26 de abril de 2017

¿VOLVERÁ?

¿Volverá algún día el fragor
que enredaba nuestras sábanas?
¿Se llenará otra vez de fulgor
la pasión de tus miradas?

¿Rodarán tus húmedos labios
por mi piel aterciopelada
como en aquellos fríos inviernos,
cuando incendiaban la cama?

¿Deslizarás tu lasciva boca,
ardiente, atrevida, loca,
por la desnudez de mi cuerpo
haciendo que se detenga el tiempo?

¿Permitirás que mis cálidas manos
acaricien la flor de tu pelo
y recorran tu esbelto cuello,
haciendo cumbre en los senos?

¿Llevarás a la erupción
al volcán que era mi miembro,
cuando lo sometías con pasión
a tus fantasías y desenfreno?

¿O, en cambio, dejarás que me mate
la cruel tristeza del alma,
ésa que hoy llora al no verte
y que me ha arrebatado la calma?



19 de abril de 2017

MESALINA, UNA EMPERATRIZ NINFÓMANA


La antigua Roma ha dado personajes célebres a la historia de la Humanidad relacionados con el mundo de las Artes, de la Filosofía, de la Literatura, etc.

Pero también existen casos de personalidades conocidas por otro tipo de circunstancias. Una de estas personas famosas fue Valeria Mesalina (25 d. C.- 48 d. C.). Esposa del emperador Claudio, destacó por su enorme belleza y por las continuas infidelidades a su esposo con miembros de la nobleza romana, así como con soldados, actores, oradores e, incluso, gladiadores.



En principio, Mesalina era la forma femenina del nombre Mesala, pero debido a esta emperatriz romana y a su fama, el nombre de Mesalina adquirió un nuevo significado, representando el concepto de mujer muy libidinosa, hasta convertirse en un sinónimo de prostituta, ramera o meretriz.
Mesalina era una auténtica ninfómana. Tal y como narra el poeta Juvenal, esta emperatriz llegó a prostituirse en el barrio de Subura, bajo el apodo de Licisca (Mujer-loba). Al llegar la noche, la emperatriz abandonaba el palacio y se dirigía, disfrazada con una peluca, a un conocido lupanar donde recibía a los clientes. Éstos la preferían no sólo por su belleza, sino también porque no exigía juventud ni apariencia, únicamente potencia viril. Mesalina recibía a cualquiera y, según cuenta el mismo Juvenal, cuando tenía que regresar a palacio se entristecía, al marcharse al lecho imperial todavía insatisfecha.

Orgullosa de su lascivia, retó a las prostitutas de Roma, animándolas a participar en una competición que ella organizaría en palacio, aprovechando la ausencia de su esposo Claudio, que se encontraba en Britania.
El desafío consistía en comprobar quién era capaz de tener sexo con más hombres en una misma noche. Al evento, que comenzaría al anochecer, acudirían muchos hombres importantes de la corte, además de otras damas a las que Mesalina había logrado convencer para que también participaran.
Las prostitutas aceptaron el reto y enviaron como representante a la puta más famosa de Roma, Escila, una mujer siciliana.
En la noche de la competición y tras haber practicado sexo con veinticinco hombres, Escila se rindió y Mesalina resultó ganadora, ya que superó la cifra al aguantar follando hasta al amanecer y seguir compitiendo. Según se cuenta, incluso después de haber atendido a setenta hombres, seguía queriendo más y llegó hasta la impensable cantidad de doscientos hombres. Cuando Mesalina le solicitó a Escila que volviese, ésta se retiró diciendo: «Esta infeliz tiene las entrañas de hierro».


Nunca renunció a probar ninguna práctica o placer del sexo, destacando su predilección por lo que, más tarde, se llamaría “masoquismo”: en efecto, en el mismo palacio imperial, además de recibir y gozar con sus amantes, disfrutaba con los azotes que recibía y que, a veces, ella misma propinaba, como estímulo para aumentar todavía más el nivel de erotismo, sensualidad, morbo y placer. 

12 de abril de 2017

ASÓMATE

Asómate y deja que el viento
levante con sus livianas ráfagas
cada uno de los zaínos hilos
de tu largo cabello.

Asómate y vuelve a permitir
que el sol roce
con la tibieza de sus rayos
tus negras pestañas de terciopelo.

Asómate y detente en la terraza,
aunque de celos se muera el cielo
y en maquiavélica venganza
torne en gris el añil de su velo.

Asómate y consiente de nuevo
que la fresca brisa matutina
acaricie la desnudez de tu cuerpo
y endurezca la cima de tus senos.

Asómate, no te demores,
para que el dulce aroma a azahar
de esta naciente primavera
envuelva tu monte de Venus.

Asómate, no te hagas de rogar,
y dale sentido a mi vida,
la de este inválido de enfrente
postrado en su lecho de hielo.



5 de abril de 2017

ADICCIÓN EN EL METRO

Ni te imaginas lo mucho que espero cada día este momento de la mañana. Ése en el que todos bostezan en el metro, ése en el que contemplo una a una las caras de cansancio y de hastío de la gente ante una nueva jornada laboral o estudiantil. Observo cómo algunos apoyan su cabeza sobre el cristal de la ventanilla con la mirada perdida; otros cierran los ojos tratando de ganarle al tiempo unos instantes más de sueño; son pocos los que tienen abierto un libro y apuran la lectura de un par de páginas antes de llegar a su destino. Pero la mayoría teclea, incansable, en el móvil, sumida en esa creciente adicción al teléfono, como si le fuera la vida en ello, como si resultara lo más importante de su existencia mandar un mensaje a las ocho de la mañana, subir una foto a cualquier red social o darle a “Me gusta” a una publicación.

Tú perteneces a este último y numeroso grupo de viajeros y yo me aprovecho de tu bendita adicción al móvil, que se convierte en mi aliada. Puedes llamarme pervertido, aunque yo preferiría el término “morboso”. Porque es eso justo lo que me provoca tu presencia en el vagón del metro: morbo. En todo caso, tú tampoco estás exenta de culpa, así que no te hagas la “niña buena”: pudiendo elegir cualquiera de los asientos libres del vagón, te sientas cada mañana delante de mí, en los individuales colocados uno frente al otro. ¿Acaso te gusta que te mire? ¿Lo disfrutas?

No sé cómo te llamas, ni a qué te dedicas: sinceramente, no me hace falta. Porque, puestos a saber, prefiero conocer, como ya conozco, al detalle y de memoria la amplia y variada gama de tus braguitas, sus formas, sus colores y tejidos, esos encajes sensuales, las provocativas transparencias y los minúsculos triángulos bajo los que se marcan la raja de tu sexo y los carnosos labios vaginales. ¿Quién es más pervertido o morboso? ¿Yo, que miro, o tú, que muestras? ¿El que con descaro penetra con su mirada bajo tu minifalda y entre tus muslos o la que, haciéndose la inocente y la despistada, juguetea con sus piernas, las abre y cierra y las vuelve a separar, mientras no para de teclear en el móvil?

Hoy tus bragas lucen espectaculares, con ese intenso color rojo pasión, totalmente transparentes, sexys y, me atrevería a decir, obscenas. Mi polla se empalma enseguida, a la vez que contemplo bajo la minúscula prenda la pequeña y fina capa de vello castaño de tu pubis, la cual parece actuar como guardián de la entrada de tu sexo. Las yemas de tus dedos continúan golpeando, incansables, sobre el móvil, a igual ritmo que siento las palpitaciones en mi verga que la hacen crecer todavía un poco más hasta ponerla completamente maciza y tiesa bajo el pantalón. Ummm....Mírate: seguro que ya te has dado cuenta de que te observo, tal vez también del tremendo bulto que que se marca en mis jeans. Porque ahora el rojo tejido de tus bragas empieza a teñirse de oscuro por culpa de ese creciente cerco de humedad que no para de aumentar su extensión segundo a segundo.

¿No te importa que me toque el paquete sobre el pantalón? Nadie mira, ni un alma nos contempla, perdidos en su propio mundo. Mi mano acaricia ya lo que sobresale en mi entrepierna, que se ha puesto así de grande en tu honor. La muevo y deslizo despacio, en círculos, de arriba a abajo. Mi bóxer ya lleva rato mojado y esto hace que no tarden en mancharse también los jeans. Eso es, así me gusta: abre un poco más las piernas para que te vea todo bien, para que el aroma de tu humedad penetre por mi nariz y acrecente mi excitación.

De repente te levantas, pues ya se acerca tu parada. Un día más me dejas totalmente empalmado y en pleno calentón, a punto de correrme. Sin embargo, hoy me sorprendes, rompiendo tu rutina y dirigiéndome por primera vez la palabra:

  • ¿De qué color las quieres mañana?- me preguntas con cara de pícara, refiriéndote a tus bragas.
  • De ningún color. No te las pongas: quiero ver directamente tu coño al desnudo- te respondo con firmeza y atrevimiento.

Finalmente, me sonríes y me guiñas un ojo antes de desaparecer de mi vista. ¿Eso significa que has aceptado mi propuesta?