Durante
el resto del día no supe nada de Patricia. Conforme pasaban los
minutos, las horas, la ansiedad se apoderaba más de mí. Me
impacientaba por saber si mi alumna había regresado finalmente al
servicio y había recogido el sobre con mi bóxer y mi número de
móvil. Dudé de si ponerme en contacto con ella a través de un
correo, pero opté por esperar. Era ella la que había comenzado el
juego y trazado su propio plan, así que consideré que era mejor
esperar.
La
joven estuvo en mi mente toda la tarde, incluso toda la noche. No
conseguía quitármela de la cabeza. Antes de acostarme a dormir
saqué sus braguitas. Las había guardado en una pequeña bolsa de
plástico transparente y las tenía en un cajón de mi mesita de
noche. Tumbado en la cama, completamente desnudo, las extraje de la
bolsa y las volví a examinar. Recorrí con la mirada cada milímetro
de la prenda, cada pedacito del tejido. Mi polla empezó a
endurecerse mientras mis ojos contemplaban el tesoro íntimo de mi
alumna. Acerqué la prenda a mi nariz y de nuevo pude oler el intenso
aroma que desprendían las bragas, ese olor a sexo, a coño húmedo,
palpitante y caliente. Mi pene reaccionó, poniéndose tan tieso como
el mástil de un banco, empalmado, apuntando hacia el techo.
Restregué durante varios minutos la prenda por la nariz, por mi
rostro. Mi mano derecha agarró con ganas y con ímpetu mi verga y
comenzó a agitarla sin miramientos. Estaba tan excitado que poco
después mi vientre quedó cubierto por la blanca espesura líquida
del semen caliente.
Lo
siguiente que recuerdo de aquella noche es que abrí los ojos
sobresaltado. No sabía ni dónde estaba ni qué hora era. Miré el
reloj y marcaba las 6.15. Aún tenía en mi mano izquierda las
braguitas de Patricia y en mi cuerpo los restos secos de mi corrida.
Debí quedarme dormido vencido por toda la tensión del día.
Consulté el móvil y me sorprendí: mi alumna me acababa de enviar
un correo sin texto pero con varias fotos adjuntas. Supongo que el
sonido de la llegada de ese email fue lo que me despertó. Las fotos
reflejaban que Patricia estaba en su habitación, vestida con la ropa
con la que había acudido a clase. Mostraba orgullosa y con cara
pícara mi bóxer de color verde pistacho. En otra imagen enseñaba
el papel con mi número de móvil. Sus poses eran totalmente
sensuales, provocativas, insinuantes, pero sin mostrar ninguna de sus
intimidades. Jugaba con esas posturas para calentarme y tenerme
desesperado. Colocaba su minifalda de cuadritos de forma estudiada
para no enseñar más de la cuenta; sus muslos casi desnudos, el
comienzo de sus blancas nalgas...Ahí acababa todo. Ansioso busqué
por si había otra foto más explícita, pero no hubo fortuna. Tuve
que conformarme con contemplar sus increíbles piernas y el inicio de
su impresionante culo, que por otra parte ya era bastante premio.
Me
llevé varios minutos admirando el cuerpo latino de Patricia hasta
que mi móvil comenzó a sonar rompiendo el silencio de la madrugada.
Era la llamada de un número desconocido. Mi corazón latía con
fuerza. Pulsé, nervioso, para recibir la llamada y tras unos
interminables segundos apareció la voz de mi alumna.
-Ummm....profesor,
me encanta cómo huele tu bóxer. Era justo tal como esperaba. Y lo
dejaste bien manchado y sucio de flujos de tu deliciosa polla.
¿Estabas excitado, verdad? Te gustó mi juego, lo sé. No puedo
parar de oler tu prenda, de imaginar que estuvo en contacto con tu
miembro, con ese pene que tanto deseo así, gordo, duro, mojadito en
su punta, el glande y su pequeño agujero por el que salió el
líquido que impregnó el tejido verdoso. Me muero de ganas por que
me dejes ese aroma por toda mi piel, desde mi cara hasta mis muslos,
hasta mis pequeños pies, pasando por mi cuello, por mis tetas y sus
cumbres oscuras y duras. Quiero oler a ti. ¡Qué delicia sentir
ahora mis dedos dentro de mi encharcada raja! ¡Ahhh...sííí....!
Necesito darte unas indicaciones para cumplir mi primera fantasía.
No deseo demorarla más.
Ya
estamos a sábado. Quiero que estés a las 12.00 del mediodía en la
puerta del centro académico. Pretendo que me acompañes desde allí
a un sitio concreto al que no me atrevo a ir sola, pues no es un
lugar muy apropiado para una chica joven e ingenua como yo. ¿Qué
pensarán de mí si me ven entrar sola allí? ¿No dejarás que una
inocente estudiante quede a merced de cuantos hombres se encuentro
dentro, verdad?
Precisaré
que estés conmigo, que me protejas de miradas lascivas y
libidinosas. Además, necesito que me aconsejes y que me ayudes a
elegir algo que tengo en mente comprar. Estoy convencida de que podré
contar con mi guapo y sensual profesor, con su cálida y firme
protección.
¡Ummmm....estos
dedos son mágicos! ¡Qué placer! ¡Y tu bóxer, qué olor a polla!
¡Arggghhhhh...! ¡Sííí....más, más...!
Me
despediré de ti antes de que sea incapaz de seguir hablando por
culpa de mis gemidos. Nos vemos en unas horas en el sitio acordado y
tranquilízate, querido profesor, que estoy oyendo tu respiración
agitada. Resérvate para cuando te tenga entre mis piernas.
¡Muuuuuuaaaaccckkkk!-
Con
ese beso se despidió de mí y no me dejó ni articular una sola
palabra. De todas formas no hubiese sido capaz de hacerlo: me
encontraba impactado por lo que acababa de oír. Tardé en reaccionar
unos minutos hasta que por fin dejé en la mesa el móvil. El número
de teléfono de Patricia había quedado ya registrado con lo que lo
tenía disponible. Volví a tumbarme en la cama y procesé en mi
cabeza todo lo que acababa de escuchar y la petición que la joven me
había hecho. Tenía ya serias sospechas del lugar al que quería
acudir Patricia conmigo.
Sin
embargo, aún quedaban varias horas para confirmarlo.
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