El porno también puede utilizarse con valor reivindicativo.
http://smoda.elpais.com/placeres/pornoactivismo-cuando-sexo-se-vuelve-reivindicativo/
30 de noviembre de 2016
26 de noviembre de 2016
DELICIOSO COÑAC
- Una copa más de coñac. La última, lo prometo.
Irene,
completamente borracha, sentada en la parte de atrás del lujoso
vehículo de su amiga Silvia, suplicaba por un poco más de alcohol.
Aún no había tenido suficiente con todo el que había ingerido en
la fiesta de la que acababan de salir. Ahora, dentro de ese coche
gris metalizado que se encontraba estacionado en aquel aparcamiento
público vacío, mendigaba por un trago más. Silvia, también bajo
los efectos del alcohol pero todavía con cierto control sobre sus
actos, observaba de arriba a abajo a Irene, en medio de la oscuridad
de la cálida madrugada veraniega.
- No pienso darte esa copa. ¿Acaso no te has visto? Una mujer decente como tú, toda una señora y mírate: me has hecho parar aquí el coche porque no aguantabas más y has echado una meada kilométrica ahí fuera. No puedes casi ni articular palabra ni mantenerte en pie. Tienes el rimmel corrido, el maquillaje desdibujado y el vestido descolocado y descompuesto. Cualquiera que te viese así pensaría que eres una puta en lugar de una exitosa y acaudalada empresaria- le replicó Silvia, mientras contemplaba el tanga rojo de su amiga, que asomaba nítidamente entre la piernas de ésta, bajo el vestido negro y corto de lentejuelas.
Silvia
jamás se había sentido atraída por una mujer, pero ahora notaba
una sensación extraña: tal vez era culpa del vino, de la ginebra y
del coñac que había bebido, o del calor asfixiante de la noche, o
de ese tanga de encaje del que no podía apartar la mirada y a través
del cual divisaba la fina y cuidada tira de vello púbico sobre la
raja del sexo de su amiga.
Irene,
sin embargo, seguía insistiendo de forma incansable, hasta que trató
de arrebatarle la botella a Silvia.
- ¿Quieres más alcohol, no?- la cara de Irene se iluminó al oír la pregunta pero pronto cambió a gesto de asombro al ver cómo Silvia comenzaba a desabrocharse su blusa azul botón a botón: primero, todo el escote; luego, los duros y firmes pechos desnudos sin sujetador quedaron al descubierto. Silvia abrió la botella, la inclinó un poco sobre su torso y bañó los senos de coñac. El líquido empapó los oscuros y tiesos pezones y resbalaba hacia abajo, llegando al vientre y humedeciendo la cinturilla de la falda negra de la mujer.
- Si quieres beber, tendrás que hacerlo sobre mi piel, lamiéndola con tu lengua para aprovechar el coñac- dijo Silvia.
Irene
sonrió y no lo dudó ni un instante: acercó su rostro al cuerpo de
su amiga, abrió la boca y con la húmeda lengua comenzó a chupar el
coñac en los redondos pechos de Silvia, haciendo círculos,
bordeándolos lentamente para, por fin, continuar hacia la cima de
las tetas y rozar los pezones.
De la boca de Silvia empezaron a
abrirse paso gemidos que se hicieron más intensos en cuanto notó
los labios de su acompañante aprisionando aquellos dos carnosos
botones y al sentir cómo la mano de Irene se metía entre sus muslos
abiertos y avanzaba hacia la entrepierna. Ningún obstáculo encontró
al llegar la meta: no había bragas ni tanga que le impidiese tocar y
acariciar el coño húmedo, palpitante y depilado de Silvia.
Y
así, mientras Irene le comía a su amiga intensamente los pechos,
saboreando el coñac, y le metía varios dedos en el coño
penetrándolo una y otra vez con vehemencia, a escasos metros el
vigilante del aparcamiento se hacía una soberana y, a la postre, muy
lechosa paja contemplando a escondidas el espectáculo lésbico.
25 de noviembre de 2016
ESPECTÁCULOS ERÓTICOS
Recorrido por algunos de los mejores espectáculos eróticos del mundo. ¿Cuál te gusta más?
http://elpais.com/elpais/2016/10/04/viajero_astuto/1475592760_612104.html
http://elpais.com/elpais/2016/10/04/viajero_astuto/1475592760_612104.html
21 de noviembre de 2016
SEÑORA EN LA MESA, PUTA EN LA CAMA
¿Tienen las mujeres la posibilidad real de elegir qué tipo de sexo ver o practicar sin estar sometidas a las convenciones sociales?
http://elpais.com/elpais/2016/10/04/mordiscos_y_tacones/1475599959_289723.html
http://elpais.com/elpais/2016/10/04/mordiscos_y_tacones/1475599959_289723.html
18 de noviembre de 2016
CRÓNICA DE UN INCESTO (5)
Al
día siguiente, tras regresar del trabajo, decidí aceptar por fin la
propuesta que mi amiga Jéssica me venía haciendo desde hacía
tiempo para que me pasara alguna vez por el gimnasio al que ella
acudía y del que era monitor su joven pareja. Ese día lo necesitaba
realmente: tenía que despejarme y relajarme. Así que me desnudé y
busqué alguna prenda deportiva que ponerme. Llevaba años sin hacer
ejercicio pero sabía que conservaba en alguna parte un par de
camisetas y algunas mallas de fitness. Después de un par de minutos
de búsqueda localicé dichas prendas. Me vestí con una camiseta
roja de manga corta y ceñida al cuerpo y con unas mallas negras con
franjas rojas en el lateral de los muslos. Era el conjunto que más
solía usar antes aún me quedaba bastante bien. Me calcé las
zapatillas deportivas y me dirigí al gimnasio caminando. No estaba
muy lejos de casa y llegué a los pocos minutos. Enseñé en
recepción la tarjeta de invitada que en su día me entregó Jéssica
y pregunté por Miguel, la pareja de mi amiga. A los pocos minutos
apareció y me saludó con dos besos.
- ¡Dichosos los ojos! ¡Creí que nunca te vería por aquí!- exclamó Miguel riéndose.
- Es que llevo unos días con un ritmo de trabajo asfixiante, además de algunos otros asuntos. ¿No te importa que haya venido así, sin avisar?
- Claro que no, mujer. Sabes de sobra que puedes venir cuando te apetezca.
- Muchas gracias, Miguel. Sólo será un ratito: mi condición física no creo que dé para más- le comenté
- Como quieras. ¿Y qué prefieres: hacer ejercicio a tu aire o que te oriente yo un poco?
- ¿No estás ahora ocupado?- le pregunté.
- No, acabo de terminar una clase de spinning y hasta dentro de una hora no empiezo con la siguiente.
- Entonces, si no es molestia, me encantaría que me ayudaras: no tengo mucha idea de cómo funcionan estos aparatos y máquinas y, con lo torpe que soy, no quiero provocar ningún desastre- le indiqué.
Miguel
rió y luego me pidió que lo acompañara a una pequeña sala. Estaba
dotada con un par de aparatos, una cinta para correr y una bicicleta
de spinning.
- Aquí podremos estar tranquilos. Es una sala reservada para los monitores- me dijo Miguel.
Yo
ya conocía al joven de las veces en que habíamos salido Jéssica,
él y yo a comer o a cenar, pero no lo había visto nunca vestido con
ropa deportiva. El sensual cuerpo de Miguel, con esa camiseta negra
ajustada a su torso, marcando los pectorales, y ese short deportivo
rojo que permitía ver su perfecto y macizo culo, no ayudaba
precisamente a calmar la excitación en la que yo andaba sumida desde
hacía días. Mientras me daba algunas instrucciones, aproveché
también para mirarle con disimulo el considerable paquete de la
entrepierna. Miguel me hablaba y me aconsejaba, pero yo cada vez
escuchaba menos sus palabras y observaba más sus atributos
masculinos. Me sentía un tanto despreciable por estar ahí mirando
con ojos de deseo a la pareja de una de mis mejores amigas, pero no
podía evitarlo. Y esos ojos marrones color miel, grandes, dulces y
ardientes al mismo tiempo me desarmaban por completo.
Comencé
entonces a hacer unos ejercicios de pesas que el monitor me había
indicado, mientras él seguía atento mis evoluciones. Pronto rompí
a sudar y más todavía cuando empecé a correr sobre la cinta. Mi
camiseta mojada se pegaba cada vez más a mi torso, lo que hacía que
la redondez de mis pezones se reflejasen con claridad sobre el húmedo
tejido de la prenda. Notaba también el sudor empapando mis muslos y
fluyendo por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, mojando las
mallas. Sentí, además, cómo la licra de mi pantalón era engullida
por la raja de mi culo debido al movimiento de mis piernas al correr.
Al girar una vez la cabeza para preguntarle a Miguel si lo estaba
haciendo bien, lo pillé mirándome con descaro el trasero. Bajé la
vista a su paquete y lo tenía aun más abultado que antes. Entre el
sofoco por el ejercicio y aquello que lucía el joven entre sus
piernas, , me invadió un enorme calor y agradecí en parte que
Miguel me comentase que dejase de correr y que hiciera algunas
flexiones. Tenía que que inclinar el torso y tocar la punta de los
dedos con las manos. Debía repetir veinte veces ese ejercicio. Tras
la indicación, se situó detrás de mí y me ordenó que comenzara.
Seguí sus órdenes y comencé a realizar el ejercicio. A la cuarta o
quinta flexión corporal caí en la cuenta de que la posición que
tenía Miguel le permitía ver mi culo en pompa al inclinarme para
tocar mis pies. Y estaba plenamente convencida de que durante mis
flexiones, las ya de por sí ajustadas mallas daban un poco más de
sí, marcando más mis glúteos y la raja de mi culo y que Miguel,
probablemente, se estaba dando un auténtico atracón visual.
De
nuevo me vino ese cosquilleo de los últimos días a mi coño y esa
sensación de deseo y de ganas de sexo. De repente, una de las veces
que me encontraba justo con el culo en pompa, sentí sobre él la
mano del monitor. Me quedé en esa postura, paralizada y sin moverme.
La mano empezó a recorrer con suavidad mis nalgas sobre la licra,
despacio y haciendo círculos. Tragué saliva varias veces y guardé
silencio. Miguel, al ver que yo no reaccionaba ni oponía resistencia
a su acción, continuó unos instantes más acariciando mi trasero,
hasta que me susurró al oído:
- He visto antes cómo no parabas de observar mi polla. ¿Tanto te gusta? ¿tan necesitada estás de una así? Y no vayas a hacerte ahora la inocente, porque no tienes excusas: me la estabas comiendo con los ojos.
Mientras
pronunciaba estas palabras, uno de sus dedos comenzó a recorrer de
arriba a abajo la raja de mi trasero hasta perderse entre mis
piernas, buscando mi coño. No tardó en hallarlo y allí, por encima
de las mallas, estuvo ese hábil dedo rozando mi ya húmeda vagina y
mi clítoris. Empecé a suspirar y a gemir de placer ante esos
placenteros tocamientos y deseando que Miguel me follase de una vez
el coño. Pero él tenía otros planes.
- A Jéssica no le gusta mucho que le penetre el ano. Pero estoy convencido de que a ti sí que te place: teniendo ese culo tan prieto, esos glúteos tan macizos, seguro que te encanta que te penetren el culito, ¿verdad?- dijo Miguel.
Yo
asentí. Me daba igual ya el agujero que me follase. Tan sólo
deseaba sentir dentro de mí esa tremenda verga que se le adivinaba
bajo el pantalón. Noté rápidamente cómo las manos del monitor me
bajaban las mallas hasta dejarlas en mis tobillos. Me dio un par de
cachetadas en cada glúteo y luego sentí su saliva aterrizar sobre
orificio anal para lubricarlo. De inmediato empezó a restregar su
tieso falo por mis nalgas y mi boca y mi sexo se hacían agua,
mientras yo percibía la redondez del húmedo y pringoso glande
circular por mi culo. Miguel separó mis nalgas con las manos y su
pene comenzó a entrar de forma lenta en mi culo, centímetro a
centímetro, milímetro a milímetro, hasta que quedó perfectamente
encajado dentro. Sí, aquella polla era bien gorda y larga, eso
seguro, pues el placer que me ofrecía era inmenso.
Miguel
se puso a bombear en mi trasero y metiendo su miembro de forma cada
vez más rápida e intensa. Mis gemidos aumentaban, al igual que los
jadeos del monitor en cada una de sus fuertes embestidas. El flujo
vaginal manaba ya de mi coño y resbalaba por la cara interna de mis
muslos, a la vez que Miguel imprimía ya un ritmo alocado. Entonces
lancé un de grito:
- ¡Joder, me vas a partir el culo!
- ¿No te gusta? ¿Quieres que pare?
- ¡Ahhh....No, por Dios, sigue, sigue más!
- ¡Pídemelo por favor, vamos, quiero que me lo supliques. Pídeme que te reviente el culo y que te lo llene de leche.
- ¡Por favor, te lo suplico, fóllame, no dejes de follarme, ahora no!
Miguel
retomó todavía con más fuerza que antes el bombeo y su falo
entraba y salía con una fuerza descomunal y a una velocidad
endiablada. Cada vez me daba más la sensación de que profundizaba
más, hasta mi vientre. Dio un par de arreones secos y con mi mano
frotando el coño me corrí como una auténtica perra, dejando el
suelo del gimnasio encharcado de flujo. Segundos más tarde de mi
corrida, el monitor soltó un par de alaridos que precedieron al
momento en que su caliente semen inundó de lleno mi ano y mi culo.
No sacó la verga hasta que no soltó la última gota y luego tuve
que chupársela con la lengua de arriba a abajo para limpiarle los
restos de esperma.
- Te vas a librar de que siga hoy porque se acerca el comienzo de la próxima sesión de spinning. Pero ya habrá otro día, estoy seguro- fueron las últimas palabras del monitor antes de subirse el short, de secarse el sudor con una toalla y de salir de aquella pequeña sala.
Yo
me tumbé unos instantes en el suelo para recuperarme, mientras
notaba cómo el semen de Miguel resbalaba por mi culo. Luego
recompuse mi ropa y abandoné el gimnasio pensando en la putada que
acababa de hacerle a mi amiga, aunque dudando también de si el polvo
ocasional que Miguel me acababa de echar no era algo habitual en él
con otras usuarias del gimnasio y de que Jéssica no estuviera tal
vez al tanto de las correrías sexuales de su pareja e hiciera, en
cierta forma, la vista gorda ante ellas con tal de seguir teniendo a
su lado a ese chico bastante más joven que ella.
Al
menos, esta última posibilidad fue la que me sirvió para no tener
remordimiento de conciencia por lo sucedido e intentar poder mirar a
la cara a mi amiga el próximo día que la viera.
Cuando
llegué a casa, me refresqué el rostro y bebí varios vasos de agua
antes de pasar a mi dormitorio. Ya en la tranquilidad de mi
habitación, leí el relato que Sandro había escrito sobre lo
sucedido la tarde de las compras. Como siempre, de forma magistral
detallaba y narraba cada escena ocurrida. En esta ocasión no lo
adornó con nada de ficción, sino que se atuvo a la realidad. La
lectura del texto me puso muy caliente: pese a lo sucedido un rato
antes con Miguel, seguía teniendo más ganas de sexo. Me encontraba
desnuda y empecé a acariciar mi coño, pero una inoportuna llamada
al móvil cortó bruscamente mis intenciones. Era mi buena amiga
Priscila, que llamaba para invitarme, como cada año, a su fiesta de
cumpleaños. Se iba a celebrar el próximo sábado en su casa e iba a
ser algo especial: pretendía organizar una fiesta de disfraces, para
la que las mujeres tendrían que ir disfrazadas de algún tipo de
profesión y los hombres de superhéroes. El número de invitados no
sería muy amplio, unas veinte personas como máximo. También
invitaba a Sandro, al que había tratado desde su nacimiento y que
era para ella como una especie de sobrino. Le confirmé mi presencia
y le dije que le preguntaría a mi hijo si quería venir.
Los
cinco minutos que Priscila me tuvo al teléfono cortaron de raíz el
clímax creado con la lectura del relato de Sandro. Aun así, iba a
retomar los tocamientos, cuando de nuevo sonó el móvil, pero en
este caso no con una llamada, sino con la alerta de la llegada de un
email. Se trataba de mi hijo:
- Gracias por las fotos. Posas muy bien, con posturas increíblemente sensuales. Eres la culpable de que mi polla esté roja de las veces que me la estoy machacando estos últimos días. Me acabo de correr y, en cuanto termine de escribirte, volveré a pajearme mientras te miro en las fotos. ¿Ya has leído el relato del probador? No tardes en mandarme un email. Tengo lista la primera solicitud de fotos concretas que deberás enviarme. Muchos besos ardientes- rezaba el breve correo de Sandro.
Tras
la lectura del mismo, decidí aplazar mi masturbación para otro
momento, sin interrupciones, en la calma nocturna. Había un par de
cosas urgentes que hacer: la primera, contestarle a mi hijo; la
segunda, empezar a buscar un disfraz para la fiesta de Priscila y
otro para Sandro, si finalmente aceptaba ir. No tardé mucho en
redactar el mensaje de respuesta. Le expresé cuánto me había
excitado su texto y que cada vez conseguía encenderme más que en
las ocasiones anteriores, al igual que lo hacían los comentarios que
le dejaban otros autores o lectores sobre los relatos escritos y
sobre mis fotos que incluía en cada una de sus historias. Le
confesé, entre bromas, que se estaba convirtiendo en un auténtico
pervertido y que me estaba empujando a mí a serlo también. Finalicé
diciéndole que quedaba a la espera de su petición fotográfica y
que, si no pedía un imposible, cumpliría con su solicitud.
Le
envié el correo y caí en la cuenta de que mi hijo, si era verdad lo
que me había escrito, estaría en ese momento tocándose en su
habitación. Ante esa posibilidad, me puse una camiseta y un
pantaloncito corto de estar por casa y salí de mi dormitorio.
Recorrí despacio el pasillo y me acerqué a la habitación de
Sandro. En efecto, la puerta se encontraba cerrada, cosa poco
habitual a esas horas, y pegué la oreja a ella: dentro se escuchaban
leves gemidos de mi hijo, señal inequívoca de lo que estaba
haciendo. Conté hasta diez para no cometer la locura de abrir la
puerta y apoderarme de la polla de mi hijo. De modo que regresé a mi
habitación y, mientras esperaba a que Sandro terminase su trabajo
manual, comencé a consultar en internet la tienda de disfraces más
cercana. Una vez localizada, me puse a mirar un disfraz que me
gustara y tardé poco en encontrarlo: con la idea de que Sandro
aceptaría la invitación de Priscila, pensé en un disfraz que me
permitiese insinuarme y provocar a mi hijo, siempre bajo la excusa de
que se trataba de una fiesta distendida y desenfadada. Y fue entonces
cuando apareció en la pantalla un precioso y sexy disfraz de
enfermera, formado por una escueta bata blanca con escote generoso, y
medias y liguero del mismo color. Justo lo que andaba buscando.
Como
Sandro continuaba en “encierro”, aproveché para adelantar
trabajo y busqué también un disfraz para él. Un par de minutos más
tarde localicé en la página de la tienda un mono de licra rojo, con
capa negra a los hombros y un antifaz del mismo color. Sería
perfecto para él, y para mí: sin duda, su paquete se le marcaría
en la entrepierna de ese mono ceñido y podría deleitar mi vista
durante la fiesta de mi amiga.
Viendo
que mi hijo seguía sin salir decidí “portarme” mal: iba a
desnudarme y a vestirme para desplazarme a la tienda de disfraces y
pensé entonces en mi lencería. ¿Por qué no lucir algunas prendas
delante de mi hijo? Me quité la camiseta y el pantalón corto y abrí
el cajón de mi ropa íntima. Allí había un gran universo de
colores: negro, rojo, violeta, blanco...Además de lo que había
comprado en el sexshop, figuraban también aquellas otras prendas que
poseía desde hacía más tiempo y que había optado por conservar.
La
braguita violeta, recién lavada y limpia, ya me la había visto
puesta y la había tenido entre sus manos. Así que busqué y elegí
un elegante pero, a su vez, sensual conjunto negro: sujetador, bragas
y medias. Primero me puse las bragas de encaje y luego el sujetador.
A continuación metí el pie derecho en la media y empecé a subirla
lentamente. El fino y suave tejido rozaba mi piel y cubría
centímetro a centímetro mi pierna, hasta que la media quedó
ajustada a la parte alta de mi muslo. Por último, repetí la acción
con la pierna izquierda y, ya con todo el conjunto puesto, me dirigí
hacia el cuarto de baño. Entré, dejé la puerta abierta y cogí uno
de mis peines. Me situé frente al espejo y comencé a cepillar mi
cabello. Era cuestión de esperar a que Sandro apareciera, seguro que
presuroso, para asearse después de su masturbación. Mientras me
peinaba, observaba mi cuerpo con esa lencería negra que me quedaba
de vicio: mis pechos realzados, el provocativo encaje en mi sexo y mi
culo, el brillo y la transparencia de las medias negras...
No
me equivoqué: cuando sólo llevaba en el cuarto de baño un par de
minutos, Sandro hizo acto de presencia.
- ¡Ohhh...! Mamá...Perdón. ¿Te queda mucho? - me preguntó con las mejillas enrojecidas y con el rostro sudoroso. Al reaccionar de verdad y ver lo ligera que yo andaba de ropa y el conjunto que lucía, se le abrió la boca de asombro y empezó a recorrerme con la mirada de arriba a abajo.
- ¿Te ocurre algo, hijo? Estás sudando.
- No, no es nada, mamá. No te preocupes. He estado en la habitación moviendo algunas cosas y estoy un poco acalorado- me respondió.
- Ya me quedo más tranquila. Yo ya he terminado. Entra, si quieres.
- Gracias, mamá.
- Pero antes quiero comentarte una cosa- le indiqué, mientras él seguía embobado ante lo que estaba observando.
- Dime.
- Ha llamado Priscila y me ha invitado a su fiesta de cumpleaños. Me dicho que te pregunte si quieres venir. Es el sábado por la noche y hay que disfrazarse: las mujeres, de cualquier profesión; los hombres, de superhéroes. Ya sabes cómo es ella, siempre ideando cosas nuevas para sus fiestas.
Sandro
permaneció callado unos segundos e inmediatamente respondió:
- Sí, mamá, me apunto a la fiesta. Priscila me trata siempre bien y le tengo afecto, así que asistiré- me respondió.
- ¡Excelente! Justo me estaba vistiendo para acudir a la tienda de disfraces a comprar uno para mí. Te buscaré algo relacionado con los superhéroes
Mi
hijo parecía no cortarse ya ni un pelo y seguía mirándome con
cierto descaro. Opté por darle otra vuelta de tuerca a la situación
antes de salir del baño.
- A ver si encuentro algún disfraz que me quede bien. He visto anunciado en la página web uno de policía, otro de alumna y otro de enfermera. Pero, no sé, son un poco sexys y, tal vez, demasiado atrevidos.
- Mamá, ya sabes cómo es Priscila. No se va a asustar por nada. Además, te dije el otro día que todo te queda bien- me comentó Sandro.
- ¿Estás seguro? Porque, mira: me parece que hasta me está saliendo algo de tripita- le indiqué, llevándome las manos a mi bajo vientre, antes de acercarme a mi hijo para que comprobase lo que le había dicho.
Él
permanecía en el umbral de la puerta y yo me coloqué a escasos
centímetros. Fue entonces cuando me percaté de que en su cómodo
pantalón de deportivo azul, en la entrepierna, había extensa mancha
de humedad y se apreciaba un considerable bulto. Además, su polla
parecía suelta, como si no llevase slip o bóxer bajo el pantalón.
Supuse que se había puesto la prenda tras la última paja y que la
había manchado con los restos de semen de la punta de la polla y que
el tamaño que lucía el paquete era debido a los minutos que llevaba
viéndome en lencería. Vi cómo Sandro bajó la mirada hacia un
vientre y luego hacia mi sexo. Mi cercanía con él hizo que yo
comenzase a percibir el olor a esperma que manaba de su pantalón del
chándal. Ese aroma despertó mis más bajos instintos y de nuevo
tuve que contenerme.
- Mamá, no digas tonterías. No hay rastro de de tripa gorda ni nada de eso. El disfraz de enfermera te quedará de lujo- me comentó.
- ¿De enfermera? ¡No me digas que te gustaría ver a tu madre vestida de enfermera sexy! Tendré tu opinión en cuenta. Terminaré de vestirme e iré a la tienda de disfraces- le dije.
Mientras
salía por la puerta, me arrimé más a mi hijo con la escusa de la
estrechez del espacio y aproveché para rozar mi cuerpo semidesnudo
con el suyo. De forma insinuante restregué mis pechos contra el
cuerpo de mi hijo, a la vez que sentí la dureza y la humedad de su
entrepierna en mi muslo derecho. Esos simples segundos de contacto me
sirvieron para provocarlo más y para sentir su excitación en mi
cuerpo. Tras salir to, Sandro cerró la puerta del baño. Por el
momento había sido suficiente: era mejor dejarlo tranquilo para que
se limpiase o se desahogase de nuevo. Me encaminé hacia la
habitación y terminé de vestirme: una blusa blanca y una falda
negra completaron mi vestuario junto con unos zapatos también
negros. Quería lucir piernas y la falda era una no muy corta, pero
con una larga abertura por el lado izquierdo que, al caminar, dejaba
a la vista casi la totalidad del muslo.
Ya
lista y preparada, salí de mi dormitorio y no pude evitar esbozar
una sonrisa al pasar por delante del cuarto de baño y ver que mi
hijo aún permanecía dentro. Con el pensamiento de que seguro que
todavía seguiría con sus trabajos manuales, me dirigí hacia la
tienda de disfraces. No tarde mucho en llegar, pues no estaba muy
alejada de casa, aunque no solía pasar por la calle en la que se
encontraba. Entré y comencé a buscar los dos disfraces: el de
enfermera y el de superhéroe. El primero que vi fue el de mi hijo:
escogí la talla de adulto y comprobé que fuera tal y como aparecía
en la página web. Me moría ya de ganas por vérselo puesto. Luego
me puse a la búsqueda del mío. Me costó algo más dar con él,
debido a la gran cantidad de disfraces expuestos, pero, finalmente,
lo hallé. Tuve suerte, pues sólo quedaba uno y era justo de mi
talla. También era idéntico al anunciado en la web del negocio y
sabía que con él estaría realmente sexy. Pagué las compras y fui
a tomar un café a una cafetería próxima. Estando allí, mi móvil
me avisó de la llegada de un email: era de Sandro y llevaba como
asunto “petición fotográfica”. Aunque me invadió la intriga
por leerlo, preferí dejarlo reservado para cuando regresase a casa.
Cuando guardé de nuevo el móvil, me percaté de que en la mesa de
enfrente había un tipo que no dejaba de mirarme. No apartaba la
vista de mi pierna izquierda: sentada como yo estaba, la abertura de
la falda permitía ver todo mi muslo hasta la blonda de la media
negra. No me había dado hasta ese instante, pero lejos de cubrirme
un poco, permití que aquel desconocido de mediana edad siguiera
deleitándose. Para ello, me hacía la despistada, volvía a mirarlo
y a sorprenderlo, apartaba de nuevo mi mirada....Fui consciente de
que, a raíz del comienzo del “juego” con mi hijo y con el
transcurso de los días, me había ido convirtiendo en una
exhibicionista y que el sentirme observada y el exponerme me
generaban un morbo indescriptible.
Con
disimulo, para no aparentar ser una descarada, deslicé la falda
hacia el centro, desplazando así la raja de la abertura. Agaché la
cabeza y comprobé que parte de mis braguitas negras quedaban al aire
y a disposición de cualquier mirada interesada. Alcé luego el
rostro y constaté que el desconocido tenía sus ojos clavados en mi
entrepierna y resoplaba ante la visión de parte de mi prenda íntima.
Me moví otro poco y permití que me viese todas las bragas, mientras
yo notaba cómo mi sexo empezaba a palpitar y a humedecer la
braguita. Me mantuve en esa posición un par de minutos hasta que
decidí recomponer la falda, levantarme y dar por terminada mi breve
exhibición. Me marché de la cafetería dejando al hombre con un
buen calentón en su polla.
Al
llegar a casa y antes de ponerme con los preparativos de la cena, leí
el email de mi hijo en el que realizaba su petición sobre las fotos.
Era breve y muy concreto: quería que posara para él luciendo
diferentes conjuntos de lencería y en distintas posturas, sin
mostrarle mi rostro, tal y como habíamos acordado. Quería esas
imágenes mías desde la tetas hacia abajo. Además, pedía algunas
donde apareciese sin sujetador y con las manos cubriendo mis pechos y
alguna sin braguita y tapándome el sexo de alguna forma. Por último,
me insistía en que usase medias para la mayoría de imágenes, pues
era su prenda fetiche.
Por
supuesto que acepté su propuesta: eso de exhibirme ante él en
lencería sería morboso y excitante. Supuse que la solicitud tenía
algo que ver con lo ocurrido horas antes en el baño, cuando Sandro
me vio en ropa íntima. Deduje que ese deseo de que le enviase dichas
imágenes estaría relacionado con esa circunstancia. Le contesté
inmediatamente a su mensaje, pero sólo para decirle que aceptaba su
petición y que en unas horas, tal vez en un día, recibiría las
fotos. Tras mandarle el correo, me acerqué a a la habitación de mi
hijo para enseñarle su disfraz. Sandro estaba escribiendo en el
ordenador y, al verme aparecer, apagó la pantalla con celeridad.
- ¿Qué tal, hijo? ¿haciendo algún trabajo para clase?- le pregunté.
- Ehhh...Bueno, no....Estaba escribiendo unas cosas.
- Espero que sean cosas interesantes y útiles- le dije, soltándole una pequeña indirecta.
- Son cosillas mías sin mucha importancia.
- Vale, está bien, no tienes que contármelo. Ahora mira esto: ya tengo tu disfraz para la fiesta de Priscila.
- ¿No habrás hecho que me tenga que vestir de Supermann o de algo así, no?- me preguntó expectante.
- Tranquilo, no es de ningún superhéroe en concreto- le comenté mientas sacaba el disfraz de la bolsa.
Acto
seguido se lo entregué a mi hijo y empezó a observarlo y a
analizarlo:
- No está mal. Me gusta: no es de ningún “musculitos” en concreto y además, así cumpliré con el requisito de Priscila.
- Pruébatelo, a ver cómo te queda- le pedí.
- ¿Ahora?- me preguntó Sandro un tanto extrañado.
- Sí, ahora. Si no te está bien, habrá que descambiarlo mañana, pues el sábado es el cumpleaños y no queda casi tiempo- le indiqué.
Pero
lo que realmente deseaba era inducir a Sandro a que se probase el
disfraz delante de mí. Me miró fijamente y dudó unos instantes
pero luego se quitó la camiseta: su torso desnudo apareció ante mis
ojos, fibroso y con las tetillas de un intenso color marrón. Recorrí
de arriba a abajo su pecho y su vientre y detuve la mirada en la
cintura, esperando a que se bajara también el pantalón deportivo
que llevaba. Con los dedos enganchó la cinturilla del short y empezó
a bajarlo. Lentamente fue dejando al descubierto un bóxer azul donde
se marcaba el bulto en la entrepierna. Mis ojos se fijaron de
inmediato en aquella protuberancia formada por el pene y los
testículos de mi hijo, aprisionados bajo la ajustada prenda. Un
chispazo de calor saltó dentro de mí al contemplar semejante
espectáculo. Cogió el mono rojo de licra y abrió la cremallera,
mientras yo seguía observando aquella deliciosa polla oculta bajo el
bóxer y que parecía que se agrandaba conforme pasaban los segundos.
Cuando Sandro bajó casi entera la cremallera, metió sus pies y sus
piernas en el disfraz. Para entonces, su miembro lucía ya una
considerable erección y se marcaba perfectamente grueso y largo
sobre el bóxer. No sé si sería su propia excitación al estar
semidesnudo ante mí o era el haber descubierto alguna que otra
mirada mía hacia su paquete. Lentamente fue ajustándose el mono y
cerrando la cremallera. El sonido de la misma al ser subida y el
brillo del rojo tejido pegado a la piel de mi hijo hicieron que mi
corazón palpitase a mil y que en mi coño el cosquilleo empezara a
ser incesante.
- ¿Cómo me queda? ¿No estaré haciendo un poco el payaso?- me preguntó Sandro.
- Te queda impecable, como si te lo hubieran hecho a medida- le respondí.
En
efecto, la licra se ceñía de manera increíble a la espléndida
anatomía de Sandro, pareciendo que el disfraz era, realmente, su
piel. Y su bulto se le marcaba, a mi juicio, de manera exagerada.
Pero, por supuesto, eso me encantaba, así que le di la aprobación.
- Sólo le pondría una pequeña pega- le dije.
- ¿Cuál?- me preguntó extrañado.
- No me interpretes mal, Sandro: tú puedes hacer lo que quieras cuando te lo pongas para la fiesta, pero se marcan mucho las costuras del bóxer por la cintura, en los muslos, en el culo..No sé, tal vez deberías ponértelo sin bóxer el sábado. Esas costuras afean el resultado final.
Mi
hijo guardó silencio unos instantes y temí haber sido demasiado
directa con mi propuesta. Sandro agachó la cabeza, observó las
marcas a las que le había hecho referencia y resopló.
- Tienes razón. Se notan bastante. Pero es que ir sin nada debajo...No sé me da un poco de cosa.
- Vamos, no va a pasar nada por no usar ropa interior durante un rato. Esa licra se te ajusta al cuerpo y te quedará todo bien ceñido. Irás cómodo y bien. Ya lo verás.
- Bueno, ya veremos el sábado qué hago- terminó por comentar mi hijo, dejándome con la duda.
Me
iba a marchar de su habitación para permitir que se desvistiese,
cuando Sandro me lo impidió con sus palabras.
- ¿Dónde vas? Ahora es tu turno. ¿Te has probado ya el disfraz de enfermera?
Sandro
había pensado rápido y había jugado muy bien sus cartas, dándole
la vuelta a la situación.
- No, aún no me lo he probado. Pero sé que me queda bien- le indiqué, tratando de echar, disimuladamente, balones fuera.
- Pues yo creo que deberías confirmar, por si acaso, que se ajusta bien a tu cuerpo y evitar sorpresas de última hora cuando te lo vayas a poner para la fiesta.
- Vale, está bien, pero sólo con una condición.
- ¿Cuál?- quiso saber Sandro.
- Pues que me permitas hacerte unas fotos de recuerdo con tu disfraz puesto. Luego ya sí me pruebo el mío- le respondí.
Mi
hijo puso al principio cara de cierta extrañeza ante mi petición,
pero sus ganas de ver cómo me cambiaba de ropa delante de él
hicieron que no se lo pensase más.
- No sé a qué viene ahora eso de las fotos, pero si tanto interés tienes, adelante.
Saqué,
entonces, mi móvil y le hice una primera foto a mi hijo. Luego una
segunda y una tercera desde diferentes ángulos. Con esas imágenes
había conseguido inmortalizar la extraordinaria forma en que se le
marcaba el paquete y poder usarlas para mi propio interés, beneficio
y placer.
- El sábado te sacaré algunas más. Por hoy es suficiente- le indiqué.
- Sí, sí, como quieras, pero no te demores más que deseo ver cómo queda mi madre de enfermera. Te advierto de que yo también te tomaré algunas fotos- comentó.
Sandro
aprendía rápido y me copió la idea. La impaciencia que veía en mi
hijo, esa ansiedad y esos ojos cargados de deseo hicieron que yo no
esperase ni un segundo más para empezar a desvestirme.
Botón
a botón fui desabrochándome la blusa. Conforme lo hacía, los ojos
de mi hijo iban recorriendo la piel que la prenda dejaba al
descubierto según se abría. Pronto apareció mi sujetador a la
vista, que Sandro contemplaba sin pestañear. Terminé de sacarme la
blusa y dejé el torso al descubierto, sólo con el sostén cubriendo
mis pechos. Miré la entrepierna de mi hijo y ya evidenciaba el
inicio de la reacción ante la escena. El bulto había adquirido
mayor tamaño y la verga se había hinchado todavía más,
aprisionada bajo la licra roja. Llegó el momento de desprenderme
también de la falda: abrí lentamente la cremallera lateral y la
prenda fue resbalando por mis muslos hasta caer al suelo. Sandro bajó
inmediatamente la mirada, la dirigió hacia mis bragas negras y la
mantuvo allí fija durante unos segundos. Luego fue recorriendo
centímetro a centímetro mis piernas cubiertas por las medias
también negras y de nuevo volvió hasta mis braguitas. Yo esbocé
una sonrisa y Sandro me devolvió otra, pero leve y nerviosa.
- ¿Hace falta que me ponga hoy las medias y el liguero que completan el disfraz o con la bata blanca te vale?- le pregunté con picardía.
Mi
hijo se lo pensó unos instantes antes de responder:
- Reserva mejor la lencería para el día de la fiesta. Con que te pruebes ahora la bata, estará bien.
Me
acerqué un poco más a él, ya con la bata blanca en la mano, y la
abrí. El color níveo e impoluto brillaba, adornado por algunas
tiras rojas. Primero pegué la bata a mi cuerpo, sin ponérmela
todavía.
- ¿Crees que me quedará bien?- pregunté con aires provocativos.
- Así, a simple vista, parece que sí.
- ¿No crees que es demasiado corta?
- ¡Vamos mamá! Es un fiesta de disfraces entre amigos. El tono será distendido y divertido. No pasará nada por el hecho de enseñar piernas. ¿A qué esperas para probártela?- me indicó mi hijo, en cuyo rostro se dibujaba la satisfacción por lo que veía y esperaba ver.
Empecé
entonces a abrir la bata con cierta ansiedad. A continuación me la
puse y comencé a cerrar uno a uno los botones. Dejé el último
abierto y esto, sumado al generoso escote, que ya de por sí
presentaba la prenda, hacía que buena parte de mis senos quedaran
visibles, únicamente bajo el sensual sujetador negro.
Por
abajo la bata tapaba poco, tal y como se suponía, llegando sólo un
par de centímetros por debajo de mis nalgas. Casi no había
terminado de ponerme la prenda, cuando Sandro, móvil en mano, me
hizo una primera foto. La miró en la pantalla y dijo:
- No está mal del todo. Pero te he pillado ahí, moviéndote. A ver, que te haga otra pero quieta y posando para la cámara.
Sonreí
para la instantánea y permití que mi hijo tomase una segunda
imagen.
- Así está perfecto. Has salido espectacular. Serás el centro de todas las miradas en la fiesta, ya lo verás.
- ¿Ah, sí? ¡Vaya! ¿qué tal, entonces, una postura un poco más insinuante y sexy?- le pregunté lanzándole una indirecta.
- ¡Adelante! Si te animas, yo haré de fotógrafo.
Me
puse de perfil y desabroché un botón más: mis tetas quedaron
prácticamente enteras al descubierto, saliendo por la apertura
creada en la bata. Sandro me fotografió así un par de veces, antes
de que yo cambiase de postura. Levanté la pierna izquierda y la dejé
doblada y suspendida en el aire, exhibiéndola así ante mi hijo. La
bata se me subió un poco con ese gesto y la blonda de las medias
quedaron al descubierto. La polla de Sandro se veía ya enorme y
tiesa bajo la licra de su disfraz y no dejaba de encenderme.
-Unas
últimas. Ya que estamos, seré una provocativa modelo por un día.
Me
tumbé en el largo sofá con una mano puesta en la nuca y con la otra
lanzando un beso a la cámara. Sabía de sobra que en esa postura y
desde la posición en la que se encontraba mi hijo, me estaba viendo
las bragas sin dificultad. Aprovechó la ocasión que se le estaba
presentando y sacó tres o cuatro instantáneas antes de que me
levantase del sofá y diera por finalizada la sesión fotográfica.
- ¿Satisfecho, señor fotógrafo?
- ¡Mucho! ¡Compruébalo tú misma1- me contestó, para acto seguido comenzar a mostrarme cada una de las imágenes en el móvil.
Me
vi espectacular, bastante más de lo que había imaginado. Y, en
efecto, en las últimas tomas salía mostrando mis braguitas sin
tapujo alguno. Justo lo que había buscado para excitar a Sandro.
Estando todavía los dos juntos después de ver las fotos, empezamos
a quitarnos los disfraces. No sé cómo fui capaz de resistir la
tentación de abalanzarme sobre mi hijo y arrancarle el bóxer cuando
ambos nos quedamos a la vez en ropa íntima. Me fijé bien y tenía
la parte delantera del bóxer húmeda: una pequeña mancha circular
destacaba en el tejido, justo a la altura donde reposaba la punta del
pene. Sandro, a su vez, miraba mis bragas sin parar y sin miedo
alguno a ser descubierto por mí. No sé qué hubiese ocurrido en
aquel momento entre nosotros, si no llega a sonar el timbre de la
puerta de la casa. Cogí rápido mi albornoz del baño, me lo puse
por encima y miré por la mirilla de la puerta para ver de quién se
trataba a esas horas. Comprobé, entonces, que se trataba de doña
Luisa, una vecina, señora ya mayor. Le abrí la puerta y la mujer me
dijo:
- Hola, mi cielo. He preparado un bizcocho y me he acordado de vosotros, así que os traigo estos trozos para que lo probéis. Seguro que os va a gustar.
- Muchísimas gracias, doña Luisa. Ahora, después de cenar, nos los comeremos y ya le diré el próximo día que la vea mi veredicto. Tiene una pinta deliciosa. Gracias, de verdad.
Estuve
un par de minutos más hablando con la vecina antes de que se
marchase a su casa. Tras cerrar la puerta, me dirigí a la cocina
para dejar allí el plato con los dos trozos de bizcocho. Al pasar
por la puerta del cuarto de baño, me percaté de que Sandro estaba
dentro, con la puerta cerrada a cal y canto. Pegué la oreja y
escuché leves gemidos. Supuse lo que mi hijo hacía ahí dentro:
estaba aliviándose el calentón que tenía encima tras la sesión de
fotos. Yo también estaba encendida y me notaba las bragas húmedas.
Respiré varias veces hondo, sabedora del riesgo que iba a tomar a
continuación, y me quité el albornoz. No pude evitar tocar mi
mojada entrepierna sobre las bragas, mientras seguía escuchando la
manera cada vez más intensa en la que Sandro gemía. Casi fuera de
control, no tardé en arrancarme la prenda íntima, sin importarme ya
que mi hijo pudiera salir y sorprenderme en pelotas junto a la
puerta. Empecé a rozar mi coño con la palma de la mano de forma
enérgica recordando el día del probador en el centro comercial y lo
dura que tenía mi hijo la polla allí. Mi mano no paraba de frotar
mi sexo y lo hacía incrementando progresivamente la energía. Busqué
mi clítoris y jugué deliciosamente con él, palpándolo y tocándolo
sin cesar con los dedos. El placer que sentía aumentaba segundo a
segundo, ayudado por el estímulo del sonido de los gemidos de
Sandro.
Aceleré
a continuación los movimientos manuales antes de meter ya un par de
dedos en la raja vaginal. No aguanté mucho más: tras varias
impetuosas y profundas penetraciones alcancé el placentero orgasmo.
Justo después, y aún en pleno éxtasis, oí procedente del interior
del baño un pequeño pero intenso grito de mi hijo y segundos más
tarde suspiros de alivio que indicaban que Sandro acababa de
eyacular. Tenía que darme prisa para no ser sorprendida allí fuera,
de modo que cogí las bragas y el albornoz del suelo y me dirigí,
rauda, a mi dormitorio. Cerré la puerta y, aún con la calentura de
la masturbación encima, decidí que era un buen momento para
satisfacer la petición fotográfica de mi hijo, realizada vía
email. Así que, antes de cenar y de probar el bizcocho de doña
Luisa, abrí el cajón donde guardo la lencería. Todavía con mi
coño húmedo y con las medias negras puestas y el resto del cuerpo
desnudo, elegí un par de conjuntos para la ocasión. Había llegado
el momento de obedecer las pautas indicadas por Sandro en su correo y
de ceder ante su chantaje de no volver a escribir relatos eróticos,
si no satisfacía su petición.
CCCB: SEXO Y PLACER
Desde el siglo XVIII se han ido creando o imaginando los más insospechados espacios para disfrutar del placer y del sexo. ¿Quieres conocerlos?
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/10/25/catalunya/1477413474_865608.html
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14 de noviembre de 2016
SALÓN ERÓTICO DE BARCELONA: APRENDIZAJE
En un Salón Erótico uno puede aprender muchas cosas sobre sexo. Estos eventos, por lo tanto, no están hechos sólo para mirar, sino también para derribar tabúes y adquirir aprendizaje que mejore la vida sexual en pareja o la individual de cada uno.
http://elpais.com/elpais/2016/10/14/tentaciones/1476435702_068695.html
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13 de noviembre de 2016
DON SERVANDO, EL PERVERTIDO
Don
Servando, hombre mayor y ya de vuelta de todo en la vida, esperaba a
diario con especial atención e impaciencia un momento concreto: la
hora de la tarde, antes de que empezara a anochecer, en que sus tres vecinas de enfrente se
asomaban a tender la ropa por la ventana que da al patio interior del
edificio. Unas veces era Maica quien se encargaba de esa tarea;
otras, Lucrecia; a veces, Brigitte. Al viejo don Servando le daba
igual cuál de las tres jóvenes universitarias lo hiciera: con
cualquiera de ellas se le caía la baba admirando su juvenil
hermosura, aunque, puestos a elegir, prefería la exuberante y racial
belleza morena de Brigitte.
En
cuanto el hombre oía el ruido de los rieles, acudía al lavadero
para coincidir con la estudiante correspondiente. Para disimular,
tendía él también algunas prendas. Las chicas lo saludaban con
educación y con el paso de las semanas empezaron a intercambiar
algunas palabras más durante la tarea de la ropa. A menudo los ojos
de don Servando se clavaban en el siempre generoso escote de las
jóvenes, mientras éstas se inclinaban en la ventana para colgar las
prendas en los cordeles. En alguna que otra ocasión Maica había
aparecido vestida con un camisón ancho y, sin darse cuenta, había
dejado a la vista del viejo, a través del escote, sus medianos
pechos desnudos.
Pero
lo que más atraía realmente a don Servando era algo muy específico
y morboso: la ropa interior de las chicas. Gozaba y se excitaba
viendo esas coloridas, diminutas y sensuales prendas colgadas:
braguitas, sujetadores, medias, tangas de hilo y de triángulo...
Su
polla se le levantaba al contemplar ese espectáculo cromático e
imaginando a las estudiantes con esas ropitas puestas.
Lo
que las jóvenes no sabían era que su vecino, durante la noche,
cogía de los cordeles la braguita o el tanga más llamativo de los
tendidos y se masturbaba enrollando la prenda a su verga. En efecto,
de forma cuidadosa y silenciosa y bien entrada la noche para
asegurarse de que las chicas dormían, don Servando se apoderaba de
un tanga, se dirigía a su habitación y se quitaba el pijama.
Envolvía la prenda en su miembro y empezaba a pajearse. Lentamente
el viejo deslizaba su mano y con ella el tanguita sobre la venosa
superficie de su pene tieso. El roce del suave y fino tejido le
proporcionaba un placer extra. Aceleraba luego sus movimientos
manuales a la vez que pensaba en cada una de las universitarias.
Cerraba los ojos y visualizaba mentalmente los senos de Maica
redondos y firmes y el color oscuro de los pezones, la angelical y
dulce cara de Brigitte, las macizas nalgas de Lucrecia...Notaba cómo
el glande se le humedecía, mojando ligeramente el tanga y dejando
impregnado en él el intenso aroma de su hinchado y erguido falo.
Mientras
daba un último arreón y sus testículos se balanceaban al compás
del ritmo marcado por la mano, jugaba a adivinar a cuál de las
estudiantes le pertenecería el tanga robado por unos minutos. Se
machacaba con fuerza un par de veces más la polla y varios gemidos
anunciaban siempre el momento de la corrida del hombre que, justo
antes de eyacular, tiraba al suelo el tanga para no dejarlo
completamente pringado de leche. Segundos más tarde del agujero del
glande manaban varios chorros de semen blancuzco y caliente que caían
sobre el suelo del dormitorio.
Cuando
la última gota de esperma aterrizaba sobre el piso, cogía el tanga
del suelo, lo acercaba a su nariz y disfrutaba oliendo el aroma que
su nabo había dejado en el tejido de la prenda íntima. Porque justo
eso era lo que más morbo le daba: volver a tender el tanga sabiendo
que su dueña se lo pondría, sin percatarse de que había sido
usado, y fantasear con el momento en que la parte del forrito interno
rozada por su glande entrase en contacto con el coño de la chica.
Ése era su ritual diario.
Fueron
pasando las jornadas y don Servando continuaba con su habitual
costumbre cleptómana y masturbatoria. Una mañana el viejo regresó
a casa después de comprar el pan y el periódico ABC, que llevaba
bajo el brazo. Abrió el buzón y descubrió un gran sobre rosa junto
con varias cartas comerciales. En el sobre rosa se podía leer: “Para
don Servando” y no llevaba remite. Intrigado, el hombre lo abrió
en el mismo rellano de la escalera y se le cortó la respiración al
ver dentro tres diminutos tangas y una nota de papel, en la que
decía:
- El rojo es de Maica; el negro, de Lucrecia y el blanco es el mío, Brigitte, que sé de sobra que soy tu favorita. Los tres están sin lavar para que te deleites con el aroma de nuestros coños: así no tendrás que esperar hasta altas horas de la noche para tomarlos del cordel estando, además, limpios. No es bueno que un señor mayor se pase las noches en vela.
Desde
aquel día y al menos una vez al mes, las estudiantes colmaban los
instintos sexuales más bajos de don Servando dejándole en su buzón
un sobre rosa con tres tangas.
12 de noviembre de 2016
SEXO CON LÁTEX
Cada vez prolifera más el gusto por el látex y por prendas de este tejido que se ajustan a la piel. Todo ello, entre otras cosas, para gozar más con el roce y el tacto.
http://elpais.com/elpais/2016/10/17/mordiscos_y_tacones/1476731127_203252.html
http://elpais.com/elpais/2016/10/17/mordiscos_y_tacones/1476731127_203252.html
10 de noviembre de 2016
LAS FAMOSAS SE MASTURBAN
Siempre resulta interesante saber que las divas tienen las mismas necesidades sexuales que cualquiera de las mortales. Hay algunas que reconocen públicamente sus aficiones masturbatorias.
http://entremujeres.clarin.com/entretenimientos/famosos/famosas-sexo-masturbacion_0_1334274689.html
http://entremujeres.clarin.com/entretenimientos/famosos/famosas-sexo-masturbacion_0_1334274689.html
9 de noviembre de 2016
LOVE JOULE
Hasta no hace mucho la masturbación femenina era, lamentablemente, un tema tabú. Incluso todavía hay mentes retrógradas que lo ven como algo vergonzoso. Sin embargo, existe un lugar donde las mujeres pueden masturbarse a gusto y dedicarse a los placeres del autoerotismo. Dotado de múltiples vibradores y de otro tipo de juguetes eróticos, se llama Love Joule y es un local situado en la ciudad japonesa de Tokio. Los nipones siempre están a la vanguardia de casi todo.
7 de noviembre de 2016
CUERO: CAPITAL, BERLÍN
Para los amantes del fetichismo y del cuero dejo este enlace.
http://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/07/15/actualidad/1436983766_423190.html
http://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/07/15/actualidad/1436983766_423190.html
6 de noviembre de 2016
CONFESIONES SEXUALES DE LOS FAMOSOS
Algunos famosos no tienen reparo alguno en confesar sus gustos o hábitos sexuales.
http://listas.20minutos.es/lista/confesiones-sexuales-de-los-famosos-136901/
http://listas.20minutos.es/lista/confesiones-sexuales-de-los-famosos-136901/
5 de noviembre de 2016
LEYENDAS SEXUALES
Historias curiosas y asombrosas sobre sexo. ¿Realidad o leyenda?
http://www.quo.es/ser-humano/leyendas-sexuales
http://www.quo.es/ser-humano/leyendas-sexuales
4 de noviembre de 2016
EMMA WATSON: ORGASMO FEMENINO
La actriz Emma Watson reconoce seguir una web sobre sexo y orgasmo femenino.
¿Quieres saber más sobre ello y averiguar de qué página web se trata?
http://smoda.elpais.com/placeres/omg-yes-la-web-que-ha-ideado-una-nueva-manera-de-ensenar-a-las-mujeres-a-tener-mejor-sexo/
¿Quieres saber más sobre ello y averiguar de qué página web se trata?
http://smoda.elpais.com/placeres/omg-yes-la-web-que-ha-ideado-una-nueva-manera-de-ensenar-a-las-mujeres-a-tener-mejor-sexo/
3 de noviembre de 2016
1 de noviembre de 2016
CALENDARIO PARA MEJORES ORGASMOS
¿Qué días del mes puedes tener mejores orgasmos?
http://www.quo.es/ser-humano/calendario-para-tener-orgamos
http://www.quo.es/ser-humano/calendario-para-tener-orgamos
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