27 de noviembre de 2015

DIARIO DE UN PROFESOR ACOSADO (5).

Durante el resto del día no supe nada de Patricia. Conforme pasaban los minutos, las horas, la ansiedad se apoderaba más de mí. Me impacientaba por saber si mi alumna había regresado finalmente al servicio y había recogido el sobre con mi bóxer y mi número de móvil. Dudé de si ponerme en contacto con ella a través de un correo, pero opté por esperar. Era ella la que había comenzado el juego y trazado su propio plan, así que consideré que era mejor esperar.

La joven estuvo en mi mente toda la tarde, incluso toda la noche. No conseguía quitármela de la cabeza. Antes de acostarme a dormir saqué sus braguitas. Las había guardado en una pequeña bolsa de plástico transparente y las tenía en un cajón de mi mesita de noche. Tumbado en la cama, completamente desnudo, las extraje de la bolsa y las volví a examinar. Recorrí con la mirada cada milímetro de la prenda, cada pedacito del tejido. Mi polla empezó a endurecerse mientras mis ojos contemplaban el tesoro íntimo de mi alumna. Acerqué la prenda a mi nariz y de nuevo pude oler el intenso aroma que desprendían las bragas, ese olor a sexo, a coño húmedo, palpitante y caliente. Mi pene reaccionó, poniéndose tan tieso como el mástil de un banco, empalmado, apuntando hacia el techo. Restregué durante varios minutos la prenda por la nariz, por mi rostro. Mi mano derecha agarró con ganas y con ímpetu mi verga y comenzó a agitarla sin miramientos. Estaba tan excitado que poco después mi vientre quedó cubierto por la blanca espesura líquida del semen caliente.

Lo siguiente que recuerdo de aquella noche es que abrí los ojos sobresaltado. No sabía ni dónde estaba ni qué hora era. Miré el reloj y marcaba las 6.15. Aún tenía en mi mano izquierda las braguitas de Patricia y en mi cuerpo los restos secos de mi corrida. Debí quedarme dormido vencido por toda la tensión del día. Consulté el móvil y me sorprendí: mi alumna me acababa de enviar un correo sin texto pero con varias fotos adjuntas. Supongo que el sonido de la llegada de ese email fue lo que me despertó. Las fotos reflejaban que Patricia estaba en su habitación, vestida con la ropa con la que había acudido a clase. Mostraba orgullosa y con cara pícara mi bóxer de color verde pistacho. En otra imagen enseñaba el papel con mi número de móvil. Sus poses eran totalmente sensuales, provocativas, insinuantes, pero sin mostrar ninguna de sus intimidades. Jugaba con esas posturas para calentarme y tenerme desesperado. Colocaba su minifalda de cuadritos de forma estudiada para no enseñar más de la cuenta; sus muslos casi desnudos, el comienzo de sus blancas nalgas...Ahí acababa todo. Ansioso busqué por si había otra foto más explícita, pero no hubo fortuna. Tuve que conformarme con contemplar sus increíbles piernas y el inicio de su impresionante culo, que por otra parte ya era bastante premio.

Me llevé varios minutos admirando el cuerpo latino de Patricia hasta que mi móvil comenzó a sonar rompiendo el silencio de la madrugada. Era la llamada de un número desconocido. Mi corazón latía con fuerza. Pulsé, nervioso, para recibir la llamada y tras unos interminables segundos apareció la voz de mi alumna.

-Ummm....profesor, me encanta cómo huele tu bóxer. Era justo tal como esperaba. Y lo dejaste bien manchado y sucio de flujos de tu deliciosa polla. ¿Estabas excitado, verdad? Te gustó mi juego, lo sé. No puedo parar de oler tu prenda, de imaginar que estuvo en contacto con tu miembro, con ese pene que tanto deseo así, gordo, duro, mojadito en su punta, el glande y su pequeño agujero por el que salió el líquido que impregnó el tejido verdoso. Me muero de ganas por que me dejes ese aroma por toda mi piel, desde mi cara hasta mis muslos, hasta mis pequeños pies, pasando por mi cuello, por mis tetas y sus cumbres oscuras y duras. Quiero oler a ti. ¡Qué delicia sentir ahora mis dedos dentro de mi encharcada raja! ¡Ahhh...sííí....! Necesito darte unas indicaciones para cumplir mi primera fantasía. No deseo demorarla más.

Ya estamos a sábado. Quiero que estés a las 12.00 del mediodía en la puerta del centro académico. Pretendo que me acompañes desde allí a un sitio concreto al que no me atrevo a ir sola, pues no es un lugar muy apropiado para una chica joven e ingenua como yo. ¿Qué pensarán de mí si me ven entrar sola allí? ¿No dejarás que una inocente estudiante quede a merced de cuantos hombres se encuentro dentro, verdad?
Precisaré que estés conmigo, que me protejas de miradas lascivas y libidinosas. Además, necesito que me aconsejes y que me ayudes a elegir algo que tengo en mente comprar. Estoy convencida de que podré contar con mi guapo y sensual profesor, con su cálida y firme protección.
¡Ummmm....estos dedos son mágicos! ¡Qué placer! ¡Y tu bóxer, qué olor a polla! ¡Arggghhhhh...! ¡Sííí....más, más...!

Me despediré de ti antes de que sea incapaz de seguir hablando por culpa de mis gemidos. Nos vemos en unas horas en el sitio acordado y tranquilízate, querido profesor, que estoy oyendo tu respiración agitada. Resérvate para cuando te tenga entre mis piernas. ¡Muuuuuuaaaaccckkkk!-


Con ese beso se despidió de mí y no me dejó ni articular una sola palabra. De todas formas no hubiese sido capaz de hacerlo: me encontraba impactado por lo que acababa de oír. Tardé en reaccionar unos minutos hasta que por fin dejé en la mesa el móvil. El número de teléfono de Patricia había quedado ya registrado con lo que lo tenía disponible. Volví a tumbarme en la cama y procesé en mi cabeza todo lo que acababa de escuchar y la petición que la joven me había hecho. Tenía ya serias sospechas del lugar al que quería acudir Patricia conmigo.
Sin embargo, aún quedaban varias horas para confirmarlo.




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