6 de febrero de 2017

LECTURAS PROHIBIDAS

Deberías estar durmiendo. Pasan ya varios minutos de la medianoche y mañana tienes clases. En tu casa reina el silencio, ya que todos descansan a estas horas, excepto tú. ¿Qué te ocurre? Sé que llevas varios días sintiéndote rara, nerviosa, ansiosa. Notas un cierto ardor dentro de tu cuerpo y un continuo cosquilleo en la punta de tus senos y, especialmente, en tu virgen sexo. Intentas relajarte, pero no lo consigues. Escuchas un par de canciones en el móvil, das varias vueltas en la cama...Nada te ayuda a conciliar el sueño. ¿Y si de una vez por todas reúnes la valentía suficiente como para volver a entrar en esa página de novelas, cuentos y relatos que descubriste por casualidad a principio de semana y para, esta vez sí, darle a “Leer la historia”, ésa a la que le echaste el ojo y que tanto te llamó la atención?
Llevas varias jornadas queriéndolo hacer, sin embargo la advertencia que aparecía al lado (“Sólo para mayores de 18 años”) te hace desistir. Hasta hoy has seguido las normas, has sido una niña buena y no has caído en la tentación. Pero esta noche el calor interno es insoportable y necesitas hacer algo con urgencia. No te preocupes: todos hemos pasado por la misma situación que tú, por ese despertar sexual irrefrenable e inevitable. ¿Cuántos años tienes? ¿Dieciséis? ¿Un poco menos? Prefiero que no me respondas porque no quiero sentirme culpable de haber llevado a la perdición a una adolescente por el simple hecho de escribir y de publicar un relato subido de tono y plagado de erotismo. Te tocará decidirlo a ti solita, poco a poco tendrás que ir tomando decisiones en la vida.

Veo que te tiembla la mano que sujeta la tablet. Es normal que te ocurra, viviendo como vivimos en una sociedad hipócrita que impone unas normas un tanto absurdas. Te pondré un par de ejemplos: en EEUU prácticamente cualquiera puede poseer armas y no lo ven como algo increíblemente demencial. Eso sí, el sexo es pecado y mucho más si aún no has llegado a los dieciocho años. En mi país, España, se les permite a los menores de edad ir a algo tan repugnante y vil como es una corrida de toros, donde varios “mamarrachos” vestidos de toreros torturan y asesinan a seis toros ante el disfrute de los asistentes. Sangre, dolor y sufrimiento en directo puro y duro. Pero, al parecer, eso no causa daño a la candidez de un chico, ni a su mente, ni a su personalidad. Leer un relato, un simple y, generalmente, ficticio relato, sí.

Ahora es tu dedo el que tiembla conforme se va acercando a la pantalla y lo dejas caer sobre el enlace que te llevará al texto en cuestión. ¡Lo has hecho, has sido capaz de realizarlo! Tu dosis de rebeldía juvenil ha derrotado a las imposiciones sociales y, de momento, no ha pasado nada, no se ha acabado el mundo, no huele a azufre ni se ve al demonio por ningún lado. Ahí lo tienes: ya aparece en la pantalla el texto del relato.

Mientras tú lo lees, yo me dedicaré a observarte y a reflejar lo que veo. Empecemos: la expresión de tu cara deja claro que la historia te está gustando desde el principio. Tus ojos se abren como platos y recorren ávidos cada línea del texto. Te muerdes el labio inferior al avanzar en la lectura y adentrarte en esa narración sobre voyeurismo que conforma la trama. Tu mente vuela e imaginas que eres la protagonista del relato, que está espiando a un tipo que se pajea despreocupado y agitando con fuerza y de manera incansable su tiesa polla. 



Empiezas a experimentar lo mismo que la mujer del texto: tus pezones se han puesto duros y se marcan exageradamente sobre la camiseta que llevas puesta. Como dos botones parecen querer desgarrarla y abrirse paso para poder ser tocados. Tu mano se mete despacio por dentro de la prenda y busca las dos cumbres redondas y marrones de los pechos. Juegas con ellas rozándolas una y otra vez, apretándolas y friccionándolas con la yema de los dedos. Oigo un suspiro y, luego, un gemido de placer. ¿Y esa mancha en las braguitas rojas? ¿Tan excitada estás? ¿Tan húmeda se encuentra ya tu vagina? No aguantas más tener puesta la camiseta y te desprendes de ella, dejando al aire y desnudas tus preciosas y bien formadas tetas, con esas areolas del color del café que las embellecen todavía más y las dotan de plena sensualidad.

Tu mano se desliza, imparable, por el torso, acariciando el vientre, haciendo un par de sugerentes círculos a la altura del ombligo hasta toparse con la cinturilla de las bragas. La mancha de humedad se extiende cada vez más y oscurece el tono rojo pasión de la prenda íntima. Me pregunto si habrás llegado ya a la parte del relato en la que la protagonista no resiste más y comienza a masturbarse sin dejar de mirar al desconocido, que sigue machacándose como un bestia su tremendo y macizo falo coronado por el pringoso y rojizo glande. Creo que sí, que ya estás en esa parte del texto, pues introduces la mano entre las bragas y la frotas contra tu coño. Eso es, así, restriégala más, un poco más. Pásala por toda la raja; aprieta sobre tus labios vaginales, oprímelos. Haces una breve pausa, acercas la mano a tu boca, sacas la lengua y lames los restos de flujo que hay sobre ella. Una vez limpia, utilizas la mano para quitarte las bragas de un fuerte tirón. Antes de arrojarlas al suelo, te las llevas a la nariz y hueles el aroma que tu sexo ha dejado en ellas. El dedo que ahora recorre de arriba a abajo la raja de tu sexo parece querer dar guerra y no conformarse con lo que está haciendo.
En efecto, milímetro a milímetro empieza a perderse en tu coño, que está adornado en la zona superior de una fina capa de negro vello púbico. Aceleras los movimientos con el dedo y te penetras con vigor, metiéndolo y sacándolo sin parar, de forma continua. Aumentas de nuevo el ritmo y tus mejillas se encienden por el esfuerzo y por el placer que sientes. Tras acabar de leer el relato, optas por soltar la tablet, cierras los ojos y te abres todavía más de piernas, sin dejar de acelerar con el dedo. Como puedes, logras silenciar tus propios gemidos tapándote la boca con la almohada, al tiempo que varios espasmos contraen tu bajo vientre justo antes de que no resistas más y estalles de puro placer. No te preocupes por ese chorro de líquido que mana sin cesar de tu sexo: estás teniendo un morboso y delicioso “squirt”. 



No todas las mujeres llegan siempre a él, así que tendrías que sentirte afortunada por haberlo conseguido siendo novata. Una vez finalizado el chorro, tratas de recuperar lentamente el ritmo normal de respiración. Ya sí más estás relajada, ¿verdad? Así me gusta, que puedas descansar bien.


Creo que te iré dejando tranquila para que puedas dormir. ¿Cómo? ¿Qué dices? ¿Que quieres repetir mañana? Ya veo que has disfrutado. Eso era lo que yo deseaba. Haremos una cosa: mientras tú duermes, yo me pondré a escribir otro relato para que lo tengas disponible mañana a estas horas. Será exclusivamente para adultos, ya sabes cómo son las normas. Pero también será para jovencitas rebeldes, atrevidas y ardientes como tú. 

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