A las 12.00,
puntual, llegué a la puerta del centro académico. Ataviado con una
camisa de cuadros azules y grises y unos jeans azules, comencé a
esperar a Patricia. Estaba nervioso e impaciente y esas sensaciones
aumentaban conforme pasaban los minutos y ella no aparecía. Empecé
a pensar si ese retraso formaba parte de su juego o si era
involuntario. Consulté el móvil pero no había ninguna novedad.
Miré el reloj y marcaba las 12.15. Cuando me disponía ya a
abandonar el lugar, escuché un susurro a mis espaldas.
- Profesor, perdón por la impuntualidad.
Me giré y
allí estaba mi alumna, radiante, sensual, espectacular: llevaba su
cabello castaño en dos largas trenzas que le daban un aspecto
juvenil pero, a la vez, pícaro. Su rostro al natural, sin el más
mínimo rastro de maquillaje ni de lápiz de labios, cautivaba de
inmediato.
- Pensé que ya no vendrías y estaba a punto de irme- le comenté.
- ¿Crees que iba a perderme este encuentro y lo que tengo planeado para hoy?- me preguntó.
Esas últimas
palabras “lo que tengo planeado para hoy” ya vaticinaban las
intenciones de Patricia sólo con el tono con el que las había
expresado.
- Veo que has decidido acudir a mi solicitud de “ayuda” que te hice ayer y me alegro. Ahora me sentiré protegida por mi profesor preferido- me indicó acercándose un poco más a mí y pegando sus labios casi a los míos.
Me invadió
el nerviosismo y creo que hasta un sudor frío humedeció mi frente.
La joven tenía razón: allí me encontraba yo siguiendo al pie de la
letra las pautas que me estaba marcando ella en su juego. Aproximó
su boca a mi oído y me musitó:
- Es hora de ir al lugar que tengo pensado. No perdamos más tiempo.
Un
sentimiento contradictorio se apoderó de mí: por un lado respiré
aliviado al librarme de que, allí mismo, a las puertas del centro,
mi alumna sellara sus carnosos labios con los míos; pero, por otro,
me moría de ganas por probar su sabor, por sentir la pasión y el
calor de esos labios.
Patricia
comenzó a caminar. Tardé unos segundos en reaccionar y seguirla.
Aproveché entonces para observarla desde atrás: llevaba puesta una
camiseta violeta, ajustada a su torso, y que llegaba justo hasta la
cintura. Unos ceñidísimos leggings negros cubrían sus piernas,
dibujando a la perfección su silueta. El hecho de que la camiseta
sólo le llegase hasta la cintura, hacía que el culo de mi alumna
quedara perfecta y totalmente a la vista, marcado bajo la pegada
licra de los leggings.
Tan ajustada
llevaba la prenda a su piel que la raja que separa los glúteos se
dibujaba sobre el tejido que, con el caminar de la joven, se hundía
cada vez más entre dicha raja. En los laterales exteriores de las
piernas una franja de encaje mostraba la piel de mi alumna
desde casi los tobillos hasta las caderas. Unos zapatos de tacón a
juego con el color violeta de la camiseta remataban el vestuario de
Patricia.
Mis ojos no
se desviaban ni un instante del trasero de la joven, viendo cómo se
contoneaba a cada paso. Aquella exuberante y explosiva visión
comenzó a excitarme y a provocar que mi miembro empezara a hincharse
bajo el pantalón. Pero, lamentablemente, tenía que ponerme a la
altura de Patricia mientras caminábamos y dejé de ver por unos
minutos su perfecto culazo. Para mí el espectáculo había acabado
momentáneamente, pero no así para los hombres con los que nos
cruzábamos: todos sin excepción giraban su cabeza para admirar el
monumento que mi alumna tenía como trasero.
No me salía
ninguna conversación que entablar con Patricia, me encontraba como
atenazado. Caminé a su lado en silencio unos segundos más hasta que
por fin se me ocurrió una pregunta:
- ¿No vas a decirme hacia dónde nos dirigimos?
- Pssssttt...Todo su tiempo. Ya lo averiguarás. Sólo te diré que no es un lugar muy apropiado para una chica ingenua y decente como yo- me respondió con una sonrisa.
No había
manera de sacarle información, pese a que en mi mente ya existía
una idea concreta.
- ¿Sabes que estás muy sensual con ese tipo de camisas de cuadros? Me encanta cuando te las pones para venir a darnos las clases. Me entran unas ganas locas de desabrochártelas lentamente hasta dejar tu torso desnudo. Me gusta fantasear siempre que puedo con todo lo que te haría una vez que te tuviese desnudo. Ni te imaginas la cantidad de días que he terminado tus clases con mi coñito húmedo y empapado- me comentó la joven.
- Con lo buena alumna que eres pensé que te dedicabas sólo a atender mis explicaciones.
- Soy una chica inteligente. Capto tus explicaciones a la primera y luego me da tiempo a otras cosas muy provechosas, como fijarme en esa entrepierna que tienes.
Patricia iba
subiendo su discurso cada vez más de tono. Entonces giró un poco la
cabeza, la inclinó y me miró la zona genital.
- Parece que andas algo excitado, profesor. Tu bulto se ve hoy bastante grande. Siempre se ve grande, pero hoy lo está aún más. ¿A qué se deberá? Andaaa...que yo ya he confesado muchos secretos. Ahora te toca a ti. ¿No le vas a decir a tu mejor alumna el motivo de esa hinchazón que llevas ahí?- me preguntó.
Callé unos
instantes, pero me decidí definitivamente a dar el paso de entrar en
el juego de Patricia. No podía resistirme más. Me había estado
provocando, encendiendo todo el tiempo y opté por liberarme de una
vez de todas mis ataduras mentales.
- Se debe a que acabo de ver un culo macizo, rotundo, tremendamente prieto y duro marcado en esa licra que, además, se te mete en la raja con cada paso que das.
- ¡Vaya! Parece que el profesor al fin a dejado de reprimirse- exclamó mientras llevaba su mano derecha al trasero y se sacaba la licra hundida en su culo para calentarme todavía más.
Sin embargo,
en cuanto avanzó un par de pasos, volvió a tenerla bien metida
dentro. Entonces se detuvo repentinamente y se inclinó como si
quisiera limpiar algo de uno de sus zapatos. Se mantuvo unos
segundos en esa postura con el culo en pompa, lo que provocó que la
licra de los leggings se tensara mucho más y dejara transparentar
las nalgas y la raja del culo de Patricia desnudas, sin ropa
interior. Ella ya me había dicho, cuando inició días antes su
acoso hacia mí, que no usaba braguitas, pero constatarlo así, en
plena calle y en esa posición en la que los glúteos parecían que
iban a hacer estallar las mallas, hizo que una ráfaga de ardor
sexual recorriese todo mi cuerpo.
- No llevas nada de bajo- fue lo único que acerté a comentar.
- Ya te dije que dejé de usar bragas. Ni siquiera me pongo un minúsculo tanga. Me estorban. Dime, profesor, ¿te pone “cachondo” saber que tu mejor alumna va a tus clases sin ropa interior y que ahora tampoco llevo? Tu bulto ha crecido. Me parece que la respuesta es “sí”.
Patricia
tenía razón: mi verga estaba más dura que antes bajo el jeans y se
me marcaba todo el bulto con nitidez. Seguimos caminando, sintiendo
yo a cada paso la hinchazón de mi miembro, y nos acercamos a una
calle por la que suelo pasar con cierta frecuencia. Tras unos
instantes más de caminata, mi alumna me indicó:
- Ahora aquí, en la bocacalle de la izquierda, y empezarás a ver cuál era mi primera fantasía que deseaba cumplir contigo.
La
confirmación de que yo había estado en lo cierto en cuanto a mis
sospechas estaba a punto de producirse: pasamos de largo por una
tienda de ropa, por unas oficinas y....el letrero luminoso que
anuncia el sexshop que hay en ese lugar saltó a nuestra vista.
Patricia se detuvo delante de la puerta:
- Ya llegamos, profesor. Quería hacer una compra, pero me daba reparo hacerla sola. Además, deseaba que mi sensual docente me diese su opinión y me ayudara a elegir- me susurró pasando su mano lentamente por mi muslo, aunque sin llegar a rozar mi entrepierna.
Yo había
atravesado esa calle ya en múltiples ocasiones, pero jamás había
entrado en el sexshop. Me quedé inmóvil y en silencio al notar por
segunda vez la mano de mi alumna recorrer mi muslo de abajo a arriba
y deteniéndose justo en el límite con mi entrepierna. Patricia
mantuvo quieta su mano entre mi cadera y mi ingle unos segundos,
llevándome a tal extremo de excitación que el movimiento de mi
polla en erección y su postura de inclinación hacia la izquierda
causaron que inevitablemente mi pene entrara en contacto con la mano
inerte de la joven.
- Ummmmm..., profesor, un poco de cuidado y de decencia. Me acaba de rozar algo muy duro y estamos en plena calle.
Pero mi falo
ya no podía contenerse y, palpitando, terminó por impactar por
completo contra los dedos de la estudiante. Mi respiración se
aceleró al contemplar y sentir cómo esos dedos empezaban a moverse
y a acariciar la dureza de mi tieso miembro.
- Calma...Seré buena y dejaré tranquilo, de momento, eso tan duro y granítico que escondes- me comentó en voz baja para evitar que lo oyeran los transeúntes.
Sin embargo,
me tomó el brazo y llevó mi mano directamente hacia sus nalgas.
Dudé si apartarla pero no pude evitar dejarla sobre la licra. Sin
darme apenas cuenta, uno de mis dedos comenzó a moverse, luego un
segundo y un tercero. Por último, toda mi mano inició una deliciosa
y suave caricia sobre la perfecta redondez del culo de Patricia.
Entre la piel de mi mano y la de las nalgas de la chica sólo
intermediaba la fina capa de licra de las mallas. La joven sonrío al
sentirse tocada, mientras empujaba la puerta del sexshop, invitándome
a pasar.
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