2 de enero de 2016

DIARIO DE UN PROFESOR ACOSADO (7)

Al entrar en el sexshop, lo primero que me llamó la atención fue el agradable aroma que había dentro. Era un olor, suave, afrutado, procedente sin duda de algún tipo de ambientador o vela aromática. Miré hacia la caja y allí se encontraba el dependiente, un hombre de mediana edad, canoso y de constitución delegada. En ese momento estaba cobrando a dos chicas. Mi vista alcanzó a ver que habían adquirido un dildo de color carne que simulaba a la perfección el pene de un hombre. Patricia y yo saludamos al hombre con un “buenos días” y luego esperé a ver qué era lo que pretendía mi alumna o a qué zona del sexshop se dirigiría. Eché un rápido vistazo al establecimiento y era bastante grande y amplio, mucho más de lo que aparentaba desde fuera. Estaba la zona de la entrada con la caja registradora y con las primeras estanterías con artículos. A la derecha había una donde se exponían múltiples películas porno para ser compradas o alquiladas. Me fijé en un letrero que ponía “Oferta 2x1”. Un hombre mayor andaba curioseando las carátulas de las películas agrupadas bajo un rótulo en el que se leía “Sexo con maduros”. En el centro y a la izquierda había otras donde se encontraban algunos artículos destinados a fiestas de despedidas de solteros y de solteras, así como geles lubricantes y también disfraces eróticos. Al fondo, el marco de una puerta abierta invitaba a pasar a otra zona del establecimiento. Patricia me hizo un gesto con la mano indicándome que avanzáramos hacia dicha puerta.

La luz en el local era la adecuada: ni tenía una iluminación excesiva, ni aquello parecía un establecimiento oscuro, tétrico o de pervertidos, como eran considerados antiguamente estos locales. Cruzamos la puerta y llegamos a una parte dividida como en pequeñas galerías. Pequeños carteles luminosos indicaban a qué estaba dedicada cada una: lencería femenina, lencería masculina, dildos, vibradores, bolas chinas, sección bondage, juguetes masculinos, juguetes anales....

  • Adoro este sexshop. Tienen de todo. Cualquier cosa que te puedas imaginar, la encontrarás aquí- me comentó mi alumna al ver mi cara de asombro ante tan gran variedad de artículos.

Era evidente, por tanto, que ella ya había estado allí en más de una ocasión y que dominaba las diferentes zonas. Patricia se acercó entonces a las estanterías donde estaban los dildos. Yo la seguí. Pensé que su intención era adquirir uno de esos juguetes, pero estaba totalmente equivocado. Nuestra estancia en el sexshop no iba a ser precisamente breve.

  • ¿Has visto la variedad de colores? ¿Y esos diferentes tamaños? Ummmm...me fascinan- dijo la joven observando uno rosa enorme y otro azul algo más pequeño.

Sólo asentí. Me quedé en silencio.

  • Mira éste: tiene hasta relieves en su diseño para provocar más placer en cada entrada en la vagina. O aquel, que incluso reproduce las venas marcadas en la polla de los tíos cuando están empalmados. El de allí lleva en la base los testículos para poderlos agarrar mientras te penetras- me indicó.

Empezó a entrarme calor y eso que en la tienda no lo hacía. Observar a mi alumna con esos dildos en la mano y los comentarios que estaba oyendo provocaron una subida repentina de temperatura en mi cuerpo. También contribuían a ese creciente ardor las fotos eróticas de las modelos en las cajas de los juguetes: unas totalmente desnudas, con el dildo que anunciaban en la mano y con las tetas y el coño expuestos a la clientela; otras, ataviadas únicamente con unas sensuales medias y liguero y chupando el juguete que se vendía.....Mis ojos no dejaban de mirar las fotos, ni cada uno de los dildos que aparecían ante mí. Mi verga empezó a reaccionar con el típico cosquilleo que siento en ella cuando se inicia el proceso de erección.
  • No sé, no sé....Para comprar hoy un dildo tendría que saber antes cuánto le mide la polla a mi profesor. Quiero poder tener en mis manos....y en otros sitios... una réplica lo más parecida posible a su miembro. Por lo que he ido viendo en clase y hace unos minutos en la calle tiene que ser grande. ¿Pero cuánto exactamente? ¿16? ¿17? ¿18? ¿Tal vez más? ¿Por casualidad no lo sabrás con exactitud, verdad? ¿O vas a obligarme a que sea yo quien la mida utilizando mis propios medios? - me preguntó con una sonrisa llena de travesura y picardía, mientras aproximaba su mano a mi entrepierna y palpaba el creciente bulto que se estaba formando bajo el pantalón.
  • Nunca me la he medido. Tal vez esa labor te corresponda a ti- le dije dispuesto ya a seguirle un poco el juego.

Ella continuó masajeándome todo mi paquete de tal manera que noté cómo se me hinchaba y se me endurecía la verga. Al ver que no se detenía y con el apuro de que alguien pudiese darse cuenta de lo que me estaba haciendo, le comenté:

  • Patricia, por favor, que nos pueden ver.
  • ¿Quién va a mirarnos? No veo a nadie- me respondió sin dejar de sobarme.
  • El tipo ese que está allí, por ejemplo. Lleva ya un rato pendiente de nosotros con disimulo, pero no hace más que mirarnos y de tratar de escuchar nuestra conversación.

Me refería a un hombre de unos 45 años, alto y de aspecto aseado, que se encontraba en la zona de juguetes masculinos, no muy lejos de nosotros. Desde hacía unos minutos curioseaba en los artículos para hombres pero sin dejar de dirigir la mirada al lugar en el que nos encontrábamos mi alumna y yo. Cada vez parecía aproximarse más a nuestra posición. Patricia lo miró y me indicó con determinación:

  • Si le va el rollo “voyeur”, allá él. Yo he venido aquí contigo a cumplir una de mis fantasías, la primera, y nadie me lo va a impedir. Olvídate de él y déjate llevar por mi juego.

Entonces liberó mi bulto de la presión de su mano pero no por motivo del invitado, sino porque comenzó a caminar hacia la zona de las bolas chinas y de las balas vibradoras.

  • Ahora sí estamos cerca de lo que vengo buscando hoy. Algo que pueda usar para mi coño sin que sea vea ni se note. Algo que haga su trabajo sin que mis manos deban intervenir. Que me haga gozar independientemente del lugar en que me encuentre, de la hora que sea, de si estoy sola o con gente alrededor. Algo que me excite, que haga que mi sexo se humedezca y se empape. En definitiva, algo que pueda llevar dentro de mí en tus clases, mientras te veo y te observo, mientras contemplo tu entrepierna o tu culo, cuando te das la vuelta; mientras oigo tu sensual voz durante las explicaciones y fantaseo contigo; mientras compruebo que no puedes evitar fijarte en mis tetas o en mis piernas tratando de ver siempre algo más y que mi profesor también siente deseo por mí.

No me dio tiempo a reaccionar. Inmediatamente volví a sentir su mano sobre mi paquete, pero esta vez fue todavía más lejos: con los dedos agarró la cremallera de mis jeans y empezó a jugar con ella. La bajaba un poco, volvía a subirla, de nuevo la bajaba....El jueguecito me estaba encendiendo por completo ante la atenta mirada del desconocido.

  • ¡Mira esto. Justo lo que buscaba!- exclamó la joven mientras que con la mano que tenía libre me mostraba una caja pequeña y elegante.
  • ¿Una bala vibradora?- pregunté.
  • No es sólo una bala vibradora: se controla a distancia con un pequeño mando de control remoto. La distancia desde la que se puede controlar a través del mando me viene bien para mis intenciones. Parece que hoy es mi día de suerte- comentó Patricia.

En un primer momento no entendí muy bien para qué necesitaba ese control a distancia hasta que ella, observando mi cara de extrañeza, me lo dejó bien claro:

  • ¡Qué ingenuo eres, profesor! Te estarás preguntando para qué necesito ese control remoto, ¿verdad? Tengo una mente muy fantasiosa. Lo necesito porque va a ser mi profesor preferido el que durante las clases active la vibración, la aumente, la reduzca, la vuelva a poner más intensa...Quiero que sea él el que tenga el control de dicha vibración, el que decida cuándo incrementar el ritmo y el placer, el que haga que enloquezca en medio de sus clases y que me lleve a deliciosos orgasmos. No habrá nada mejor que sentir en mi coño la vibración de esa bala dirigida por ti.
  • ¿Qué? ¿Estás loca? ¿Cómo voy a hacer eso mientras doy la clase? Pídeme, si quieres, que lo haga antes o después, pero no durante las clases. Se van a dar cuenta los demás, no podré concentrarme, será una tortura.
  • Eso es justo lo que deseo: que cada día, cada mañana, en la hora de clase, estés pendiente de mí. Que te levantes para ir a trabajar sabiendo que te espera ese rato intenso conmigo. Nadie se dará cuenta: el mando es muy pequeño, lo puedes ocultar en tu mano perfectamente y yo intentaré ser discreta y contener mis gemidos, aunque no lo puedo prometer.

Me quedé totalmente callado y asombrado. Jamás hubiese pensado que era eso lo que tramaba Patricia. Sin duda, era una maestra a la hora de maquinar planes. Cuando salí del asombro, no me quedó más remedio que reconocer para mis adentros que lo que había ideado la joven tenía grandes dosis de morbo y que no sonaba nada mal.

  • ¿Te gusta en color negro? Le da un aire de elegancia- me preguntó, mientras bajaba del todo la cremallera y metía su mano derecha dentro de la bragueta de mis jeans.
  • En negro estará perfecto- respondí entre los suspiros que los movimientos de su mano me empezaban a provocar, al tocar mi miembro sobre el bóxer rojo que llevaba.

Me giré y sorprendí al mirón con los ojos clavados con descaro en el culo de Patricia. Ahora se encontraba detrás de nosotros y tenía una visión inmejorable del trasero de mi alumna. Al ir Patricia a coger la cajita con la bala vibradora de color negro, dejó caer sin querer otra y tuvo que inclinarse para recoger la caja del suelo y devolverla a su sitio. Me subió la cremallera del jeans, se agachó y cuando hizo el gesto de inclinación, su culo quedó durante unos breves instantes en pompa, como ya había ocurrido anteriormente en la calle. Volví rápido la cabeza y tuve tiempo de ver la cara del desconocido llena de asombro, por un lado y de deseo, por otra, al ver las nalgas y la raja del culo de la joven transparentadas desnudas a través de la licra de los leggings. Contemplé cómo una sonrisa de satisfacción iluminó su cara y cómo se mordía el labio inferior ante lo que acababa de ver. Como sin querer la cosa, avanzó un par de pasos y se aproximó más a nosotros.

  • Pues ya está. Me llevo la bala negra. Estoy convencida de que va a dar muchos ratos de placer y que tú disfrutarás cuando te toque activarla en las clases- dijo Patricia.

Pensé que con la elección de ese artículo nuestra estancia en el sexshop había concluido y que sólo quedaba pagar. Pero mi alumna no estaba por la labor de irse tan rápido de allí.

  • Muy bien, lo mío ya está. Ahora falta lo tuyo- comentó.
  • ¿Lo mío? ¿A qué te refieres?- pregunté extrañado, pues no tenía pensamiento de comprar nada.
  • Sí, lo tuyo. Voy a elegir algo para ti, para que te lo pongas cuando yo te lo pida. Quiero que mi profesor tenga un regalo de su mejor alumna.
Todavía extrañado por las palabras, empecé a caminar detrás de mi alumna, que avanzaba con paso firme hacia la parte de la lencería masculina. Al llegar allí, se detuvo. No había muchos artículos, si se comparaban con la cantidad de prendas que llenaban las estanterías de la zona de lencería femenina.

  • A ver que mire......Verás, los tangas para hombres no me gustan. No quiero que lleves uno de esos puestos. Así que esas prendas están descartadas. Me encantan los bóxers. Fantasear sobre cómo te quedan ceñidos, conteniendo a duras penas tu tremendo pene, marcando su silueta a la perfección, es algo que me vuelve loca. Lamentablemente no hay mucho donde elegir.....¡Mira, éste está íncreíble!- exclamó al ver uno rojo con adornos negros y con tejido de licra.
  • Lleva hasta un orificio frontal delantero para meter ahí la polla y que se mantenga firme y erguida- añadió entusiasmada.

La verdad es que la prenda era espectacular: roja y negra, brillante por la licra iluminada por la luz de la tienda y ese orificio frontal resultaba muy atrayente y tentador. Cuando Patricia parecía ya resuelta a llevárselo, se detuvo. Su mirada había descubierto algo nuevo.

  • ¿Has visto eso de ahí?- me preguntó admirada.

Me estaba señalando a una cajita en la que el modelo de la foto lucía un slip azul con una franja blanca en la cintura. El tejido era como de rejilla y llevaba un anillo en la parte central delantera.

  • Ummmmm....un anillo para que metas el pene dentro y quede bien marcado, sujeto y tieso- indicó mi alumna.

Cogió la caja, le dio la vuelta y el semblante reflejó mayor alegría todavía. Los ojos se le abrieron como platos.

  • ¡Wow, no lleva nada por detrás! ¡Tu culo estará al aire! Sólo hay unas tiras blancas para meter entre ellas las piernas y que la prenda quede ajustada a tu cuerpo. ¡Es fantástico! Te tapará sólo lo de delante (si es que a eso se le puede llamar tapar) y dejará al aire tu trasero de forma completa, listo para que yo pueda hacer con él lo que me apetezca- exclamó.

Miré la parte trasera de la caja y la descripción que había hecho Patricia coincidía perfectamente con la imagen de la prenda. Me sorprendí de la imaginación que tienen los diseñadores de ese tipo de lencería. Era un slip fascinante.

  • Me gustan los dos, no sé cual llevarme.....pero el azul es más original y mucho más provocativo y sensual. Será mi regalo para ti. El rojo lo dejaremos para otra ocasión- dijo Patricia.

Las sorpresas no habían acabado ahí: había un cartel que anunciaba una oferta 2x1 en lencería y textil válida tanto para la masculina como para la femenina, al igual que pasaba con las películas. Mi alumna, cuando se percató, fue flechada a por el bóxer rojo para adquirirlo también, pero le pedí algo:

  • Por favor, deja ese bóxer para otra ocasión. Quiero solicitarte algo
  • Mmmmm....está bien, pero no te acostumbres, profesor, que las reglas del juego las pongo yo. ¿De qué se trata?
  • Deseo elegir yo también una prenda para ti, una que me excite y ansíe que la luzcas. Acompáñame a la parte de prendas femeninas- le comenté.

Patricia sonrió encantada ante mi propuesta y pasamos a la zona para mujeres. Yo había perdido de vista al mirón: llevaba unos minutos sin verlo merodear por nuestro alrededor y no sabía por donde andaba y si nos había dejado definitivamente en paz tras deleitarse con el culo de mi alumna.
La zona de lencería y ropa femenina era un auténtico paraíso visual: braguitas y tangas de todos los tipos, formas y colores; medias y ligueros, camisones transparentes....y leggings, pero no como ropa íntima, sino para llevarlos por la calle. También había minifaldas escuetísimas que parecían más cinturones que una falda en sí y falditas de cuadritos tipo colegiala.

  • ¡Vaya, profesor! No sé que pintamos aquí. Sabes de sobra que no uso lencería, que voy con las tetas y mi sexo libres bajo la ropa de calle.
  • No me estoy fijando en la lencería, sino en las falditas y en los leggings. Cuando esté en clase quiero poder verte la prenda que elija. ¿No querías que activase la vibración de la bala? Pues deseo tener un estímulo extra para hacerlo.
  • Aprendes rápido las técnicas del juego, profesor. Creo que es una excelente idea. ¿Qué quieres, que además de ser tu alumna sea tu putita?
  • Exacto, tú te lo has buscado con tu acoso. Sé que seguirás acosándome y metiéndome en tus juegos, pero al menos vas a hacerlo vestida como una fiera en celo, como mi putita.

Los leggings que lucía hoy Patricia me habían cautivado desde un primer momento. Más que la prenda en sí, sus piernas, su culo ceñidos en esa licra. La franja en el lateral le daban un toque muy sexy y quería ver si entre los que vendían en el sexshop había alguno aun más provacativo y sugerente. Así que empecé a buscar entre los que allí se exponían y no tardé en dar con uno mucho más especial. En cuanto lo vi, supe que era perfecto. La licra parecía algo más fina que la del que llevaba puesto, cosa que jugaba a mi favor. La prenda tenía aberturas en la parte trasera, a modo casi de rasgones como llevan hoy día mucha gente en los jeans. Pero la cantidad de esos rasgones era grande: comenzaban ya un poco más arriba de los tobillos, subían por la pantorrilla, los muslos y llegaban justo hasta el inicio de los glúteos. Era mi prenda. La cogí y se la mostré a Patricia.

  • Esto es lo que escojo yo para ti. Espero que te lo pongas de vez en cuando para ir a clase.
  • ¡Ummmm...., profesor, cuanto atrevimiento para una ingenua y aplicada alumna como yo! ¿Crees que me dejarán entrar así en el centro de estudios?- me preguntó con ironía.

La expresión de su cara mostraba que la prenda le había gustado y seguro que también mi osadía de elegir eso para ella.

  • Con eso puesto te dejarán entrar en cualquier sitio. Causarás sensación. Todos te mirarán con deseo, más de lo que ya lo hacen- respondí.
  • Y tú vas a ser el primero en verme con esos leggings. Vamos al probador, profesor.

El tono sensual con el que pronunció esas palabras ya vaticinaba que algo tramaba la joven. De nuevo me invadió ese nerviosismo de otras ocasiones. Era algo que no podía evitar. Avanzamos hacia el probador. Estaba en una esquina de la tienda y era un espacio estrecho, con una cortinilla roja. Un enorme espejo y un par de ganchos para colgar la ropa anclados a la pared era todo lo que había dentro. Los escasos clientes que se encontraban en el establecimiento estaban un poco apartados de la zona del probador.

Patricia me miró a los ojos, sonrió provocativamente y entró en el probador.

  • No mires aún, profesor, que me voy a desnudar- dijo antes de correr la cortina.

Sin embargo, el último de los aros de la barra estaba roto y la cortina no corría hasta el final, de forma que entre el extremo de la cortina y la pared quedaba un espacio sin cubrir. Esperé la reacción de Patricia.

  • Pórtate bien y no vayas a aprovechar el hueco para espiarme. ¿No querrás que te castigue luego, verdad profesor?- me indicó asomando su cabeza.

El corazón se me aceleró: una simple cortina iba a separar de mi vista la desnudez de mi alumna. Y encima la tentación de ese hueco....De repente uno de los zapatos de tacón de la joven cayó al suelo justo en el espacio del probador que quedaba visible. Acto seguido apareció el otro. Patricia se acababa de descalzar. Como no creo en las casualidades, intuí que el lugar elegido para dejar los zapatos y que yo pudiera verlos formaba parte de una estudiada estrategia. Mi corazón y mis ansias me pedían comenzar a tocarme; la mente me decía que no hiciera ninguna locura, que estaba en un local público y me podrían ver. A duras penas contuve mi mano. Miré a mi alrededor y seguía sin aparecer nadie por allí. Cuando volví a mirar hacia el probador, la camiseta de mi alumna estaba en el suelo junto a los zapatos. No tenía necesidad de quitársela para probarse los leggings y, sin embargo, lo acababa de hacer. 




Ahora estaba desnuda de cintura para arriba. Me la imaginé así tras la cortina. Pensé en sus pechos, en esos pezones que siempre llevaba marcados. Se estaba apoderando de mí la locura y cuando quise darme cuenta, tenía mi mano derecha abriendo la cremallera de mis jeans. Ya no era capaz de controlar mis emociones, ni de pensar en lo éticamente correcto. Mi mano se coló y empecé a masajear mi miembro sobre el bóxer. Los leggings que Patricia llevaba puestos cayeron sobre los zapatos de tacón. Ahora sí estaría completamente desnuda tras la ridícula cortina. ¡Qué manera de provocarme! Una a una había arrojado las prendas al lugar apropiado para que yo pudiese intuir cómo se estaba desnudando. Mi mano apretaba mi polla cada vez con más vehemencia. Estuve así unos instantes más hasta que se oyó a Patricia decirme:

  • Ummmm....que bien se me ajusta! Y por detrás....esas rotos en la prenda y, además, mis nalgas...se transparentan sin dificultad. A ver de frente otra vez.....¡Vaya! Si tenemos ahí la rajita de mi sexo y los labios marcados.

Me estaba torturando con esas descripciones y ella lo sabía de sobra. Yo necesitaba liberar mi polla y masturbarme: estaba viviendo un suplicio. Patricia se anticipó: cuando mi mano iba a desabrochar el botón de los jeans y meterse por dentro del bóxer buscando mi verga desnuda, mi alumna me preguntó:

  • Profesor, ¿no vas a darme una opinión de cómo me queda? Estoy esperándola. Date prisa que estoy desnuda de cintura para arriba y cogeré frío. No te preocupes que estaré de espaldas.

Me acababa de invitar a asomarme al interior del probador. Si me asomaba, sabía que estaba perdido. Me acerqué todavía más a la cortina e introduje lentamente mi cabeza por el hueco. Patricia no estaba de espaldas: se encontraba de frente, mirándome y con los brazos en cruz tapando sus senos como buenamente podía. Tenía ya puestos los nuevos leggings.

  • ¿No dices nada, profesor?

No me salían las palabras. Era incapaz de pronunciar ni siquiera una letra debido a la impresión que me llevé. Había visto a mi alumna desnuda a través de las imágenes que me mandó en su momento, pero tenerla así ahora, semidesnuda, a escasos centímetros delante de mí me paralizó por completo. Lo único que se movían eran mis ojos, que recorrían una y otra vez la preciosa anatomía de Patricia.
Los pechos parecían a punto de desbordarse y superar la tímida protección de los brazos. Observé los leggings y le quedaban como un guante: las sensuales formas de las piernas de la joven, dibujadas gracias a lo ceñido de la prenda, atrajeron de inmediato mi atención. No puede evitar luego mirar la entrepierna de Patricia: tal y como me había dicho, se le marcaba la raja de su sexo y unos gruesos labios vaginales. El calor que ya tenía yo antes aumentó en el probador por la estrechez del habitáculo. Al fin me recuperé un poco del asombro y le comenté:

  • Te quedan perfectos, justo como quería. Date la vuelta. Quiero verte ahora por detrás.

Mi alumna se giró lentamente haciéndose la interesante. Varias palpitaciones sacudieron mi polla al ver los glúteos de la joven, transparentados con cierta nitidez a través de la negra licra, y la interminable raja central que separaba ambas nalgas. Los rotos que tenía la prenda estaban estratégicamente situados y se detenían justo al inicio del culo para insinuar pero no mostrar directamente la piel del trasero.

  • ¡Dios mío!- exclamé sin controlar esa expresión.
  • Parece que a mi profesor le ha gustado el nuevo modelito de su alumna. Eso me alegra- dijo Patricia volviéndose de nuevo, sin descruzar los brazos y mirándome a la cara.

Pero la mirada de la joven fue descendiendo por mi cuerpo hasta detenerse en mi entrepierna.

  • Profesor, ¿qué hace con la bragueta abierta y enseñando por ahí ese bóxer rojo? Un profesor tan decente como tú no debería ir en plan exhibicionista, ¿no crees? Anda, yo te ayudaré a cerrar otra vez la cremallera.

Patricia dio un paso hacia mí y se puso en cuclillas. Iba a pedirle que lo dejara estar, que no hiciera nada, pero, de nuevo, no pude articular palabra y me limité a contener la respiración. En ese momento mi alumna empezó a descruzar parsimoniosamente los brazos: poco a poco sus tremendos y preciosos pechos fueron quedando al descubierto. Las gotas de sudor resbalaban como perlas brillantes por mi frente y sentía también cómo mi espalda se humedecía. Aparecieron ante mi vista las esféricas y oscuras aureolas encumbradas por los gruesos y endurecidos pezones marrones. Mi polla crecía y crecía sin cesar bajo el bóxer. Mi alumna agarró la punta metálica de la cremallera y empezó a subirla mirándome a los ojos. Cuando llegó al tope, comenzó otra vez a bajarla a un ritmo muy lento, gustándose, disfrutando, torturándome. Con esos movimientos ascendentes y descendentes de la mano era inevitable que rozara mi bulto continuamente. Noté como la cabeza de mi miembro se humedecía y ensuciaba mi roja prenda íntima con los primeros fluidos que manaban.
Patricia, muy observadora, se dio rápidamente cuenta:

  • Ummmmm....estás manchando el bóxer, profesor. Y no quiero que eso ocurra. Un hombre como tú siempre debe ir arreglado y limpio.

Mientras lo decía, apartó el bóxer hacia un lado y atrapó mi endurecido pene para sacarlo por la bragueta del pantalón. Mi polla quedó como un palo tieso casi rozando la cara de Patricia. Evitó el contacto directo el hecho de que el pene, en plena erección, estuviese ligeramente curvado hacia la izquierda.

  • ¡Qué apetitosa verga tienes! ¡No sabes cuánto había soñado y esperado este momento! Me la comería entera, la engulliría, la lamería, pasaría mi húmeda lengua por toda su extensión, mis labios aprisionarían tu glande, lo succionarían, lo apretarían hasta que por ese pequeño y burbujeante agujerito que tiene saliera a borbotones toda la leche. Pero lo voy a reservar para otro momento. Porque todo eso que te he contado ahora y muchas cosas más quiero que las hagamos por primera vez en un sitio muy especial. ¿Sabes a cuál me refiero?
    Moví la cabeza negando.

  • El aula de clase, profesor, de nuestras clases. Deseo que sea allí y lo haremos el lunes. La clase es a última hora. Cuando termine, nadie nos molestará. ¿Le consentirás ese capricho a tu alumna?- me preguntó acariciándome con suavidad el pene.

Cerré los ojos y asentí embriagado de placer y lleno de deseo.

  • Así me gusta, que seas obediente. Pero ahora, ¿cómo hacemos para meter de nuevo eso tan largo y grueso que asoma por ahí?- me dijo.

Mi polla iba a reventar, no podía quedarme así. Me dolía de lo gorda y palpitante que la tenía. Patricia soltó mi miembro y se reincorporó. La punta de mi verga rozó y humedeció ligeramente el vientre desnudo de mi alumna, cuando ésta se puso en pie.
Fue entonces cuando Patricia exclamó:

  • ¡Vaya, parece que tenemos un espectador como invitado!

Giré la cabeza y vi de quién se trataba: fuera del probador, apoyado en la pared y mirando hacia dentro, por el espacio que la cortina dejaba sin cubrir, se encontraba el hombre, el mirón, que había estado observando a mi alumna mientras elegía los artículos y que nos había estado siguiendo. No sabía el tiempo que llevaba ahí espiándonos, pero tenía su polla fuera y se la estaba machacando a la vez que su mirada permanecía clavada en las tetas de Patricia. Pensé que por culpa del invitado inoportuno el juego de Patricia dentro del probador se había terminado. Sin embargo, mi alumna ni se inmutó ante la presencia del tipo.

  • No le hagas caso. Haz como si no estuviera. Sigamos a lo nuestro, profesor, que aún no hemos terminado- me pidió.

Para que el desconocido no nos arruinara el momento, intenté hacerle caso a Patricia y olvidarme del “voyeur” que se masturbaba frenéticamente, blandiendo una polla de considerables dimensiones en su mano.

  • Ya te he dicho que el sexo de verdad, follarnos, lo dejaremos para el lunes, pero hoy quiero un pequeño aperitivo y tú necesitas aliviar eso que tienes tan hinchado. Deseo que te masturbes, profesor, aquí delante de mí, verte con mis propios ojos, escuchar tus gemidos en directo, poder percibir el aroma que mane de ese glande y que luego te corras sobre mi culito, pero sobre los leggings: deseo que me los dejes empapado de tu leche y que finalmente chupes, lamas y pruebes tu propia corrida limpiándome la prenda con tu lengua. ¡Vamos, profesor! En clase tú pones las normas y yo obedezco y las respeto. En nuestros juegos seré yo la que imponga las normas a seguir.

Cuando me di cuenta, tenía ya mi propia mano envolviendo mi miembro y recorriéndolo despacio de arriba a abajo. Patricia volvió a ponerse en cuclillas y situó su cara a pocos centímetros de mi verga. El olor de mi polla, de la humedad que la recubría cada vez más haciendo que brillase pringosa, le llegaba de lleno a la joven. Aceleré un poco y esto provocó que gotas de mi líquido preseminal salpicaran el rostro de Patricia, en especial su mejilla y los labios. Ella no perdía detalle de mis movimientos y contemplaba mi falo como sumida en una profunda hipnosis. Comenzó a acariciarse los pechos y a jugar con los pezones, duros como piedras. En cuanto empezó a hacerlo, escuché a mis espaldas cómo aumentaban la frecuencia y la intensidad de los gemidos del mirón, anunciando, sin duda una pronta eyaculación.
Mis testículos me pesaban y se sobrecargaban con el paso de los minutos. Sobre la tensa piel de mi polla se marcaban varias venas de tono verde oscuro por la que circulaba la sangre consiguiendo así un mayor placer.
La mano de Patricia se fue perdiendo dentro de los leggings en busca de la entrepierna. Suspiró al sentir el contacto y el roce de sus dedos en la rajita y en el clítoris. Sus mejillas enrojecieron inmediatamente y yo volví a acelerar, apretando con fuerza el rojizo glande y deleitándome con el movimiento de las tetas de la alumna al compás del elevado ritmo con el que la mano saciaba el hambre de ese joven coño.

  • ¡Ahhh...uffffff......qué delicia! ¡Sigue, profesor, más rápido! ¡Acelera, más, un poco más! ¡Ya deseo comerte esa polla que tienes ahí!- dijo mi alumna.

Le hice caso y volví a imprimir mayor velocidad. En milésismas de segundo mi mano se deslizaba con brío por todo el pene sin pausa alguna. No paraban de salir burbujas del agujerito que perfora el glande justo en su cumbre. Por el tipo de movimientos bruscos y secos y por los fuertes gemidos que emitía, Patricia se estaba penetrando el coño con varios dedos a la vez. Intenté tocarle las tetas con mi otra mano, la desocupada, pero mi alumna me lo impidió de forma traviesa y cruel.

  • ¡Ummmm....ahhhhhh....ummmmm...ohhhhh....! El lunes, profesor.....arrrggghhhh.... el lunes me podrás tocar ya lo que quieras y cuanto quieras. Ahora pajeate para tu alumna preferida hasta el final. Quiero sentir el calor de tu semen y su humedad traspasando la fina licra y mojando mis nalgas- sentenció Patricia tratando sobreponerse a sus suspiros y gemidos para poder hablar.
  • Entonces, levántate y pon tu culo en pompa. No tardaré mucho en correrme- le pedí.
  • ¡Voyyy...ahhhhh.....voyyyy...voyyyyy....ahhhh..argggggg.....sí..sí..sí...síííí.......espera, esperaaaaa.....me corrooo, me corrooooooooooo.....ahhhh....sííííííííííííííííííí....!

Mi alumna acababa de correrse gracias a sus hábiles y rápidos dedos. Prácticamente a la par, el mirón gritó de placer en pleno éxtasis, explotando por completo y alcanzando uno de sus chorros el cristal del espejo del probador. Patricia se puso entonces en pie y me fijé que temblaba todavía tras su corrida. Llevaba un enorme cerco de humedad en la entrepierna de los leggings. Me ofreció su culo en pompa y esa magnífica transparencia de las nalgas a través de la licra y exclamó:

  • ¡Riégalo de leche! Quiero que dejes esa parte de la prenda blanca. Deseo sentir cómo tu semen traspasa la licra y me moja los glúteos. ¡Vamos, hazlo ya!

Agité un par de veces más la polla con todas mis fuerzas, sentí varios latigazos en el abdomen, gemí como un auténtico desesperado y varios chorros de esperma empezaron a salir disparados de la punta de mi verga. La tenía orientada hacia el trasero de mi alumna, de forma que impactaron violentamente contra él. Contemplé cómo el negro de la licra se teñía paulatinamnete de blanco conforme descargaba mi leche.

  • ¡Eso es, qué gusto! ¡Qué rico! ¡Cómo está traspasando la prenda y humedeciendo mis nalgas!¡Ummmm...... qué sensación sentirlo resbalar por los glúteos e invadir la raja de mi culito!- gritó Patricia.

Respiré varias veces hondo para recuperarme un poco después de la eyaculación, pero mi alumna me recordó que debía chupar con mi lengua mi propio semen sobre su prenda. Agaché la cabeza, la acerqué al culo de la joven, saqué la lengua y empecé a lamer la licra, limpiando cada gota de leche que yacía, derramada, sobre ella. Era la primera vez que probaba mi esperma y su sabor suavemente salado..

  • Buen chico, profesor. Te has portado muy bien. Te pondré tu primera matrícula en la asignatura de sexo. Las demás te las tendrás que ir ganando poco a poco- me comentó Patricia.

Me metí la polla, que empezaba a recuperar su estado de reposo, por dentro del pantalón. Mi alumna me pidió entonces que saliera del probador.

  • Quiero reservarte la visión de mi coño en vivo para el lunes. Debo cambiarme los leggings y ponerme los que traía para poder pasar los nuevos por caja y que me los cobre el dependiente. Espero que no se dé cuenta de lo mojados que están. Te prometo que iré con ellos el lunes a clase y los estrenaré- me comentó Patricia guiñándome un ojo de forma cómplice.

Salí del probador y esperé a que Patricia se vistiera. Ya no había ni rastro del mirón. Sólo varios goterones de semen en el suelo quedaban como mudos testigos de su presencia allí. Mi alumna no tardó en abandonar el probador. No aceptó que yo pagase los dos artículos que había que abonar de las tres que llevaba. Tomamos el camino de regreso al centro de estudio y una vez allí y antes de despedirnos hasta el lunes, mi alumna me entregó primero la caja con el slip azul.

  • Póntelo el lunes para las clases. No se te olvide- me recordó.

Acto seguido abrió la caja de la bala vibradora y me dio el pequeño mando a distancia.

  • La pila del mando ya va incluida, al igual que la de la bala. Llévate el mando y también te lo traes el lunes. Esperaré ansiosa a que llegue la hora de la clase y te decidas a presionar el botón y activar la bala. Sé que lo harás y que conseguirás lograr que me corra en plena clase. Buen fin de semana, profesor, nos vemos el lunes- me dijo plantándome un beso en los labios- me dijo y se alejó lentamente del lugar contoneando sensualmente su culo.


Cuando llegué a casa intenté serenarme pero no pude. Volví a masturbarme recordando todo lo que había pasado un rato antes y pensando en lo que ocurriría el lunes. Ya por la noche, en mi cama, abrí la caja del slip azul y lo examiné con detenimiento: la tiras blancas, el tejido, el anillo central...




Las horas que faltaban hasta el lunes se me iban a hacer eternas.





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