CALLE
SOLITARIA
Le
vendo los ojos. Eso la excita. En plena noche, en esa calle
solitaria, hago que se siente sobre el capó del coche. Tengo suerte:
aparecen dos hombres que se detienen ante mi sigilosa indicación.
Los ojos de ambos penetran bajo la minifalda, que apenas cubre el
inicio de los muslos envueltos en unos pantys marrones transparentes.
Ella, creyéndose a solas conmigo, separa todavía más las piernas.
Mis manos las acarician subiendo hacia arriba, buscando la
entrepierna hasta alcanzarla y desgarrar los pantys. Hundo mis dedos
en el húmedo sexo desnudo e indefenso y luego los retiro,
permitiendo que sean los otros dos, alternándose con sus dedos,
quienes le provoquen una chorreante corrida.
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