23 de marzo de 2017

MIENTRAS LEES

Estoy sentado ante mi escritorio. Varios folios en blanco esperan a que la tinta del bolígrafo plasme sobre ellos las palabras que conformen un nuevo relato. Pero eso será mañana. Hoy haré una pequeña excepción y escribiré algo diferente a lo normal, nada de personajes ni de diálogos entre ellos.

Porque este texto va dirigido a ti, apreciada lectora. Que me perdonen los chicos que puedan estar leyendo esto, pero en esta ocasión voy a dedicarles un poco de tiempo sólo a ellas. Por ejemplo, a ti, que me lees desde Colombia, o a ti, que lo haces desde Perú, México o Costa Rica, sin olvidarme de las que disfrutan con la lectura desde Puerto Rico, Venezuela, Ecuador, Argentina..... o desde la misma España. Da igual de dónde seas, porque ésa es una de las cosas preciosas de la escritura: el poder que tiene para llegar a cualquier parte del mundo, sea una ciudad grande o un pequeño y humilde pueblo.

Me dirijo a ti para darte las gracias por leer mis textos, haya sido sólo uno, varios o muchos. No hay mayor satisfacción para un escritor aficionado que la de saber que el tiempo que dedica a narrar sus historias tiene luego recompensa con la lectura de las mismas por parte de otras personas. Ni te imaginas la alegría que me supone ver que has votado en uno de mis relatos o que has dejado un breve comentario o que, incluso, has añadido mi obra a la lista de tus lecturas favoritas. Esa satisfacción personal genera la ilusión y las ganas por seguir escribiendo y por crear nuevos personajes e historias, a veces totalmente ficticias, en otras ocasiones partiendo de algún suceso o vivencia real.

Pero también existe otra cosa muy importante: el hecho de que mis textos puedan llegar a causar algún tipo de sensación en ti, que te sorprendan, que te impacten, que despierten curiosidad o cierto morbo, que te calienten, que te exciten...Puesto que si te adentras en uno de mis relatos, sea breve o extenso, lo haces sabiendo de sobra que no va a tratar de Blancanieves o de Caperucita (al menos no de la versión infantil que todos conocemos). Por lo tanto, si los lees es porque, además del placer de la lectura, buscas sensualidad, erotismo y sexo. Y esto último también me complace mucho, que compartas conmigo no sólo el gusto por leer y escribir, sino también por lo erótico. Me encanta saber que después de un interminable día de estudio o de una dura jornada laboral o de quehaceres domésticos e independientemente de que seas una chica joven, una entrañable madre y esposa o una mujer madura, uno de mis textos haya podido servir para hacerte pasar un pequeño rato ameno y ardiente a la vez y que hayas podido desconectar de todo.
Pero ya iré dejando el apartado de agradecimientos. Al fin y al cabo estamos en una obra de contenido adulto y sexual, así que no te vas a librar hoy de una dosis o de una perla de erotismo.

Te voy a contar un secreto: siempre que escribo un relato, tanto mientras lo redacto como ya una vez finalizado, me pregunto qué acogida tendrá por tu parte. Y es entonces cuando dejo volar la imaginación: pienso en ti, lectora, y trato de visualizarte mentalmente. Comienzas a leer mi historia, recorriendo con tus ojos cada palabra y buscando, ansiosa, la siguiente frase para devorarla. Conforme la trama avanza, tu corazón se acelera y un calor interno se abre paso por todo tu cuerpo. Tu piel empieza a hacerse más sensible y, sin darte apenas cuenta, tus pezones se han endurecido y sobresalen con descaro de las areolas que culminan la redondez de tus senos. Rozan el sujetador, si lo llevas puesto, y se mueren y desesperan por sentir el tacto de tus dedos. Continúas leyendo, pero una de tus manos es incapaz de resistir la tentación y se acerca lentamente a tus pechos hasta acariciarlos. Los masajeas despacio, trazando círculos, envolviéndolos, jugando, traviesa, con ellos. Los dedos buscan esos pezones que apuntan hacia el frente con un atrevido desafío y, tras encontrarlos, atrapan esos botones carnosos y los friccionan sin descanso. Con las yemas los rozas y los aprietas hacia dentro, antes de aprisionar toda la teta con la mano, intentando acercarla a la boca. Agachas la cabeza, despegas los labios y dejas salir tu húmeda lengua, cuya punta logra alcanzar el pezón y mojarlo de saliva. Suspiras al sentir el líquido de tu boca sobre él y repites la acción sobre el otro seno.

La lectura se acerca a su fin y llevas notando desde hace rato cierto cosquilleo en tu sexo: es momento de complacerlo y de calmar las palpitaciones que en él se suceden de forma cada vez más continua. Bajas la mano por tu torso y llega pronto al ombligo y a tu bajo vientre. Te percatas de que tu prenda íntima está mojada e impregnada de líquido vaginal. No esperas más y te despojas del tanga dispuesta a masturbarte. Pero antes de penetrarte, aproximas la prenda a tu rostro y hueles la mancha, que se había ido extendiendo poco a poco. Inspiras a fondo y resoplas embriagada de gusto por el olor que tu coño ha dejado en el tanga. Arrojas la minúscula braguita al suelo y la palma de la mano se posa sobre tu sexo, cubriéndolo al completo. Los protagonistas del relato acaban de eyacular y de correrse y ahora te toca a ti follarte.

Después de restregar la mano de arriba a abajo sobre la raja vaginal, hundes un dedo dentro, hasta el fondo. 



Inmediatamente notas cómo se empapa, cómo tu flujo lo recubre por completo. Mueves dentro el dedo de un lado a otro, lo extraes un poco y vuelves a introducirlo. Repites la misma acción de manera incansable, aumentando progresivamente la velocidad y la vehemencia de la penetración. Cierras los ojos y aceleras más, un poco más, otro poco.....Estás gimiendo y ya no piensas en que es tu dedo el que te folla, sino una maciza y gruesa polla, empalmada e hinchada al máximo, con varias venas marcadas sobre ella. Y no, no es la punta del dedo la que empuja con insistencia hacia dentro, sino la rojiza esfera del glande, cuyo pequeño orificio central se abre para dar paso a una explosión de placer en forma de chorros de níveo y espeso semen, que llegan hasta tu vientre justo segundos antes de que, en pleno éxtasis, alcances el deseado orgasmo.

Estoy seguro de que alguna vez te has llegado a tocar mientras leías. ¿Es verdad o es fruto de mi calenturienta imaginación?





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