Sí,
me gusta lo puta que eres en la cama. Hoy voy limitarme a
observarte, a ver cómo te masturbas ante mí. Sentado delante de tu
lecho, me deleito recorriendo con la mirada tu cuerpo. Está
completamente desnudo, macizo, tremendo, imponente.
El cabello de color almendrado luce mojado por la reciente ducha y algunas gotas de agua se deslizan por la blanca piel de tus hombros. El ardor que desprenden tus verdes ojos incendian de pasión y deseo todo mi interior. Pintas tus labios de un sabroso color rosa chicle y cubres ligeramente tus pestañas con una película de tono negro, que no hace más que resaltar la intensidad de la mirada. Tu lengua se abre paso e irrumpe por la boca recorriéndola de extremo a extremo en un juego de provocación estudiado. Deslizas tu mano por el cuello hasta acercarla a tu pecho izquierdo e intentas envolverlo con ella, pero la enorme redondez del seno hace que sea imposible abarcarlo entero. Lo masajeas con delicadeza, que pronto se torna en vigor. No paras de sobarlo, recorriéndolo una y otra vez, apretándolo y aprisionándolo.
El cabello de color almendrado luce mojado por la reciente ducha y algunas gotas de agua se deslizan por la blanca piel de tus hombros. El ardor que desprenden tus verdes ojos incendian de pasión y deseo todo mi interior. Pintas tus labios de un sabroso color rosa chicle y cubres ligeramente tus pestañas con una película de tono negro, que no hace más que resaltar la intensidad de la mirada. Tu lengua se abre paso e irrumpe por la boca recorriéndola de extremo a extremo en un juego de provocación estudiado. Deslizas tu mano por el cuello hasta acercarla a tu pecho izquierdo e intentas envolverlo con ella, pero la enorme redondez del seno hace que sea imposible abarcarlo entero. Lo masajeas con delicadeza, que pronto se torna en vigor. No paras de sobarlo, recorriéndolo una y otra vez, apretándolo y aprisionándolo.
De
pronto, tu atención se fija en la oscura y esférica areola de la
que sobresale el tieso pezón marrón. Con la yema de uno de tus
dedos juegas con él, trazando deliciosos círculos sobre la sensible
punta. Cuando lo pellizcas y friccionas, no puedes evitar soltar
varios gemidos de placer y, tras apoderarse de tu teta derecha, la
otra mano no tarda en imitar los movimientos de su hermana. No te
cansas y continúas manoseando tus pechos hasta que agachas la cabeza
para permitir que tu húmeda lengua acaricie y moje de saliva los
pezones.
Te
percatas del inmenso bulto que se ha formado por tu culpa bajo el
bóxer rojo, única prenda que cubre mi anatomía. Sé que deseas que
destape mi polla, que la libere, pero no pienso hacerlo. Hoy no. No
quiero distraerte: me he prometido aguantar sin tocarme, sin agitar
mi hinchada y venosa verga. Tus manos descienden hacia tu vientre a
un ritmo compenetrado y ambas entran en contacto justo en el instante
en que llegan a tu monte de Venus. Una incipiente y fina capa de
vello púbico lo recubre y el débil sonido que producen al mesar ese
vello suena en mis oídos como música celestial. Te das cuenta de
que mi bóxer ya no está impoluto: su tejido de elastano y licra
absorbe la humedad que mana de mi glande, dibujando sobre la prenda
un cerco que se agranda segundo a segundo. Al verlo, te sientes
poderosa y masajeas tus carnosos labios vaginales para después
separarlos y ofrecerme la visión de tu sexo completamente abierto.
La vulva, el clítoris...todo queda ante mi vista. Hundes un dedo en
la raja hasta enterrarlo y lo mantienes unos momentos dentro,
moviéndolo de arriba a abajo y de lado a lado y, cuando al fin lo
extraes, aparece cubierto de espeso fluido blanco que inmediatamente
es lamido por tu hábil lengua y tragado por la sedienta boca.
Metes
la mano en el cajón de la mesita de noche y tomas un dildo rosa con
vibración. Después de conducirlo hasta tu coño y de recorrer con
su punta la longitud de su raja, lo introduces despacio en tu sexo,
que lo engulle hasta el mango. Pulsas el botón y el ruido de la
vibración comienza a resonar en la habitación: primero, la
velocidad mínima; luego, la segunda y, por último, pruebas las tres
de mayor intensidad. Conforme has ido aumentando el nivel de
vibración, tus gemidos se han hecho cada vez más frecuentes y las
mejillas se te han sonrojado por el placer y el ardor. Tu mano
derecha empuja el dildo hacia dentro y hacia fuera de manera
incansable y en cada salida el objeto aparece más sucio, recubierto
casi al completo de flujo blanco.
De
repente, lo sacas, lo bajas unos centímetros y me relamo de gusto
al ver cómo lo introduces en el agujero palpitante de tu culo para
dejarlo ahí vibrando. Agarras tu otro dildo, también rosa, pero
transparente y enorme, de mayor dimensión y grosor que el primero y
lo metes de golpe, ansiosa y desesperada, en tu coño brillante de
humedad. Sin parar desplazas el juguete hacia dentro y hacia fuera
con violencia, machando tu sexo, mientras mi bóxer es incapaz de
contener todos los centímetros de mi miembro empalmado, cuya cabeza
rojiza y pringosa asoma por el elástico de la cinturilla. Con golpes
enérgicos y rotundos hundes el dildo en tu coño hasta que no
aguantas más y estallas extasiada, lanzando un grito escandaloso
que precede a la salida de un interminable chorro de líquido
blancuzco de tu sexo, que empapa la cama, mis piernas, el bóxer y la
cabeza volcánica de mi verga.
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