17 de diciembre de 2017

DOMADO POR UNA PUTA (13 Y FINAL)

Perplejo observé cómo Luvy se bajaba por completo el vestido y se ceñía a la cintura el arnés que le acababa de entregar Cristal. Las dos se aproximaron a Madame Noir y volvieron a acariciar la parte delantera del cuerpo de la madura. Las manos de ambas jóvenes recorrían una y otra vez los pechos de la mujer y luego bajaban sin pausa por el vientre hasta alcanzar el sexo. Allí tanto Luvy como Cristal deslizaban sus dedos por los genitales de Madame Noir, que gemía ante los intensos tocamientos a los que estaba siendo sometida. La madura me hizo un gesto con la mano para que me pusiera a su lado y para que le quitara el mono de cuero. Me situé junto a ella y terminé de sacarle la prenda, tras lo cual la mujer me tomó la mano y me la colocó sobre su seno derecho. Comencé a manosearlo y a apretarlo con tantas ganas que parecía que era la primera vez que le tocaba la teta a una mujer. Cada vez con más fuerza le sobaba el pecho y puse mi otra mano sobre la teta izquierda. Mientras su hija y Luvy continuaban dándose un auténtico festín con el coño de Madame Noir y provocaban los suspiros de ésta, mis manos jugaban ansiosas con los voluminosos pechos de la madura, cuyos pezones sobresalían duros y tiesos de la areola de las tetas. Mi polla palpitaba con el glande humedecido, completamente empapada y con el aro rodeándola y manteniéndola firme y erecta. Los ojos de Madame Noir se fijaron en mi miembro y, después de contemplarlo unos instantes en los que la lengua de la mujer recorrió la boca de un extremo al otro, me la agarró con la mano derecha y comenzó a acariciarla. Luvy se situó detrás de Madame Noir y Cristal, delante. La madura encorvó un poco su cuerpo sin soltar mi verga y su culo quedó ligeramente en pompa. Cristal se pegó a su progenitora, tomó con la mano el dildo que sobresalía del arnés y lo apuntó hacia la entrada de la vagina de su madre. Pasó la punta del juguete por la húmeda raja y repitió la acción un par de veces, haciendo así sufrir a Madame Noir, que esperaba ya desesperada el instante en que su coño fuese penetrado por aquel largo y grueso dildo.

Finalmente, Cristal comenzó a meter la punta del objeto en el sexo de su madre y lo fue hundiendo lentamente hasta dejarlo entero dentro. 




Madame Noir gimió y su mano apretó con mayor vehemencia mi polla. Y lo hizo todavía con más fuerza cuando Luvy empezó a clavarle en el culo su dildo, empujándolo por completo hasta el fondo del ano. Casi al unísono, Cristal y Luvy bombeaban en el coño y en el culo de la madura, que gozaba por el placer que las dos jóvenes le estaban proporcionando. La mano de la madura recorría sin parar mi verga desde el glande hasta la base. Mis huevos se bamboleaban al compás del ritmo que marcaba la mano de la mujer, cuyo goce crecía conforme su hija y Luvy incrementaban la velocidad a la que empujaban los dildos.

  • ¡Más rápido, folladme más rápido!- pidió la mujer a las dos chicas, que obedecieron de inmediato.

De forma sincronizada empezaron a impulsar sus caderas violentamente contra el coño y el ano de Madame Noir. Ésta notó enseguida el cambio de ritmo y los efectos de ambos juguetes en el interior de sus dos agujeros. Los gritos de placer de la mujer retumbaban entre las paredes de aquella habitación que hacía rato ya que olía a flujos, a sexo y a sudor.

  • ¡Un poco más, vamos, un poco más!- exclamó Madame Noir en cuya cara se apreciaba que estaba a punto de correrse.

Luvy y Cristal hicieron un último esfuerzo, machacaron con toda su energía cinco o seis veces más el culo y el sexo de la madura y ésta, sin dejar de pajearme ni un solo instante, alcanzó el deseado orgasmo. Cuando Cristal sacó de golpe el dildo del coño de su madre, un enorme chorro de flujo salió disparado de la vagina, empapando toda la parte delantera del cuerpo de la chica. Luvy siguió penetrando el culo de la mujer y no cesó en su empeño hasta que la última gota del squirt no brotó del sexo de Madame Noir.

Tras acabar de correrse, la madura soltó mi polla Era evidente que no había querido incrementar en ningún momento el ritmo de la masturbación para que no eyaculase aún y poder así seguir valiéndose de la dureza de mi miembro un rato más. Además, el efecto del anillo de retrasar la corrida parecía dar sus frutos pues, a pesar de la paja a la que me había sometido Madame Noir, todavía no había síntomas de que estuviera cerca mi eyaculación.

Cuando Madame Noir recuperó algo de aliento, le pidió a Luvy que le cediera su arnés. La joven lo hizo y la madura se lo ajustó a la cintura. Aquel dildo sobresaliendo de la entrepierna imponía bastante, teniendo en cuenta cómo se las gastaba la mujer. Yo no sabía cuál sería el siguiente paso que darían las tres en el juego iniciado pero no tardé mucho en averiguarlo. Madame Noir se dirigió a una cama que había en la habitación y se tumbó boca arriba sobre ella. Con una mano llamó a Cristal y a Luvy para que se acercaran. Luego hizo lo mismo conmigo. Me detuve junto a la cama, al lado de Luvy y frente a Cristal, que admiraba el cuerpo desnudo de su progenitora, únicamente con el arnés puesto. La madura estiró los brazos y agarró el sujetador de su hija. Sin ningún tipo de miramientos, se lo arrancó de cuajo y lo tiró al suelo, liberando las tetas de Cristal. Se dedicó a manosearlas y a jugar con los pezones durante unos instantes. Era una delicia ver cómo la madre los friccionaba con los dedos y contemplar la dureza de esos tiesos pezones.

Madame Noir me ordenó que le quitara el arnés y el tanga a Cristal y obedecí. Pasé a situarme al otro lado de la cama, junto a la joven, y, tras desajustarle el arnés, le bajé despacio la prenda íntima. Rápidamente noté la humedad que había sobre el tanga y lo pegajosa y mojada que estaba la zona de la entrepierna. Deslicé el tanga hasta los tobillos y Cristal levantó primero un pie y luego el otro para que pudiera sacarle la prenda. El sabroso y empapado coño de la joven quedó al descubierto, con sus carnosos labios vaginales a la vista.

  • Chupa el tanga- me ordenó Madame Noir, sin parar de manosear los senos de su hija.

Luvy contemplaba la escena a la vez que con las manos se palpaba los pechos, imitando los movimientos que la madura efectuaba sobre las tetas de Cristal. Acerqué el tanga a mi cara y por la nariz empezó a penetrar el intenso olor que la prenda desprendía. Al tiempo que observaba el cuerpo desnudo de Cristal, sólo cubierto ya por las medias negras, aspiraba una y otra vez el aroma que su coño había dejado sobre el tejido del tanga.

  • ¡Chúpalo, vamos!- me ordenó tajante Madame Noir.

Saqué la lengua y comencé a recorrer con ella cada milímetro de la prenda. La saliva se fue mezclando con los restos de flujo que bañaban el tanga y dentro de mi boca el delicioso sabor a sexo se extendía por todas partes. Lamí varias veces más cada recoveco del tanga hasta que Cristal me lo arrebató. Envolvió con él mi empalmada polla y empezó a masturbarme. Agitó mi verga deslizando sobre ella la prenda, llevándola desde la base hasta el glande. Limpió con el tanga las pequeñas burbujas de líquido preseminal que lo cubrían y después siguió pajeándome lenta y suavemente un par de minutos más, mientras sus senos continuaban siendo sobados por las imparables manos de su madre. Finalmente, Cristal apartó la mano y el tanga de mi miembro y dejó caer la prenda al suelo. Madame Noir también liberó las tetas de su hija. Ésta se subió inmediatamente a la cama, se abrió de piernas y se sentó sobre aquella polla de juguete en la entrepierna de su progenitora. Poco a poco el dildo fue desapareciendo engullido por el coño de la chica hasta que quedó completamente oculto dentro de él. Cristal, situada de espaldas sobre su madre, empezó a cabalgar sobre el dildo, subiendo y bajando el cuerpo de manera parsimoniosa. Extendió la mano derecha y atrapó, por sorpresa para mí, mi polla. Al tiempo que se movía sobre su madre, la joven agitaba mi miembro desde los testículos hasta la punta, apretándola, acariciándola, haciéndome suspirar de placer.

Luvy se acercó un poco más a la cama y permitió que Madame Noir comenzara a tocarle el coño. La madura, a la vez que disfrutaba restregando su mano por aquella palpitante vagina, empezó a contribuir a la follada de su hija haciendo leves movimientos con la cadera e impulsándose hacia arriba. Cristal botaba cada vez con más fuerza sobre su madre, provocando que el dildo entrase y saliese de su coño a una velocidad endiablada. La chica, agarrada a mi falo, lo machacaba sin miramiento alguno y me arrancaba sonoros gemidos. Luvy suspiraba al sentir las acometidas de Madame Noir en su cada vez más empapado sexo y la madura se esforzaba por embestir con virulencia a su hija. Los gritos de placer de ésta inundaban la habitación y esto dio ánimos a Madame Noir para apretar todavía con más ganas y acelerar sus movimientos de cadera. El dildo irrumpía en el sexo de Cristal como una exhalación y se veía completamente sucio por los fluidos que la vagina de la joven iba segregando. Madame Noir inició una violenta ofensiva final y lanzó un par de bruscas embestidas contra el coño de su hija, que no aguantó más y empezó a correrse de gusto al tiempo que oprimía con una fuerza descomunal mi verga. Madame Noir había introducido varios dedos en la vagina de Luvy y la penetraba con ellos con suma dureza. Cuando Cristal aún estaba bajo los efectos del orgasmo, Luvy explotó de placer con los dedos de la madura dentro y se meó de puro goce. El interminable chorro de líquido formó un charco sobre el suelo de la habitación. Yo aún resistía sin correrme, con la polla irritada por tanto roce y agitación y con el aro conteniendo mi eyaculación.

Fue entonces cuando las tres mujeres consideraron que era hora de ver brotar de nuevo mi semen. Se acercaron hacia mí y se pusieron de rodillas. Madame Noir abrió la boca y comenzó a lamer mi polla en toda su extensión. Tras darle un par de chupadas intensas, dejó que fuera su hija quien gozase de mi verga en su boca. Rápidamente sentí la lengua de Cristal rozando mi pene y la húmeda saliva de la chica cubriéndolo. Luvy esperaba ansiosa su turno y éste le llegó pronto: Cristal dejó escapar mi falo de su boca y Luvy repitió lo mismo que que acababan de hacer las otras dos mujeres. Noté cómo los dientes de la chica circulaban despacio sobre la superficie de mi polla desde la base hasta alcanzar el glande. Reiteró la acción un par de veces más antes de cederle mi verga de nuevo a Madame Noir. Durante varios minutos estuvieron las tres alternándose a la hora de mamarme la verga, hasta que Madame Noir se levantó y Cristal y Luvy hicieron lo propio. La madura puso su culo en pompa y las dos chicas la imitaron. Ante mí tenía a aquellos tres espléndidos traseros bien abiertos y listos para ser follados. 



Puse mis manos sobre las nalgas de Madame Noir y le introduje la verga por el orificio anal. Lentamente la polla penetró hasta lo más profundo y quedó encajada en el macizo culo de la mujer. Tomé del suelo la fusta con la que hacía un rato me habían golpeado los glúteos y empecé a azotar las nalgas de Madame Noir a la vez que movía mi cintura hacia delante y hacia atrás para penetrarle el culo. No tuve ninguna compasión: si le gustaba el sexo duro, eso era lo que le iba a dar a aquella insaciable madura y a sus compañeras de fechorías. Tras embestir en varias ocasiones contra el ano de la mujer, extraje mi pene y pasé a clavarlo en el culo de Cristal. Mientras lo realizaba, los golpes de la fusta caían a plomo sobre las nalgas de la chica. Sus gemidos eran todavía más fuertes que los emitidos por su madre y eso me encendió y me dio pie a follarla de manera más salvaje. Con ritmo frenético mi verga penetraba el culo de Cristal, cuyas nalgas iban tomando color rojizo debido a los azotes de la fusta. Era el turno de Luvy: tampoco ella se iba a escapar de recibir en su trasero las embestidas de mi miembro y los impactos de la fusta. Le hinqué toda mi tranca dentro y comencé a bombear. Era una delicia sentir la manera placentera en que mi polla resbalaba dentro del ano.

Al tiempo que le metía mi pene, observé cómo sobre la mesa de la habitación había colocadas varias sogas y se me ocurrió hacer uso de ellas. Había leído una vez un artículo sobre técnicas de ataduras japonesas y pensé en ponerlas en práctica. Saqué la verga del culo de Luvy e hice un pequeño paréntesis con las tres mujeres. Todas me miraban extrañadas y siguieron con la vista mi recorrido hasta la mesa. Cuando vieron que tomé las sogas, comenzaron a comprender el motivo del pequeño parón.

  • Vosotras ya me habéis hecho conmigo lo que os ha dado la gana. Ahora es mi turno- les dije.

Con una de las cuerdas empecé a rodear el cuerpo de Madame Noir. Até las manos de la mujer y enrollé la cuerda alrededor de su anatomía.



 Las tetas quedaron aprisionadas por la presión ejercida y la madura no opuso mucha resistencia a las ataduras. Después, hice lo mismo con Cristal y con Luvy, quedando las tres mujeres atadas por aquellas sogas e inmovilizadas de las manos. Estaban totalmente a mi merced, juntas. Volví a agarrar la fusta y reemprendí los azotes sobre aquellas nalgas. De forma aleatoria pero enérgicamente descargaba golpes en los glúteos de las mujeres. Sus culos cada vez se ponían más rojos por la irritación pero yo no me detenía. Continué golpeando varios minutos más hasta que Cristal me suplicó que parase.

  • ¿Quieres que pare? ¿Ya no aguantas más? Ni lo sueñes- le comenté, mientras la fusta impactaba de nuevo sobre su nalga derecha y mi polla entraba fulgurante en el ano de la chica.

Embestí varias veces hasta que los sollozos de la chica llegaron a mis oídos. Le saqué la verga y con la fusta di un par de golpes rápidos y secos en el ano y en el coño. Los fui alternando para causarle mayor placer y su humedecido y pringoso sexo pronto manchó el inicio de la fusta.

  • ¡Córrete, puta, córrete!- le grité a la vez que con mis dedos penetraba el coño de Cristal.

No me hicieron falta muchas penetraciones para provocar que la joven llegara al orgasmo y se dejara caer luego al suelo, agotada y dolorida pero complacida.

Era el turno de Luvy. Ya esperaba el momento en que le hiciera lo mismo que a Cristal. Ante la atenta mirada de ésta y de Madame Noir, repetí con Luvy la misma acción anterior: dejé el trasero totalmente rojo con los golpes de la fusta, su coño también recibió los impactos de ésta y, por último, le follé la vagina con los dedos hasta hacer que se corriera de gusto.

  • Te toca a ti, Madame Noir- le dije a la madura tras situarme a su lado.
  • Está bien pero no me azotes demasiado fuerte, por favor- me pidió.
  • Tu tiempo de dominante ya ha pasado. Ahora estás indefensa y atada. Haré contigo lo que me plazca. Me has desvirgado el culo, me lo has penetrado y machacado. Me lo has dejado dolorido y, además, me habéis puesto este aro en el pene. Prácticamente me habéis humillado. Todo eso tiene su precio y me lo voy a cobrar- le respondí.

Después de pronunciar estas palabras, los azotes de la fusta comenzaron a caer sobre los glúteos de Madame Noir sin ningún tipo de compasión. Cada golpe iba lanzado con mayor vehemencia y la madura me imploraba para que parase. Sin embargo, yo miraba a Luvy y a Cristal y veía cómo con sus manos se acariciaban el coño, disfrutando del castigo al que estaba sometiendo a Madame Noir. Al fin decidí soltar la fusta, hice que la mujer se girase y abrí totalmente sus piernas. Mi polla comenzó a embestir de forma salvaje el coño de la madura, cuyas quejas se transformaron en gemidos. Con toda mi energía le machaqué una y otra vez el sexo, que se iba humedeciendo de flujo blancuzco.





  • ¿Quién demonios eres, Madame Noir? Voy a descubrir tu secreto- le indiqué.

Mis manos se posaron en la máscara de la mujer y al tiempo que mi polla irrumpía sin cesar en su vagina le quité aquella especie de antifaz que ocultaba parte del rostro. La respiración se me cortó al comprobar de quién se trataba. No podía creerlo: me estaba follando a....


Sudoroso y jadeante abrí los ojos y me vi sentado en mi cama, en plena madrugada y en medio del silencio de la noche. Comprendí, entonces, que todo había sido un sueño, un excitante y morboso sueño, justo la noche antes de acudir a la primera cita con Luvy en el club.

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