25 de mayo de 2016

EL MUÑECO ORGÁSMICO

  • Ya tengo el pedido que esperaba. Esta noche, cuando los dos regresemos a casa, lo verás. Sólo te diré que es algo rojo y sonriente- me escribes en un mensaje al móvil.

Ni una pista más. Me quedo desconcertado: creía que tu nueva compra en el sexshop online sería un dildo, un vibrador o algo similar. Pero eso de “sonriente” me rompe los esquemas. Me dejas lleno de dudas durante varias horas que se hacen interminables.
Al fin llego a casa. Tú ya estás ahí, en el dormitorio, completamente desnuda. Sólo llevas puestos tus zapatos rojos de tacón, que te otorgan un punto más de sensualidad y erotismo. Estás espectacular, con los ojos verdes ligeramente pintados y tus carnosos labios adornados con un tono rosa chicle. Tus preciosos y macizos pechos atraen inmediatamente mi mirada y despiertan las primeras palpitaciones en mi polla. Observo tu sexo, con una ligera capa de vello púbico que le da un aire más racial. Por lo que veo, hoy no habrá preámbulos: tienes que encontrarte ansiosa por estrenar la compra. Mientras busco el objeto en cuestión con la vista, aprovechas para quitarme la camisa, los zapatos y el pantalón. Acaricias, deseosa, mi bulto hinchado que se esconde bajo el bóxer de color azul marino. Tuya es la culpa de que no tarde en mancharse con la humedad que brota de la punta de mi verga. Lames esas manchas y me despojas del bóxer con un fuerte tirón, liberando mi empalmado miembro, cuyo glande rojizo besas primero con delicadeza y succionas y chupas luego con ganas.
De una bolsa negra que hay sobre la cama extraes otra de papel y de ella sacas una caja con un muñeco rojo que muestras como un trofeo de guerra. Creyendo ser objeto de una broma, te pregunto:

  • ¿Ése es el nuevo juguete erótico? ¡Eso no excita a nadie!- exclamo un tanto decepcionado.
  • ¿Acaso dudas de mi compra? Pues nada, te castigaré con sólo mirar hoy, para que veas que estás equivocado.

Sacas el muñeco, flacucho de cuerpo pero con una cabeza grande y gruesa y con una sonrisa en la cara, y me muestras un botón que lleva detrás.



 Lo pulsas y el juguete comienza a vibrar. Lo acercas a tu sexo hasta rozarlo y pasas la cabeza vibradora por toda tu raja de arriba a abajo. Empiezo a darme cuenta de que estaba equivocado, envuelvo mi pene erguido con la mano y comienzo a masturbarme. 



Aumentas el nivel de vibración y empapas con tus flujos la cabeza del muñeco. Me tienes encendido y acelero mis movimientos manuales justo antes de que metas la cabeza del juguete en tu vagina. Tus gemidos se entremezclan con mis jadeos y, a la vez que tu coño palpita, mi polla venosa hierve a punto de estallar. Con la máxima vibración ya activada, entierras la cabeza de ese “hombrecito” de juguete un par de minutos en tu sexo: comienzas a sufrir espasmos, a contraer el abdomen, a cerrar las piernas. Pero ya es inútil: la cara sonriente del muñeco metida en tu chocho te arranca un orgasmo descomunal, mientras mis chorros de semen cubren de blanco tus turgentes tetas y tu vientre, resbalando poco a poco hacia el pubis, entrando en contacto con tu vello y colándose por último parsimoniosamente en la raja de tu coño.


A partir de hoy hay un nuevo miembro en la familia: ese “inocente” muñequito que preside, sonriente, la estantería de tus juguetes eróticos. 


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