15 de mayo de 2017

¿TE ACUERDAS, HERMANA?

¿Te acuerdas, hermana? Pasó hace ya algunos años, cuando yo era un adolescente de dieciséis primaveras y tú tenías dos más que yo, dieciocho. Era una noche lluviosa de un sábado de noviembre. Papá y mamá se habían divorciado un año antes y aquel fin de semana nos quedamos solos tú y yo en casa, porque nuestro progenitor trabajaba en el extranjero y no podía llevarnos a su domicilio y mamá se encontraba en el pueblo debido a unos asuntos familiares. Así que te quedaste como responsable de la casa, aunque os prometí a ti y a mamá que yo ayudaría en todo lo posible. Porque, pese a que no os quisierais dar cuenta, ya me había convertido en todo un hombre. Vosotras, sin embargo, no queríais verlo y, por ejemplo, andabais a menudo por la casa en camisetas finas y braguitas, siempre que os poníais cómodas. Algunas veces, incluso, la braga era simplemente un minúsculo tanga.

Aquella noche de sábado no fue una excepción y, después de cenar, apareciste en el salón con una camiseta blanca y un tanga negro, acabado por detrás en un delgado hilo que se perdía entre tus nalgas. Nos sentamos juntos para ver una película de terror, que tanto nos gustaban a los dos, titulada “La matanza de Texas”. Ambos estábamos en el sofá y tú no dejabas de agarrarte a mí con cada susto o escena impactante de la película. Tu muslo derecho se solapó a mi izquierdo, también desnudo como el tuyo, ya que mi pantalón del pijama corto sólo me llegaba escasamente a los primeros centímetros de la pierna. Bajo el pijama no llevaba nada más ni slip ni bóxer. Nada.

Tus manos, cada vez que dabas un respingo en el sofá a causa de la película, iban aterrizando en diferentes partes de mi cuerpo en busca de protección. Unas veces tocabas mis brazos; otras, mi pecho y mis muslos....Por último, dejaste caer sin querer tu mano en mi entrepierna. Me resulta difícil creer que no te dieras cuenta de dónde reposaba tu mano, especialmente si tenemos en consideración el bulto que se había formado en esa parte de mi anatomía. Estoy seguro de que notaste la dureza de mi miembro empalmado y que había dejado ya una pequeña mancha de flujo sobre el tejido del pantalón.

Y es que, como te dije antes, yo ya era todo un hombrecito por aquel entonces, y, además, uno no era de piedra: primero, me excité al ver la marca de tus tiesos pezones sobre la camiseta blanca y cómo llegaban hasta a transparentarse. Luego, me calenté más cuando, entre escena y escena, mi mirada se dirigía al escote de tu camiseta y penetraba por él con disimulo, hasta ver la perfecta desnudez de tus grandes senos heredados genéticamente de mamá.

Por último, en mi cuerpo el ardor crecía imparable cada vez que mis ojos se fijaban en el triángulo delantero de tu tanga, a través de cuyo encaje yo podía divisar la cuidada tira de vello púbico. La rajita de tu sexo estaba , aparentemente, a buen recaudo bajo la prenda, fuera de lo que era la zona de encaje, y tapada por un tejido algo más grueso. Pero tus sobresaltos por el contenido de la película provocaron que no parases de moverte ni un segundo y esto hizo que tu tanga se desplazara, siendo ya incapaz de ocultar la deliciosa raja de tu sexo durante el resto de la película. Tu mano, que reposaba sobre mi paquete, no se movió más de allí y permanecí justo entre mis muslos, en continuo contacto con mis testículos y mi maciza polla.

No sé si esto tuvo algo que ver o no con lo que sucedió tras la sesión cinematográfica, cuando ya nos fuimos a nuestras habitaciones y, al poco, empecé escuchar un extraño ruido procedente de tu dormitorio. Sigilosamente me levanté de la cama y me acerqué a la puerta de tu estancia. Estaba casi cerrada excepto una pequeña rendija que quedaba abierta. Miré por ese hueco y te descubrí totalmente desnuda en tu cama y con un extraño juguete que aproximabas a tu coño. Ese juguete vibraba con fuerza y tú cerrabas los ojos y gemías alocada cada vez que rozaba tus labios vaginales, tu clítoris y terminaba penetrando en tu húmeda vagina.

¿Sabes? Esa noche no dormí porque, ya en mi habitación, no paré de masturbarme recordando el tremendo chorro de flujo que manó de tu coño cuando te corriste de gusto empapando por completo la cama.





No hay comentarios:

Publicar un comentario