. Me encanta que Ignacio me sorprenda con uno de sus juegos sexuales, sea cual sea la hora del día y el lugar en el que nos encontremos. Le dejo hacer y siento cómo la mano se desliza por mi culo una y otra vez, aumentando progresivamente la fuerza de los movimientos. Tras unos instantes mi braguita es desplazada un poco hacia el lado y mi raja vaginal, que ha comenzado a humedecerse, queda al descubierto. Un dedo la recorre de arriba a abajo, llevándose pegado el flujo que ya sale de mi coño. Suspiro de placer y le ruego a Ignacio que no pare, que siga. Me despoja de las bragas y, rápidamente, juega en mis genitales con un segundo y luego con un tercer dedo, que los frotan sin cesar y con gran maestría. Comienzo a gemir y ya no presto atención alguna a la maleta: permanezco con el culo en pompa para que mi marido tenga vía libre para hacerme lo que desee por detrás. No tardan sus dedos en ir perdiéndose progresivamente dentro de mi sexo y en entrar y salir a un ritmo que me hace estremecer. Chorreo, estoy empapada y mis tiesos pezones se marcan irremediablemente en el tejido de la camiseta. Mi coño palpita y, en cuanto noto un violento acelerón de los dedos en mi interior, gimo desesperada. La velocidad de penetración es ahora vertiginosa y sobre el suelo de la habitación empiezan a formarse pequeños charquitos con las gotas de mis fluidos. Un último y enérgico arreón de la mano de mi esposo está a punto de llevarme al éxtasis pero, de pronto, saca los dedos y es su lengua la que me lame el coño con ganas, rozando mi clítoris y ensañándose con él antes de aprisionarlo con los labios y de apretarlo con fuerza.

En el momento en que Ignacio se pone a meter y a sacar como un poseso la punta de la lengua en mi raja, no aguanto más y me corro en su boca llenándola de mis calientes jugos. Me quedo quieta, tratando de recuperar la respiración al igual que mi esposo que, con su rostro aún metido entre mis piernas, no dice absolutamente nada. Después de unos segundos siento cómo retira su cara de mi coño y oigo unas palabras:

  • Ya tiene aquí su desayuno, señora. Buen provecho.


Sorprendida, me giro y descubro a uno de los camareros del hotel limpiándose la boca con mis bragas antes de guardárselas en el bolsillo del uniforme y de abandonar la habitación tras haberme comido de forma deliciosa mi coño. 

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