Al
entrar en el sexshop, lo primero que me llamó la atención fue el
agradable aroma que había dentro. Era un olor, suave, afrutado,
procedente sin duda de algún tipo de ambientador o vela aromática.
Miré hacia la caja y allí se encontraba el dependiente, un hombre
de mediana edad, canoso y de constitución delegada. En ese momento
estaba cobrando a dos chicas. Mi vista alcanzó a ver que habían
adquirido un dildo de color carne que simulaba a la perfección el
pene de un hombre. Patricia y yo saludamos al hombre con un “buenos
días” y luego esperé a ver qué era lo que pretendía mi alumna o
a qué zona del sexshop se dirigiría. Eché un rápido vistazo al
establecimiento y era bastante grande y amplio, mucho más de lo que
aparentaba desde fuera. Estaba la zona de la entrada con la caja
registradora y con las primeras estanterías con artículos. A la
derecha había una donde se exponían múltiples películas porno
para ser compradas o alquiladas. Me fijé en un letrero que ponía
“Oferta 2x1”. Un hombre mayor andaba curioseando las carátulas
de las películas agrupadas bajo un rótulo en el que se leía “Sexo
con maduros”. En el centro y a la izquierda había otras donde se
encontraban algunos artículos destinados a fiestas de despedidas de
solteros y de solteras, así como geles lubricantes y también
disfraces eróticos. Al fondo, el marco de una puerta abierta
invitaba a pasar a otra zona del establecimiento. Patricia me hizo un
gesto con la mano indicándome que avanzáramos hacia dicha puerta.
La
luz en el local era la adecuada: ni tenía una iluminación excesiva,
ni aquello parecía un establecimiento oscuro, tétrico o de
pervertidos, como eran considerados antiguamente estos locales.
Cruzamos la puerta y llegamos a una parte dividida como en pequeñas
galerías. Pequeños carteles luminosos indicaban a qué estaba
dedicada cada una: lencería femenina, lencería masculina, dildos,
vibradores, bolas chinas, sección bondage, juguetes masculinos,
juguetes anales....
Era
evidente, por tanto, que ella ya había estado allí en más de una
ocasión y que dominaba las diferentes zonas. Patricia se acercó
entonces a las estanterías donde estaban los dildos. Yo la seguí.
Pensé que su intención era adquirir uno de esos juguetes, pero
estaba totalmente equivocado. Nuestra estancia en el sexshop no iba a
ser precisamente breve.
Sólo
asentí. Me quedé en silencio.
Empezó
a entrarme calor y eso que en la tienda no lo hacía. Observar a mi
alumna con esos dildos en la mano y los comentarios que estaba oyendo
provocaron una subida repentina de temperatura en mi cuerpo. También
contribuían a ese creciente ardor las fotos eróticas de las modelos
en las cajas de los juguetes: unas totalmente desnudas, con el dildo
que anunciaban en la mano y con las tetas y el coño expuestos a la
clientela; otras, ataviadas únicamente con unas sensuales medias y
liguero y chupando el juguete que se vendía.....Mis ojos no dejaban
de mirar las fotos, ni cada uno de los dildos que aparecían ante mí.
Mi verga empezó a reaccionar con el típico cosquilleo que siento en
ella cuando se inicia el proceso de erección.
No sé, no sé....Para comprar hoy un dildo tendría
que saber antes cuánto le mide la polla a mi profesor. Quiero poder
tener en mis manos....y en otros sitios... una réplica lo más
parecida posible a su miembro. Por lo que he ido viendo en clase y
hace unos minutos en la calle tiene que ser grande. ¿Pero cuánto
exactamente? ¿16? ¿17? ¿18? ¿Tal vez más? ¿Por casualidad no
lo sabrás con exactitud, verdad? ¿O vas a obligarme a que sea yo
quien la mida utilizando mis propios medios? - me preguntó con una
sonrisa llena de travesura y picardía, mientras aproximaba su mano
a mi entrepierna y palpaba el creciente bulto que se estaba formando
bajo el pantalón.
Nunca me la he medido. Tal vez esa labor te corresponda
a ti- le dije dispuesto ya a seguirle un poco el juego.
Ella
continuó masajeándome todo mi paquete de tal manera que noté cómo
se me hinchaba y se me endurecía la verga. Al ver que no se detenía
y con el apuro de que alguien pudiese darse cuenta de lo que me
estaba haciendo, le comenté:
Patricia, por favor, que nos pueden ver.
¿Quién va a mirarnos? No veo a nadie- me respondió
sin dejar de sobarme.
El tipo ese que está allí, por ejemplo. Lleva ya un
rato pendiente de nosotros con disimulo, pero no hace más que
mirarnos y de tratar de escuchar nuestra conversación.
Me
refería a un hombre de unos 45 años, alto y de aspecto aseado, que
se encontraba en la zona de juguetes masculinos, no muy lejos de
nosotros. Desde hacía unos minutos curioseaba en los artículos para
hombres pero sin dejar de dirigir la mirada al lugar en el que nos
encontrábamos mi alumna y yo. Cada vez parecía aproximarse más a
nuestra posición. Patricia lo miró y me indicó con determinación:
Si le va el rollo “voyeur”, allá él. Yo he venido
aquí contigo a cumplir una de mis fantasías, la primera, y nadie
me lo va a impedir. Olvídate de él y déjate llevar por mi juego.
Entonces
liberó mi bulto de la presión de su mano pero no por motivo del
invitado, sino porque comenzó a caminar hacia la zona de las bolas
chinas y de las balas vibradoras.
Ahora sí estamos cerca de lo que vengo buscando hoy.
Algo que pueda usar para mi coño sin que sea vea ni se note. Algo
que haga su trabajo sin que mis manos deban intervenir. Que me haga
gozar independientemente del lugar en que me encuentre, de la hora
que sea, de si estoy sola o con gente alrededor. Algo que me excite,
que haga que mi sexo se humedezca y se empape. En definitiva, algo
que pueda llevar dentro de mí en tus clases, mientras te veo y te
observo, mientras contemplo tu entrepierna o tu culo, cuando te das
la vuelta; mientras oigo tu sensual voz durante las explicaciones y
fantaseo contigo; mientras compruebo que no puedes evitar fijarte en
mis tetas o en mis piernas tratando de ver siempre algo más y que
mi profesor también siente deseo por mí.
No
me dio tiempo a reaccionar. Inmediatamente volví a sentir su mano
sobre mi paquete, pero esta vez fue todavía más lejos: con los
dedos agarró la cremallera de mis jeans y empezó a jugar con ella.
La bajaba un poco, volvía a subirla, de nuevo la bajaba....El
jueguecito me estaba encendiendo por completo ante la atenta mirada
del desconocido.
¡Mira esto. Justo lo que buscaba!- exclamó la joven
mientras que con la mano que tenía libre me mostraba una caja
pequeña y elegante.
¿Una bala vibradora?- pregunté.
No es sólo una bala vibradora: se controla a distancia
con un pequeño mando de control remoto. La distancia desde la que
se puede controlar a través del mando me viene bien para mis
intenciones. Parece que hoy es mi día de suerte- comentó Patricia.
En
un primer momento no entendí muy bien para qué necesitaba ese
control a distancia hasta que ella, observando mi cara de extrañeza,
me lo dejó bien claro:
¡Qué ingenuo eres, profesor! Te estarás preguntando
para qué necesito ese control remoto, ¿verdad? Tengo una mente muy
fantasiosa. Lo necesito porque va a ser mi profesor preferido el que
durante las clases active la vibración, la aumente, la reduzca, la
vuelva a poner más intensa...Quiero que sea él el que tenga el
control de dicha vibración, el que decida cuándo incrementar el
ritmo y el placer, el que haga que enloquezca en medio de sus clases
y que me lleve a deliciosos orgasmos. No habrá nada mejor que
sentir en mi coño la vibración de esa bala dirigida por ti.
¿Qué? ¿Estás loca? ¿Cómo voy a hacer eso mientras
doy la clase? Pídeme, si quieres, que lo haga antes o después,
pero no durante las clases. Se van a dar cuenta los demás, no podré
concentrarme, será una tortura.
Eso es justo lo que deseo: que cada día, cada mañana,
en la hora de clase, estés pendiente de mí. Que te levantes para
ir a trabajar sabiendo que te espera ese rato intenso conmigo. Nadie
se dará cuenta: el mando es muy pequeño, lo puedes ocultar en tu
mano perfectamente y yo intentaré ser discreta y contener mis
gemidos, aunque no lo puedo prometer.
Me
quedé totalmente callado y asombrado. Jamás hubiese pensado que era
eso lo que tramaba Patricia. Sin duda, era una maestra a la hora de
maquinar planes. Cuando salí del asombro, no me quedó más remedio
que reconocer para mis adentros que lo que había ideado la joven
tenía grandes dosis de morbo y que no sonaba nada mal.
¿Te gusta en color negro? Le da un aire de elegancia-
me preguntó, mientras bajaba del todo la cremallera y metía su
mano derecha dentro de la bragueta de mis jeans.
En negro estará perfecto- respondí entre los suspiros
que los movimientos de su mano me empezaban a provocar, al tocar mi
miembro sobre el bóxer rojo que llevaba.
Me
giré y sorprendí al mirón con los ojos clavados con descaro en el
culo de Patricia. Ahora se encontraba detrás de nosotros y tenía
una visión inmejorable del trasero de mi alumna. Al ir Patricia a
coger la cajita con la bala vibradora de color negro, dejó caer sin
querer otra y tuvo que inclinarse para recoger la caja del suelo y
devolverla a su sitio. Me subió la cremallera del jeans, se agachó
y cuando hizo el gesto de inclinación, su culo quedó durante unos
breves instantes en pompa, como ya había ocurrido anteriormente en
la calle. Volví rápido la cabeza y tuve tiempo de ver la cara del
desconocido llena de asombro, por un lado y de deseo, por otra, al
ver las nalgas y la raja del culo de la joven transparentadas
desnudas a través de la licra de los leggings. Contemplé cómo una
sonrisa de satisfacción iluminó su cara y cómo se mordía el labio
inferior ante lo que acababa de ver. Como sin querer la cosa, avanzó
un par de pasos y se aproximó más a nosotros.
Pensé
que con la elección de ese artículo nuestra estancia en el sexshop
había concluido y que sólo quedaba pagar. Pero mi alumna no estaba
por la labor de irse tan rápido de allí.
Muy bien, lo mío ya está. Ahora falta lo tuyo-
comentó.
¿Lo mío? ¿A qué te refieres?- pregunté extrañado,
pues no tenía pensamiento de comprar nada.
Sí, lo tuyo. Voy a elegir algo para ti, para que te lo
pongas cuando yo te lo pida. Quiero que mi profesor tenga un regalo
de su mejor alumna.
Todavía
extrañado por las palabras, empecé a caminar detrás de mi alumna,
que avanzaba con paso firme hacia la parte de la lencería masculina.
Al llegar allí, se detuvo. No había muchos artículos, si se
comparaban con la cantidad de prendas que llenaban las estanterías
de la zona de lencería femenina.
A ver que mire......Verás, los tangas para hombres no
me gustan. No quiero que lleves uno de esos puestos. Así que esas
prendas están descartadas. Me encantan los bóxers. Fantasear sobre
cómo te quedan ceñidos, conteniendo a duras penas tu tremendo
pene, marcando su silueta a la perfección, es algo que me vuelve
loca. Lamentablemente no hay mucho donde elegir.....¡Mira, éste
está íncreíble!- exclamó al ver uno rojo con adornos negros y
con tejido de licra.
Lleva hasta un orificio frontal delantero para meter
ahí la polla y que se mantenga firme y erguida- añadió
entusiasmada.
La
verdad es que la prenda era espectacular: roja y negra, brillante por
la licra iluminada por la luz de la tienda y ese orificio frontal
resultaba muy atrayente y tentador. Cuando Patricia parecía ya
resuelta a llevárselo, se detuvo. Su mirada había descubierto algo
nuevo.
Me
estaba señalando a una cajita en la que el modelo de la foto lucía
un slip azul con una franja blanca en la cintura. El tejido era como
de rejilla y llevaba un anillo en la parte central delantera.
Cogió
la caja, le dio la vuelta y el semblante reflejó mayor alegría
todavía. Los ojos se le abrieron como platos.
¡Wow, no lleva nada por detrás! ¡Tu culo estará al
aire! Sólo hay unas tiras blancas para meter entre ellas las
piernas y que la prenda quede ajustada a tu cuerpo. ¡Es fantástico!
Te tapará sólo lo de delante (si es que a eso se le puede llamar
tapar) y dejará al aire tu trasero de forma completa, listo para
que yo pueda hacer con él lo que me apetezca- exclamó.
Miré
la parte trasera de la caja y la descripción que había hecho
Patricia coincidía perfectamente con la imagen de la prenda. Me
sorprendí de la imaginación que tienen los diseñadores de ese tipo
de lencería. Era un slip fascinante.
Las
sorpresas no habían acabado ahí: había un cartel que anunciaba una
oferta 2x1 en lencería y textil válida tanto para la masculina como
para la femenina, al igual que pasaba con las películas. Mi alumna,
cuando se percató, fue flechada a por el bóxer rojo para adquirirlo
también, pero le pedí algo:
Por favor, deja ese bóxer para otra ocasión. Quiero
solicitarte algo
Mmmmm....está bien, pero no te acostumbres, profesor,
que las reglas del juego las pongo yo. ¿De qué se trata?
Deseo elegir yo también una prenda para ti, una que me
excite y ansíe que la luzcas. Acompáñame a la parte de prendas
femeninas- le comenté.
Patricia
sonrió encantada ante mi propuesta y pasamos a la zona para mujeres.
Yo había perdido de vista al mirón: llevaba unos minutos sin verlo
merodear por nuestro alrededor y no sabía por donde andaba y si nos
había dejado definitivamente en paz tras deleitarse con el culo de
mi alumna.
La
zona de lencería y ropa femenina era un auténtico paraíso visual:
braguitas y tangas de todos los tipos, formas y colores; medias y
ligueros, camisones transparentes....y leggings, pero no como ropa
íntima, sino para llevarlos por la calle. También había minifaldas
escuetísimas que parecían más cinturones que una falda en sí y
falditas de cuadritos tipo colegiala.
¡Vaya, profesor! No sé que pintamos aquí. Sabes de
sobra que no uso lencería, que voy con las tetas y mi sexo libres
bajo la ropa de calle.
No me estoy fijando en la lencería, sino en las
falditas y en los leggings. Cuando esté en clase quiero poder verte
la prenda que elija. ¿No querías que activase la vibración de la
bala? Pues deseo tener un estímulo extra para hacerlo.
Aprendes rápido las técnicas del juego, profesor.
Creo que es una excelente idea. ¿Qué quieres, que además de ser
tu alumna sea tu putita?
Exacto, tú te lo has buscado con tu acoso. Sé que
seguirás acosándome y metiéndome en tus juegos, pero al menos vas
a hacerlo vestida como una fiera en celo, como mi putita.
Los
leggings que lucía hoy Patricia me habían cautivado desde un primer
momento. Más que la prenda en sí, sus piernas, su culo ceñidos en
esa licra. La franja en el lateral le daban un toque muy sexy y
quería ver si entre los que vendían en el sexshop había alguno aun
más provacativo y sugerente. Así que empecé a buscar entre los que
allí se exponían y no tardé en dar con uno mucho más especial. En
cuanto lo vi, supe que era perfecto. La licra parecía algo más fina
que la del que llevaba puesto, cosa que jugaba a mi favor. La prenda
tenía aberturas en la parte trasera, a modo casi de rasgones como
llevan hoy día mucha gente en los jeans. Pero la cantidad de esos
rasgones era grande: comenzaban ya un poco más arriba de los
tobillos, subían por la pantorrilla, los muslos y llegaban justo
hasta el inicio de los glúteos. Era mi prenda. La cogí y se la
mostré a Patricia.
Esto es lo que escojo yo para ti. Espero que te lo
pongas de vez en cuando para ir a clase.
¡Ummmm...., profesor, cuanto atrevimiento para una
ingenua y aplicada alumna como yo! ¿Crees que me dejarán entrar
así en el centro de estudios?- me preguntó con ironía.
La
expresión de su cara mostraba que la prenda le había gustado y
seguro que también mi osadía de elegir eso para ella.
Con eso puesto te dejarán entrar en cualquier sitio.
Causarás sensación. Todos te mirarán con deseo, más de lo que ya
lo hacen- respondí.
Y tú vas a ser el primero en verme con esos leggings.
Vamos al probador, profesor.
El
tono sensual con el que pronunció esas palabras ya vaticinaba que
algo tramaba la joven. De nuevo me invadió ese nerviosismo de otras
ocasiones. Era algo que no podía evitar. Avanzamos hacia el
probador. Estaba en una esquina de la tienda y era un espacio
estrecho, con una cortinilla roja. Un enorme espejo y un par de
ganchos para colgar la ropa anclados a la pared era todo lo que había
dentro. Los escasos clientes que se encontraban en el establecimiento
estaban un poco apartados de la zona del probador.
Patricia
me miró a los ojos, sonrió provocativamente y entró en el
probador.
Sin
embargo, el último de los aros de la barra estaba roto y la cortina
no corría hasta el final, de forma que entre el extremo de la
cortina y la pared quedaba un espacio sin cubrir. Esperé la reacción
de Patricia.
El
corazón se me aceleró: una simple cortina iba a separar de mi vista
la desnudez de mi alumna. Y encima la tentación de ese hueco....De
repente uno de los zapatos de tacón de la joven cayó al suelo justo
en el espacio del probador que quedaba visible. Acto seguido apareció
el otro. Patricia se acababa de descalzar. Como no creo en las
casualidades, intuí que el lugar elegido para dejar los zapatos y
que yo pudiera verlos formaba parte de una estudiada estrategia. Mi
corazón y mis ansias me pedían comenzar a tocarme; la mente me
decía que no hiciera ninguna locura, que estaba en un local público
y me podrían ver. A duras penas contuve mi mano. Miré a mi
alrededor y seguía sin aparecer nadie por allí. Cuando volví a
mirar hacia el probador, la camiseta de mi alumna estaba en el suelo
junto a los zapatos. No tenía necesidad de quitársela para probarse
los leggings y, sin embargo, lo acababa de hacer.

Ahora estaba
desnuda de cintura para arriba. Me la imaginé así tras la cortina.
Pensé en sus pechos, en esos pezones que siempre llevaba marcados.
Se estaba apoderando de mí la locura y cuando quise darme cuenta,
tenía mi mano derecha abriendo la cremallera de mis jeans. Ya no era
capaz de controlar mis emociones, ni de pensar en lo éticamente
correcto. Mi mano se coló y empecé a masajear mi miembro sobre el
bóxer. Los leggings que Patricia llevaba puestos cayeron sobre los
zapatos de tacón. Ahora sí estaría completamente desnuda tras la
ridícula cortina. ¡Qué manera de provocarme! Una a una había
arrojado las prendas al lugar apropiado para que yo pudiese intuir
cómo se estaba desnudando. Mi mano apretaba mi polla cada vez con
más vehemencia. Estuve así unos instantes más hasta que se oyó a
Patricia decirme:
Ummmm....que bien se me ajusta! Y por detrás....esas
rotos en la prenda y, además, mis nalgas...se transparentan sin
dificultad. A ver de frente otra vez.....¡Vaya! Si tenemos ahí la
rajita de mi sexo y los labios marcados.
Me
estaba torturando con esas descripciones y ella lo sabía de sobra.
Yo necesitaba liberar mi polla y masturbarme: estaba viviendo un
suplicio. Patricia se anticipó: cuando mi mano iba a desabrochar el
botón de los jeans y meterse por dentro del bóxer buscando mi verga
desnuda, mi alumna me preguntó:
Me
acababa de invitar a asomarme al interior del probador. Si me
asomaba, sabía que estaba perdido. Me acerqué todavía más a la
cortina e introduje lentamente mi cabeza por el hueco. Patricia no
estaba de espaldas: se encontraba de frente, mirándome y con los
brazos en cruz tapando sus senos como buenamente podía. Tenía ya
puestos los nuevos leggings.
No
me salían las palabras. Era incapaz de pronunciar ni siquiera una
letra debido a la impresión que me llevé. Había visto a mi alumna
desnuda a través de las imágenes que me mandó en su momento, pero
tenerla así ahora, semidesnuda, a escasos centímetros delante de mí
me paralizó por completo. Lo único que se movían eran mis ojos,
que recorrían una y otra vez la preciosa anatomía de Patricia.
Los
pechos parecían a punto de desbordarse y superar la tímida
protección de los brazos. Observé los leggings y le quedaban como
un guante: las sensuales formas de las piernas de la joven, dibujadas
gracias a lo ceñido de la prenda, atrajeron de inmediato mi
atención. No puede evitar luego mirar la entrepierna de Patricia:
tal y como me había dicho, se le marcaba la raja de su sexo y unos
gruesos labios vaginales. El calor que ya tenía yo antes aumentó en
el probador por la estrechez del habitáculo. Al fin me recuperé un
poco del asombro y le comenté:
Mi
alumna se giró lentamente haciéndose la interesante. Varias
palpitaciones sacudieron mi polla al ver los glúteos de la joven,
transparentados con cierta nitidez a través de la negra licra, y la
interminable raja central que separaba ambas nalgas. Los rotos que
tenía la prenda estaban estratégicamente situados y se detenían
justo al inicio del culo para insinuar pero no mostrar directamente
la piel del trasero.
¡Dios mío!- exclamé sin controlar esa expresión.
Parece que a mi profesor le ha gustado el nuevo
modelito de su alumna. Eso me alegra- dijo Patricia volviéndose de
nuevo, sin descruzar los brazos y mirándome a la cara.
Pero
la mirada de la joven fue descendiendo por mi cuerpo hasta detenerse
en mi entrepierna.
Profesor, ¿qué hace con la bragueta abierta y
enseñando por ahí ese bóxer rojo? Un profesor tan decente como tú
no debería ir en plan exhibicionista, ¿no crees? Anda, yo te
ayudaré a cerrar otra vez la cremallera.
Patricia
dio un paso hacia mí y se puso en cuclillas. Iba a pedirle que lo
dejara estar, que no hiciera nada, pero, de nuevo, no pude articular
palabra y me limité a contener la respiración. En ese momento mi
alumna empezó a descruzar parsimoniosamente los brazos: poco a poco
sus tremendos y preciosos pechos fueron quedando al descubierto. Las
gotas de sudor resbalaban como perlas brillantes por mi frente y
sentía también cómo mi espalda se humedecía. Aparecieron ante mi
vista las esféricas y oscuras aureolas encumbradas por los gruesos y
endurecidos pezones marrones. Mi polla crecía y crecía sin cesar
bajo el bóxer. Mi alumna agarró la punta metálica de la cremallera
y empezó a subirla mirándome a los ojos. Cuando llegó al tope,
comenzó otra vez a bajarla a un ritmo muy lento, gustándose,
disfrutando, torturándome. Con esos movimientos ascendentes y
descendentes de la mano era inevitable que rozara mi bulto
continuamente. Noté como la cabeza de mi miembro se humedecía y
ensuciaba mi roja prenda íntima con los primeros fluidos que
manaban.
Patricia,
muy observadora, se dio rápidamente cuenta:
Mientras
lo decía, apartó el bóxer hacia un lado y atrapó mi endurecido
pene para sacarlo por la bragueta del pantalón. Mi polla quedó como
un palo tieso casi rozando la cara de Patricia. Evitó el contacto
directo el hecho de que el pene, en plena erección, estuviese
ligeramente curvado hacia la izquierda.
¡Qué apetitosa verga tienes! ¡No sabes cuánto había
soñado y esperado este momento! Me la comería entera, la
engulliría, la lamería, pasaría mi húmeda lengua por toda su
extensión, mis labios aprisionarían tu glande, lo succionarían,
lo apretarían hasta que por ese pequeño y burbujeante agujerito
que tiene saliera a borbotones toda la leche. Pero lo voy a reservar
para otro momento. Porque todo eso que te he contado ahora y muchas
cosas más quiero que las hagamos por primera vez en un sitio muy
especial. ¿Sabes a cuál me refiero?
Moví
la cabeza negando.
El aula de clase, profesor, de nuestras clases. Deseo
que sea allí y lo haremos el lunes. La clase es a última hora.
Cuando termine, nadie nos molestará. ¿Le consentirás ese capricho
a tu alumna?- me preguntó acariciándome con suavidad el pene.
Cerré
los ojos y asentí embriagado de placer y lleno de deseo.
Mi
polla iba a reventar, no podía quedarme así. Me dolía de lo gorda
y palpitante que la tenía. Patricia soltó mi miembro y se
reincorporó. La punta de mi verga rozó y humedeció ligeramente el
vientre desnudo de mi alumna, cuando ésta se puso en pie.
Fue
entonces cuando Patricia exclamó:
Giré
la cabeza y vi de quién se trataba: fuera del probador, apoyado en
la pared y mirando hacia dentro, por el espacio que la cortina dejaba
sin cubrir, se encontraba el hombre, el mirón, que había estado
observando a mi alumna mientras elegía los artículos y que nos
había estado siguiendo. No sabía el tiempo que llevaba ahí
espiándonos, pero tenía su polla fuera y se la estaba machacando a
la vez que su mirada permanecía clavada en las tetas de Patricia.
Pensé que por culpa del invitado inoportuno el juego de Patricia
dentro del probador se había terminado. Sin embargo, mi alumna ni
se inmutó ante la presencia del tipo.
Para
que el desconocido no nos arruinara el momento, intenté hacerle caso
a Patricia y olvidarme del “voyeur” que se masturbaba
frenéticamente, blandiendo una polla de considerables dimensiones en
su mano.
Ya te he dicho que el sexo de verdad, follarnos, lo
dejaremos para el lunes, pero hoy quiero un pequeño aperitivo y tú
necesitas aliviar eso que tienes tan hinchado. Deseo que te
masturbes, profesor, aquí delante de mí, verte con mis propios
ojos, escuchar tus gemidos en directo, poder percibir el aroma que
mane de ese glande y que luego te corras sobre mi culito, pero sobre
los leggings: deseo que me los dejes empapado de tu leche y que
finalmente chupes, lamas y pruebes tu propia corrida limpiándome la
prenda con tu lengua. ¡Vamos, profesor! En clase tú pones las
normas y yo obedezco y las respeto. En nuestros juegos seré yo la
que imponga las normas a seguir.
Cuando
me di cuenta, tenía ya mi propia mano envolviendo mi miembro y
recorriéndolo despacio de arriba a abajo. Patricia volvió a ponerse
en cuclillas y situó su cara a pocos centímetros de mi verga. El
olor de mi polla, de la humedad que la recubría cada vez más
haciendo que brillase pringosa, le llegaba de lleno a la joven.
Aceleré un poco y esto provocó que gotas de mi líquido preseminal
salpicaran el rostro de Patricia, en especial su mejilla y los
labios. Ella no perdía detalle de mis movimientos y contemplaba mi
falo como sumida en una profunda hipnosis. Comenzó a acariciarse los
pechos y a jugar con los pezones, duros como piedras. En cuanto
empezó a hacerlo, escuché a mis espaldas cómo aumentaban la
frecuencia y la intensidad de los gemidos del mirón, anunciando, sin
duda una pronta eyaculación.
Mis
testículos me pesaban y se sobrecargaban con el paso de los minutos.
Sobre la tensa piel de mi polla se marcaban varias venas de tono
verde oscuro por la que circulaba la sangre consiguiendo así un
mayor placer.
La
mano de Patricia se fue perdiendo dentro de los leggings en busca de
la entrepierna. Suspiró al sentir el contacto y el roce de sus dedos
en la rajita y en el clítoris. Sus mejillas enrojecieron
inmediatamente y yo volví a acelerar, apretando con fuerza el rojizo
glande y deleitándome con el movimiento de las tetas de la alumna al
compás del elevado ritmo con el que la mano saciaba el hambre de ese
joven coño.
¡Ahhh...uffffff......qué delicia! ¡Sigue, profesor,
más rápido! ¡Acelera, más, un poco más! ¡Ya deseo comerte esa
polla que tienes ahí!- dijo mi alumna.
Le
hice caso y volví a imprimir mayor velocidad. En milésismas de
segundo mi mano se deslizaba con brío por todo el pene sin pausa
alguna. No paraban de salir burbujas del agujerito que perfora el
glande justo en su cumbre. Por el tipo de movimientos bruscos y secos
y por los fuertes gemidos que emitía, Patricia se estaba penetrando
el coño con varios dedos a la vez. Intenté tocarle las tetas con mi
otra mano, la desocupada, pero mi alumna me lo impidió de forma
traviesa y cruel.
¡Ummmm....ahhhhhh....ummmmm...ohhhhh....! El lunes,
profesor.....arrrggghhhh.... el lunes me podrás tocar ya lo que
quieras y cuanto quieras. Ahora pajeate para tu alumna preferida
hasta el final. Quiero sentir el calor de tu semen y su humedad
traspasando la fina licra y mojando mis nalgas- sentenció Patricia
tratando sobreponerse a sus suspiros y gemidos para poder hablar.
Entonces, levántate y pon tu culo en pompa. No tardaré
mucho en correrme- le pedí.
¡Voyyy...ahhhhh.....voyyyy...voyyyyy....ahhhh..argggggg.....sí..sí..sí...síííí.......espera,
esperaaaaa.....me corrooo, me
corrooooooooooo.....ahhhh....sííííííííííííííííííí....!
Mi
alumna acababa de correrse gracias a sus hábiles y rápidos dedos.
Prácticamente a la par, el mirón gritó de placer en pleno éxtasis,
explotando por completo y alcanzando uno de sus chorros el cristal
del espejo del probador. Patricia se puso entonces en pie y me fijé
que temblaba todavía tras su corrida. Llevaba un enorme cerco de
humedad en la entrepierna de los leggings. Me ofreció su culo en
pompa y esa magnífica transparencia de las nalgas a través de la
licra y exclamó:
Agité
un par de veces más la polla con todas mis fuerzas, sentí varios
latigazos en el abdomen, gemí como un auténtico desesperado y
varios chorros de esperma empezaron a salir disparados de la punta de
mi verga. La tenía orientada hacia el trasero de mi alumna, de forma
que impactaron violentamente contra él. Contemplé cómo el negro de
la licra se teñía paulatinamnete de blanco conforme descargaba mi
leche.
Respiré
varias veces hondo para recuperarme un poco después de la
eyaculación, pero mi alumna me recordó que debía chupar con mi
lengua mi propio semen sobre su prenda. Agaché la cabeza, la acerqué
al culo de la joven, saqué la lengua y empecé a lamer la licra,
limpiando cada gota de leche que yacía, derramada, sobre ella. Era
la primera vez que probaba mi esperma y su sabor suavemente salado..
Me
metí la polla, que empezaba a recuperar su estado de reposo, por
dentro del pantalón. Mi alumna me pidió entonces que saliera del
probador.
Salí
del probador y esperé a que Patricia se vistiera. Ya no había ni
rastro del mirón. Sólo varios goterones de semen en el suelo
quedaban como mudos testigos de su presencia allí. Mi alumna no
tardó en abandonar el probador. No aceptó que yo pagase los dos
artículos que había que abonar de las tres que llevaba. Tomamos el
camino de regreso al centro de estudio y una vez allí y antes de
despedirnos hasta el lunes, mi alumna me entregó primero la caja con
el slip azul.
Acto
seguido abrió la caja de la bala vibradora y me dio el pequeño
mando a distancia.
La pila del mando ya va incluida, al igual que la de la
bala. Llévate el mando y también te lo traes el lunes. Esperaré
ansiosa a que llegue la hora de la clase y te decidas a presionar el
botón y activar la bala. Sé que lo harás y que conseguirás
lograr que me corra en plena clase. Buen fin de semana, profesor,
nos vemos el lunes- me dijo plantándome un beso en los labios- me
dijo y se alejó lentamente del lugar contoneando sensualmente su
culo.
Cuando
llegué a casa intenté serenarme pero no pude. Volví a masturbarme
recordando todo lo que había pasado un rato antes y pensando en lo
que ocurriría el lunes. Ya por la noche, en mi cama, abrí la caja
del slip azul y lo examiné con detenimiento: la tiras blancas, el
tejido, el anillo central...
Las horas que faltaban hasta el lunes se
me iban a hacer eternas.