Lunes
por la mañana temprano. Voy a escribir unas breves líneas en mi
diario antes de irme a las clases y volverme a encontrar con
Patricia.
Ayer
domingo no tuve noticias de ella, lo que no quiere decir que no
parara de pensar en mi alumna continuamente. La jornada dominical se
me hizo eterna, deseando que llegase al fin el momento de nuestro
encuentro sexual. Ese sentimiento de eternidad se opone por completo
a lo que siento ahora. Tengo muchos nervios, ni siquiera he sido
capaz de desayunar. Me ha invadido el pánico, un terror
inexplicable, pues me muero de ganas por follar a mi alumna. Pero es
ese pensamiento de quebrantar lo éticamente correcto lo que me tiene
atenazado y muerto de miedo, pese a lo ocurrido ya en el probador del
sexshop.
Cuando
he abierto los ojos y he mirado el móvil, casi me meo en la cama de
la impresión: tenía treinta mensajes de Patricia, todos ellos
vacíos de palabras, sólo consistentes en imágenes. En todas las
fotos mi alumna aparecía completamente desnuda, en muy distintas
posturas y actitudes. En las primeras aparecían sus dos tremendas
tetas a todo lo grande, en primerísimo plano. Podía verse el marrón
intenso de los pezones ya erectos, la perfecta redondez de las
oscuras aureolas, cada lunar que de forma sensual adorna los
senos..... La calidad de las fotos era tan buena que parecía que los
pechos estaban físicamente delante de mí, listos para ser
acariciados por mis manos, lamidos por mi lengua o comidos por mi
boca. Mi polla se ha empalmado en cinco segundos.
En
las siguientes mi alumna me mostraba su culo: precioso en su
totalidad, con esas blancas nalgas tan bien formadas, tan macizas y
esa raja infinita separando cada una de ellas. Mi mano se ha
deslizado por mi cuerpo desnudo buscando mi entrepierna hasta
encontrarla.
A
continuación he podido observar el trasero en pompa de Patricia: con
las manos se ha separado los glúteos, me ha abierto su culo de par
en par mostrándome el agujero de su ano, donde mis ojos han acabado
perdiéndose en su profunda oscuridad interior. He comenzado a
imaginar todo lo que le haría a ese culo tan impresionante. Mis
testículos y mi pene han recibido las primeras caricias de mi mano,
cada vez más intensas conforme se disparaban y se alocaban mis
imaginaciones calenturientas.
El
penúltimo bloque de fotos estaba dedicado a su sexo: depilado por
completo, sin el más mínimo rastro de vello. Los labios carnosos,
la raja de la que salía y colgaba ese pequeño pliegue de carne....
Desde la primera imagen de este apartado el coño estaba húmedo:
supongo que Patricia se había ido excitando según avanzaba su
sesión de fotos y de poses hasta no poder evitar que su vagina se
mojase. En algunas de esas fotos, la intención de mi alumna de
mostrarme hasta el más mínimo detalle de su coño hacía que éste
casi llegara a rozar el objetivo de la cámara del móvil. Al igual
que antes había hecho con su trasero, ahora se abría el sexo,
separaba los labios y me invitaba a escudriñar hasta lo más íntimo
y profundo que en él pudiera existir. Los dedos de mi alumna
acabaron impregnados del viscoso y claro flujo que manaba de manera
cada vez más evidente de su coño, formando auténticas tiras que
salían desde la raja del sexo y se extendían hasta donde Patricia
quería prolongarlas con la yema de los dedos. Las agitaciones de mi
mano habían provocado que mi glande quedara al descubierto,
sobresaliendo como cumbre rojiza de la gruesa y gorda polla, mientras
mis bolas hinchadas botaban con cada brusca embestida.
En
la última foto Patricia salía de espaldas, desnuda de cintura para arriba y con
los leggings que compró en el sexshop ya puestos. La fina y ajustadísima licra negra era incapaz de ocultar la desnudez del culo
de la joven, hasta el que casi llegaban las rasgaduras que hacían todavía más sugerente dicha prenda. Unos sensuales zapatos negros de tacón cubrían los pies.
Ahí
acababa la provocativa sesión de imágenes, justo en el punto en que
la joven quería y en el que sabía que me tendría desesperado. ¡Qué
manera de torturarme!
Solté
el móvil y me volví a tumbar en la cama sin dejar de tocarme. Cerré
los ojos: no quería tener en la retina otra cosa que no fuese el
cuerpo de Patricia, su excelsa y regia desnudez y belleza, cada
rincón mostrado de su anatomía. El ritmo de masturbación había
ido creciendo con el paso de cada foto y era evidente que ya no había
marcha atrás: necesitaba e iba a correrme allí mismo, en mi cama.
Mi mano estaba cada vez más empapada y pringosa y al pasarla sobre
la tensa piel de mi polla hacía que ésta también se humedeciera
con mis propios flujos. El contraste entre el calor que desprendía
mi palpitante miembro y la humedad que lo recubría aumentaba todavía
más el placer que me estaba proporcionando la deliciosa
masturbación. Di un cambio de ritmo, varias agitaciones secas,
rápidas y completas de arriba a abajo que provocaron el chapoteo de
mi verga por lo empapada que estaba. Mis testículos se bamboleaban
frenéticos de un lado a otro sin control, duros y en forma de
enormes esferas. Mi mano machacaba sin cesar mi pene, con todas las
venas verdes en tensión dibujadas sobre la piel del mismo. El glande
se enrojecía más y más por el continuo e implacable roce y de su
agujerito no paraban de salir pequeñas burbujas de líquido,
recogidas inmediatamente por los dedos en su imparable movimiento.
La
explosión se acercaba y volví a acelerar. Contraje hacia dentro el
abdomen tratando de retrasar un poco la eyaculación y de sentir
mayor sensación de gusto. Lo logré: aguanté un par de minutos más
hasta que, en medio de un inmenso gemido, estallé y dejé salir a
chorros toda la leche que llevaba dentro, regando y manchando por
completo primero mi pecho y luego las sábanas azules de la cama.
Me
he dado una rápida ducha y, todavía desnudo y con el cabello
mojado, estoy escribiendo estas líneas. Quería hacerlo para separar
lo que acabo de experimentar de lo que pueda ocurrir en unas horas al
encontrarme con Patricia, que será capítulo aparte. La masturbación
y la corrida ni siquiera han calmado mi ardor, todo lo contrario: han
aumentado mis ansias por follar de una vez con mi alumna. Estoy
desesperado....
Debo
terminar ya de escribir y vestirme o llegaré tarde a la primera
clase. No tengo tiempo de cambiar ahora la ropa de cama con todo el
“desastre” que hay sobre ella. Lo haré luego al regresar. Voy a
sacar mando de la bala vibradora antes de que se me olvide y el slip
azul para ponérmelo. Espero que me quede bien y al gusto de
Patricia.
Ya
lo tengo puesto. Hasta yo mismo estoy sorprendido de lo bien que me
queda. Me veo muy sexy con el pene y los testículos
transparentándose bajo la rejilla de la prenda azul, bien prietos y
ceñidos, y con todo el culo al aire. Y ese aro negro para meter por
ahí luego mi polla..
El
intenso olor a sexo y flujos que desprende la cama invade por
completo la habitación y se mete por los orificios de mi nariz
encendiendo más si cabe la llama del deseo. Terminaré de vestirme.
Quiero regresar agotado y seco de semen.
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