INSACIABLE.
Hoy hemos hecho el amor como tantas otras mañanas, entregándonos con pasión, dejando hasta el último gramo de fuerza, hasta la última gota de sudor sobre las sábanas, gimiendo como locos que se desean sin control y de forma salvaje.
Me pediste que te follase duro y eso he cumplido: te he penetrado con todo mi vigor, he embestido como un poseso hambriento de sexo, he enterrado una y otra vez mi tiesa polla en tu ardiente coño sediento de mi leche caliente. Has llegado al orgasmo, me has arañado la espalda con tus uñas mientras sentías esa sensación de placer y la enorme explosión en tu interior y has provocado que eyaculase y que mis chorros de esperma te llegasen hasta lo más profundo regándote por completo.
Como de costumbre, hemos apurado tanto el tiempo que apenas he tenido unos minutos para ducharme y desayunar algo a toda prisa antes de salir a trabajar. Cuando he entrado en el dormitorio para darte un beso previo a mi salida, has sacado de debajo de la sábana tu dildo rosa, me has guiñado el ojo y me has dedicado una preciosa y pícara sonrisa.
Eres insaciable. Ahora sé que te quedarás un rato más jugando, masturbándote, proporcionándote placer. Y, en efecto, eso haces. Mientras bajo las escaleras del edificio, ya te estás acariciando los senos, esos que hace unos minutos te he manoseado con todas mis ganas, esos que he lamido con fuerza chupando los pezones oscuros, logrando ponerlos duros como piedras. No lo puedo evitar y ya en la calle me pongo a pensar en lo que estarás haciendo. Mi miembro comienza a palpitar y a hincharse. Al caminar lo siento aprisionado bajo el bóxer rozando con la cara interna de mi muslo izquierdo a cada paso que doy.
Tu mano baja lentamente por tu cuerpo palpando la tersa piel. Llega hasta el ombligo y allí se detiene: acaricias tu vientre frotando sobre él la palma de tu mano. Tu corazón late cada vez con más fuerza y lo estás ya deseando: ansías descender hasta tu sexo, tocar los carnosos labios vaginales, pasar los dedos sobre tu raja y buscar el clítoris. Tu coño está sucio, mojado, empapado de una viscosa mezcla de mi semen y de tus propios flujos. Tus dedos se quedan inmediatamente pringosos en cuanto contactan con esa sustancia tan olorosa. Te los llevas a la boca para saborear mi esperma y tus fluidos. Te saben a gloria y relames los dedos como una gatita en celo.
Sentado en el tranvía tengo que disimular mi enorme erección colocando la carpeta sobre mis muslos. Noto cómo mi bóxer se humedece. ¡Qué poco ha durado limpio y seco! Ya estoy deseando regresar a casa y hacerte de nuevo el amor o que tú me lo hagas cabalgando frenéticamente cual experta amazona sobre mi empalmada verga. Llego a la parada, me bajo del transporte y así, excitado por completo, entro en el trabajo. Siempre sabes cómo hacer para tenerme encendido todo el día y me estás convirtiendo en un excelente aprendiz.
Devuelves tus dedos a tu encharcada entrepierna y te acaricias el sexo. Haces pequeños circulitos sobre él hasta que por fin te decides a apresar tu clítoris. Lo friccionas con la yema de los dedos, lo recorres de arriba a abajo y, no contenta con ello, tiras de él una vez, otra, una tercera….Con los dientes te muerdes el labio inferior de la boca de puro placer. Tus dedos empiezan a introducirse dentro de tu coño: casi sin darte cuenta tienes ya varios metidos. Los doblas y los mueves para aumentar la estimulación en la vagina. Sientes un gusto increíble. Continúas usando la mano para masturbarte hasta que sientes la necesidad de algo más, de algo rígido y duro. Algo que se parezca a mi polla. Lo tienes a tu lado y echas mano de él: tu dildo rosa con esa terminación en curva que tanto te hace disfrutar.
Lo tomas con la mano derecha aún húmeda por tus flujos. Despacio lo acercas a la rajita de tu sexo. Asas el juguete varias veces rozando la entrada de por fuera para estimularte, para incendiar todavía más tu coño.
Accionas la vibración del dildo y sientes cómo esas pequeñas descargas del primer nivel vibratorio te estremecen. La punta del objeto se empieza a perder en el interior de tu vagina. Pronto empujas más el juguete que penetra sin resistencia hasta dentro. La vibración sigue en marcha una vez que has clavado el dildo hasta el tope. Lo dejas quieto, enterrado en tu coño y no lo extraes, sino que lo mantienes ahí aprisionado, invadiendo toda tu intimidad. Tras unos instantes te decides a sacarlo un poco y, conforme lo extraes, una tira de flujo blanco lo cubre en su superficie. Incluso el tope de color gris metálico aparece manchado de la espesura blanca. No lo has terminado de sacar entero, cuando de nuevo vuelves a apretarlo hasta el fondo. Mueves el dildo varias veces seguidas, sin pausa, incrementando el ímpetu. Por el espacio que queda entre tus labios vaginales y el juguete comienza a manar líquido que gotea en la sábana de la cama. Has puesto en mnarcha hace unos segundos el segundo nivel de vibración. Ya lo notas, sientas la diferencia, percibes un mayor cosquilleo interno y esa curva rosa justo sobre el punto que te hace enloquecer. Aceleras más tus movimientos: tu mano mate y saca el dildo con vehemente velocidad. Lo has cubierto casi por completo de blanco y hasta a la cara interna de tu muslo ha llegado una salpicadura de ese flujo. Aprietas más, te penetras con mucha dureza.
No te conformas con follarte uno de tus agujeros. Estás desatada y quieres todavía más. Estiras el brazo y sacas del cajón de la mesita de noche tu otro dildo, el azul, más largo que el rosa y, además, flexible. Separas un poco más las piernas haciendo que tu orificio anal quede perfectamente abierto. Mientras que con la mano derecha sigues taladrando tu sexo, con la izquierda acercas el dildo azul a tu culo y lo acaricias con la punta de esa polla de juguete. Tanteas la zona hasta que das con el ano y lo rozas. La cabecita del dildo ya entra en el agujero. De forma instintiva tratas de contraer el culo y de cerrarlo, pero enseguida dejas de oponer resistencia. Lo estabas deseando: sentirte doblemente follada, tener tus dos orificios cubiertos, llenos y saciados.
El resto del juguete azul se va deslizando hasta perderse en la oscuridad interna del ano. Ahora ya tienes los dos dilos completamente dentro. Tu coño palpita, tu ano está dilatado. Y empiezas a mover las dos manos al unísono, extrayendo un poco esos objetos, metiéndolos de nuevo con fuerza, empujando con todas tus ganas. Tienes los ojos cerrados y suspiras y gimes de gusto, con las plantas de los pies apoyadas sobre el colchón de la cama y las piernas totalmente abiertas. Ya has roto a sudar otra vez y tu piel se humedece con perlas brillantes de sudor. Imprimes más ritmo con tu mano izquierda: quieres machacarte bien el culo para centrarte luego exclusivamente en tu coño. Los gemidos aumentan en intensidad cada vez que el dildo azul irrumpe en tu ano sin freno alguno. Después de dar varios golpes secos y fuertes dentro de tu culo, optas por sacar el dildo. Tu sexo requiere ahora toda la atención. Sabes de sobra que no vas a aguantar mucho sin correrte.
El zumbido de la vibración resuena por el dormitorio, mientras que con tu mano no dejas de meter el dildo. Se mezcla en el aire el olor a sexo y a sudor. No paras, todo lo contrario: das un último acelerón y te notas a punto de estallar. Varios arreones más, pequeños espasmos en tu bajo vientre y ni siquiera te da tiempo a sacar el dildo: un interminable chorro comienza a a salir de tu coño sin control alguno, mojando la cama, tus muslos y tu mano. Salpica por todas partes y dejas la colcha roja de la cama con un impresionante cerco. Tu sexo no para de palpitar y tu respiración está entrecortada. Cuando tu “squirt” cesa te quedas inmóvil durante unos segundos. Enciendes luego la luz de la pequeña lámpara de la mesita de noche y tú misma te sorprendes de cómo ha quedado el campo de batalla después de correrte.
Tras recuperar un poco el aliento y recomponer la cama, buscas tus bolas chinas, te vuelves a tumbar y las deslizas dentro de tu coño. Antes de dormirte un rato más, tomas el móvil y sacas una foto de tu entrepierna con la anilla de las bolas saliendo de la rajita de tu vagina.
Durante mi breve descanso de media mañana enciendo mi móvil para mandarte besos como cada día y me encuentro con esa imagen y con el siguiente texto: “Ahí se quedarán hasta que vuelvas a casa y me las quieras sacar.
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