Estás
muy sensual cuando te pones esa blusa azul. ¿O debería decir
violeta? Ya sabes que soy un desastre para las tonalidades
cromáticas. Observo cómo te vistes: hoy has optado por dicha blusa,
mi preferida. Contemplo cómo te la colocas de manera provocativa
sobre tus desnudos pechos. Empiezas a abrocharte cada uno de los
botones comenzando desde abajo, pero al llegar a los dos últimos los
dejas sin cerrar y de forma piadosa permites que admire tu escote,
que perturbaría hasta la mente más angelical e inocente.
Mi
mano se pierde entre mis piernas y busca mi miembro que ha amanecido
empalmado como es norma en él. Viéndote se me ha puesto más duro
aun. Lo rozo y lo acaricio sin apartar la mirada de ti: tu cabello
castaño, ese rostro al natural sólo con un poco de lápiz de ojos,
resaltando todavía más la belleza de tus enormes y cálidos
luceros, y un toque de rimmel en los labios. Todo es puro deleite y
hace que me vaya invadiendo con mayor intensidad el deseo.
¿Te
has fijado en la dureza de mi verga? ¿Ves cómo se marcan en ella
todas esas venas? ¿O cómo se tensa la piel conforme gana en grosor
y longitud? Sí, sí que te has fijado: tu mirada está clavada en mi
polla y decides dejar de vestirte. Sólo tapada con la blusa, con tu
sexo depilado al aire y con esos macizos y prietos glúteos al
descubierto, te acercas a mí, relamiéndote. Suelto mi falo, que
queda firme como un mástil, e, inmediatamente, te apoderas de él.
Ansiosa lo sacudes y descubres el rojizo glande que luce totalmente
empapado. Mientras que con tu mano izquierda sujetas con firmeza mi
hinchada polla, con la derecha masajeas mis huevos de color
almendrado. Haces que gima cuando los palpas; provocas que suspire
cuando los aprietas. Aproximas tu cara a mi entrepierna y no tardo en
sentir la humedad de tu lengua en mis redondas bolas. Las estás
lamiendo, recorriendo cada centímetro de piel, cada uno de los
pliegues. Con tus labios les das pequeños tirones que me hacen
estremecer.
No
quiero que tu preciosa blusa termine manchada, así que comienzo a
desabrocharla botón a botón hasta dejar al descubierto de nuevo tus
dos turgentes pechos, en cuya cima se erizan ya tiesos los erguidos y
oscuros pezones. El flujo que brota de mi glande resbala parsimonioso
hacia abajo, deslizándose por mi pene.
(Dibujo realizado por la artista "Diosa azteca")
Recoges con la lengua ese
tenue hilo de líquido y aprovechas para chupar el resto de mi verga.
Abres de par en par tu boca y engulles mi falo, haciendo que entre
hasta el fondo de tu garganta. Noto cómo mi polla palpita dentro,
mientras empiezas a desplazar tus labios una y otra vez sobre ella,
masturbándola con esa maestría, con esa perfección que sólo tú
tienes en exclusiva. Aceleras más, aprietas con todas tus fuerzas y
me llevas a gritar de placer y a gemir de manera alocada hasta
conseguir que mi polla estalle en una explosión de leche blanca que
inunda a borbotones tu boca, riega tu garganta y tragas todo ese río
de semen que termina desembocando en tu estómago hasta saciarlo.
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