La antigua Roma ha
dado personajes célebres a la historia de la Humanidad relacionados
con el mundo de las Artes, de la Filosofía, de la Literatura, etc.
Pero
también existen casos de personalidades conocidas por otro tipo de
circunstancias. Una de estas personas famosas fue Valeria Mesalina
(25 d. C.- 48 d. C.). Esposa del emperador Claudio, destacó por su
enorme belleza y por las continuas infidelidades a su esposo con
miembros de la nobleza romana, así como con soldados, actores,
oradores e, incluso, gladiadores.
En principio,
Mesalina era la forma femenina del nombre Mesala, pero debido a esta
emperatriz romana y a su fama, el nombre de Mesalina adquirió un
nuevo significado, representando el concepto de mujer muy libidinosa,
hasta convertirse en un sinónimo de prostituta, ramera o meretriz.
Mesalina
era una auténtica ninfómana. Tal y como narra el poeta Juvenal,
esta emperatriz llegó a prostituirse en el barrio de Subura, bajo el
apodo de Licisca
(Mujer-loba).
Al llegar la noche, la emperatriz abandonaba el palacio y se dirigía,
disfrazada con una peluca, a un conocido lupanar donde recibía a los
clientes. Éstos la preferían no sólo por su belleza, sino también
porque no exigía juventud ni apariencia, únicamente potencia viril.
Mesalina recibía a cualquiera y, según cuenta el mismo Juvenal,
cuando tenía que regresar a palacio se entristecía, al marcharse al
lecho imperial todavía insatisfecha.
Orgullosa de su
lascivia, retó a las prostitutas de Roma, animándolas a participar
en una competición que ella organizaría en palacio, aprovechando la
ausencia de su esposo Claudio, que se encontraba en Britania.
El desafío
consistía en comprobar quién era capaz de tener sexo con más
hombres en una misma noche. Al evento, que comenzaría al anochecer,
acudirían muchos hombres importantes de la corte, además de otras
damas a las que Mesalina había logrado convencer para que también
participaran.
Las prostitutas
aceptaron el reto y enviaron como representante a la puta más famosa
de Roma, Escila, una mujer siciliana.
En la noche de la
competición y tras haber practicado sexo con veinticinco hombres,
Escila se rindió y Mesalina resultó ganadora, ya que superó la
cifra al aguantar follando hasta al amanecer y seguir compitiendo.
Según se cuenta, incluso después de haber atendido a setenta
hombres, seguía queriendo más y llegó hasta la impensable cantidad
de doscientos hombres. Cuando Mesalina le solicitó a Escila que
volviese, ésta se retiró diciendo: «Esta infeliz tiene las
entrañas de hierro».
Nunca
renunció a probar ninguna práctica o placer del sexo, destacando su
predilección por lo que, más tarde, se llamaría “masoquismo”:
en efecto, en el mismo palacio imperial, además de recibir y gozar
con sus amantes, disfrutaba con los azotes que recibía y que, a
veces, ella misma propinaba, como estímulo para aumentar todavía
más el nivel de erotismo, sensualidad, morbo y placer.
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