Ya habían pasado un par de meses desde que mi novia Patty había conseguido trabajo en Sevilla como diseñadora gráfica. Yo siempre había confiado en sus cualidades y se lo había tratado de transmitir incluso en aquellos horribles días en su antigua oficina de la Ciudad de México donde su jefe y la asistente y a la vez amante de éste le hacían la vida imposible y mi novia estaba desanimada y agobiada.
Aquí en Sevilla, por fortuna, todo era lo contrario: Patty se ganó enseguida la confianza y la admiración de su jefe por su buen hacer en los diseños y veía a mi chica doblemente feliz: por un lado, por poder estar junto a mí después del tiempo que habíamos tenido que esperar; por otro, por sentirse reconocida y valorada en su trabajo.
Un día el jefe le comentó a Patty que la empresa iba a abrir nuevas oficinas en distintos lugares del mundo. Era una empresa española pero que quería empezar a expandirse, de momento, por países de habla hispana. Una de las naciones elegidas para dicha expansión era, precisamente, México. Y había pensado en ella, en Patty, para que se encargase de poner en marcha allí la oficina. Sería solamente un mes, el tiempo suficiente para que todo comenzara a funcionar, después regresaría a su trabajo de la oficina de Sevilla y recibiría de ahí en adelante un aumento de sueldo. No se me olvidará jamás el rostro iluminado de felicidad con el que entró mi chica aquella noche en casa y me comunicó la noticia.
- ¡Amor, además es justo el mes que tú tienes de vacaciones en tu centro de estudio! Podrás acompañarme. Te enseñaré por fin mi ciudad, mi país, ya no tendrás que verlo sólo en imágenes o leer libros. Y probarás nuestra rica y variada gastronomía- me dijo entusiasmada.
Tres semanas más tarde, a principios de septiembre, pusimos rumbo a México. Superé mi miedo a volar gracias a que llevaba a mi lado a la mujer más especial que existe y que no paró en todo el viaje de darme mimos y de agarrarme la mano con ternura. La ilusión por conocer la ciudad de mi novia hizo el resto. Tras llegar al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México tomamos un taxi que nos llevó al pequeño apartamento que la empresa había alquilado para Patty para el mes que debería pasar en la ciudad. El único error que cometió la empresa es que dicho apartamento estaba bastante alejado de la oficina nueva. Ésta se encontraba en el centro de la ciudad, mientras que el apartamento estaba situado a las afueras. Iba a suponer que Patty tuviese que madrugar bastante y pasar también mucho tiempo de trayecto entre uno y otro punto.
Al día siguiente de nuestra llegada, el domingo, aprovechamos para poner un poco en orden el inmueble y comprar una serie de cosas básicas para nuestra estancia allí. No tuvimos tiempo para hacer turismo por la ciudad, eso tendría que esperar para el fin de semana, que Patty tenía libre. El lunes fue el primer día de trabajo de mi novia. Todo fue perfecto y estaba encantada con su labor de poner en marcha dicha oficina. Los primeros días estuvieron plagados de reuniones, pero llegaba a casa satisfecha. Su única queja era el tiempo que tenía que emplear para los desplazamientos.
- Ya casi se me había olvidado cómo es la circulación por mi ciudad- dijo irónicamente.
Tras esos primeros días de reuniones de trabajo, la cosa se calmó y Patty comenzó a desarrollar su labor de diseñadora creando los logos y la página web de la empresa en México. Durante esas jornadas mi novia y yo nos manteníamos en contacto, mientras ella trabajaba, a través de mensajes escritos. Además, compartíamos juntos de forma ya interrumpida la última hora y media (de 16.00 a 17.30) de jornada laboral y gran parte del trayecto de vuelta a casa también a través de ese tipo de mensajes. Solía apresurarse para tener terminada la mayor parte del trabajo programado para el día y así poder estar conmigo ese rato, mientras acababa los últimos flecos pendientes.
Un día llegó a casa algo más tarde de lo normal. Ya me había comunicado mientras regresaba que había mucha circulación y que se retrasaría. Habían comenzado las típicas lluvias vespertinas del mes de septiembre en México y había empeorado aun más el tráfico. La jornada siguiente la cosa fue todavía peor: estuvo horas en ese caos circulatorio y me comentó que había tomado la decisión de cambiar el medio de transporte para el regreso: en lugar de hacer la última parte del trayecto a casa en bus, tomaría un tren. Así evitaría esos frecuentes atascos en la carretera de su ciudad mexicana. Este cambio favoreció un asunto que tanto Patty y yo teníamos pendiente.
Mi novia me había dicho ya desde hacía algún tiempo, antes incluso de viajar a México, que estaba pensando en la posibilidad de adquirir un nuevo juguete erótico, unas bolas chinas, concretamente. La idea me pareció perfecta y me dejó ilusionado: me gusta que usemos juguetes eróticos en nuestros encuentros sexuales. El asunto quedó un poco aparcado por el asunto del viaje y yo no quise insistirle mucho.
Sin embargo, el primer día que iba a tomar ese tren de regreso a casa, cuando llegó a la estación y mientras nos estábamos escribiendo, me dijo entusiasmada que acababa de ver un sexshop en la misma estación.
- ¿Un sexshop en la estación?- le pregunté algo sorprendido.
- Sí, amor, y se ve bastante bien. Además son chicas las que están encargadas de la tienda. Creo que es una cadena que tiene establecimientos en muchas de las estaciones. Tal vez debería entrar, ya sabes que tu novia es muy curiosa.
- Espera…¿lo vas a hacer?
- ¿Tú qué crees? Hoy sólo para echar un vistacito. Anda, nos vemos ya cuando llegue a casa. Te cuento luego, mi vida- se despidió de mí antes de entrar en el sexshop.
Me dejó con esa intriga, con ese puntito de ansia de querer saber más. Ella siempre sabe cómo hacer eso para mantenerme expectante y encendido.
Un rato más tarde llegó por fin a casa. Después de darnos un beso, me estuvo comentando cómo había transcurrido su jornada.
- ¿Estarás deseando saber más sobre ese sexshop, no?- me preguntó al cabo de unos minutos.
- Me conoces bien ya, no me hagas sufrir más que estoy impaciente.
- Estuve curioseando un poco. Hay cosas que son una maravilla, pero me centré básicamente en buscar las bolas chinas que tantas ganas tengo de poseer y había de varios tipos y modelos.
- ¿Has comprado algunas?- quise saber.
- ¡Jajajá! ¿No te acabo de decir que sólo curioseé? Ya le he echado el ojo a unas. Te prometo que las compraré un día de estos, pero no te voy a avisar para tenerte con la incertidumbre.
Una vez más iniciaba uno de sus jueguecitos conmigo. Me tocaba esperar hasta que diera el siguiente paso y me sorprendiera.
Fue al día siguiente, jueves, cuando Patty volvió a poner en marcha parte de su plan. Su objetivo era seguir teniéndome ardiendo y excitado hasta que lo culminase con la compra de las bolas. Me levanté temprano a la misma hora que ella, un poco después de las seis de la mañana, para poder compartir un ratito con mi chica antes de que se fuese a trabajar, pues ya no la vería físicamente hasta por la tarde. Cuando se marchó, aproveché la mañana para hacer algunos quehaceres domésticos, unas compras y para salir a correr un rato. Al regresar de hacer deporte, tenía un mensaje de mi novia en el móvil:
- Oye, guapísimo, me dijiste que saldrías a correr. Cuando vuelvas y te vayas a duchar, guárdame algunas fotos y me las mandas. Te deseo.
Conozco de sobra a Patty y sé que cuando me hace esa petición es que se encuentra caliente. Cumplí con lo que me había pedido y le envié varias imágenes mostrándole de forma provocativa toda mi anatomía desnuda en posturas sensuales, con sugerentes fotos de mi trasero y de mi pene que iba creciendo de tamaño imagen a imagen. Minutos más tarde recibí otro mensaje de mi novia.
- Estaba ya excitada, pero después de ver tus fotos me tienes ardiendo. ¿Sabes que tengo mi coñito mojado? Nos escribimos a las cuatro.
Un poco antes de esa hora me conecté a internet para acompañar a Patty como cada día en el tramo final de su jornada laboral y pensando en esas palabras con las que se había despedido antes. Yo ya había comido y me había recostado en la cama para descansar un poco pero impaciente por estar con mi chica. Unos minutos más tarde de las cuatro empezamos a escribirnos. Después de saludarnos, la conversación fue subiendo de tono enseguida.
- ¿En qué estás trabajando ahora, mi cielo?- le pregunté.
- Intentando terminar unos diseños, pero no estoy avanzando.
- ¿Por qué?
- No puedo concentrarme. Desde hace un rato estoy con la mente puesta en otra cosa- me respondió.
Yo, tan torpe como casi siempre, no pillé la indirecta.
- ¿En qué piensas, amor?
- Pues verás, en cierta cosa dura, larga y gruesa que contemplé no hace mucho. ¿No la habrás vuelto a ver tú por ahí, verdad? Porque quiero volver a deleitarme con ella.
- Ummm, ¿de verdad quieres volver a ver esa cosa?- le comenté ya al tanto de por dónde iba el asunto y empezando a meter mi mano bajo el pantalón y el bóxer para tocarme.
- Eso deseo y que esté igual de dura o más de lo que estaba antes.
- Pero, amor, estás en la oficina….
- Y eso qué importa. Me excita ver tu polla mientras estoy en la oficina. No he dejado de pensar en ella desde que llegué aquí esta mañana. Mi sexo lleva húmedo todo el día.
Yo seguía acariciándome la verga y ya me había quitado el pantalón. Sólo un ceñido bóxer azul ocultaba mi miembro que se iba poniendo erecto con cada movimiento de mi mano.
- ¿Así que ya has mojado tus braguitas?- le pregunté, aunque sabía de sobra cuál sería la respuesta.
- No seas tonto. Sabes de sobra que no llevo braguitas. Lo que tengo mojado desde hace horas es el jeans. Y créeme que está muy húmedo. Afortunadamente es de color oscuro.
- ¿Acaso te has tocado?- le pregunté.
- No me ha hecho falta. Con pensar en ti y en tu pene y con mover mis piernas y apretar mis muslos me ha sido más que suficiente.
Le envié entonces una foto a través del móvil: le mostraba mi bulto, pero todavía escondido bajo el bóxer., sobre el que se apreciaba ya una mancha de líquido procedente de la punta de mi polla.
- ¡Delicioso! ¡Se te marcan las venas hasta en el bóxer! ¡Quítatelo, no me hagas sufrir más!
Me despojé de la prenda y dejé al descubierto mi polla completamente tiesa. En efecto, varias venas se señalaban en la piel y en la carnosa y rojiza punta de mi pene pequeñas burbujitas blancas de líquido preseminal habían hecho acto de presencia. Le envié varias imágenes más a Patty y una última ya con el glande totalmente fuera.
- Me encanta tu polla. Quiero que te toques, amor- me pidió.
- Ya lo estaba haciendo desde hacía unos minutos, así que seguiré.
- Hazlo despacio, tócate imaginando que soy yo quien te tiene agarrada la polla, quien desliza su mano por ella de arriba abajo una y otra vez.
Continué masturbándome tal y como me decía patty, sintiendo el placer de cada movimiento de mi mano.
- Ahora piensa que acerco mi boca a tu pene, que saco la lengua y que con su punta rozo y acaricio tu glande haciendo círculos sobre él. Luego lamo tu polla recorriendo toda la piel, dejándola mojada con mi saliva- me escribió en nuestra comunicación por Skype.
Sólo de pensar en lo que Patty me estaba diciendo mi excitación iba en aumento, mientras continuaba usando mi mano para darme gusto.
- Sé que lo estás haciendo muy bien. Mi coño sigue húmedo y tengo ganas de ver tu polla. No aguanto más. Deseo contemplar cómo te tocas.
De repente apareció en la pantalla de mi pc una solicitud de video-llamada de mi novia. No me lo podía creer: estaba en la oficina dispuesta a ver de verdad en directo cómo me pajeaba. Por supuesto, acepté la video-llamada y segundos más tardé la imagen de Patty ya estaba en mi pantalla: su cara, con sonrisa pícara, se mostraba igual de preciosa que siempre. En voz baja le dije:
- Amor, ¿estás segura de lo que vamos a hacer? ¿No hay nadie cerca?
- Tranquilo, estoy sola en esta parte de la oficina. No te preocupes por eso y no te distraigas. Continúa tocándote que yo te vea. Usaré auriculares para escuchar cómo gimes y cómo terminas corriéndote. Desnúdate del todo y mastúrbate para mí.
Me quité la camiseta que tenía puesta y me quedé completamente desnudo. Orienté la cámara de la pc para que enfocase bien mi entrepierna y seguí pajeándome. Observaba la cara de patty, sus grandes ojos atentos a mi verga, a los movimientos de mi mano. De vez en cuando mi novia giraba un poco la cabeza para asegurarse de que nadie se acercaba a su escritorio. Luego volvía a centrar su atención en mi polla. Su rostro denotaba placer y deseo. Me susurró que acelerara un poco. Que se moría ya de ganas por ver cómo eyaculaba.
Empecé a imprimir un ritmo mayor a mi masturbación y a apretar más. Mis testículos botaban, duros, con cada sacudida que le daba a mi verga. Mi mano estaba pringosa del líquido preseminal que manaba de la punta de mi pene y que dejaba un profundo e intenso olor a sexo masculino por toda la habitación.
- ¡Vamos, córrete, mi vida, córrete para tu diosa! ¡Salpícame de leche! ¡No sabes cómo me está palpitando el coño!
Con todas mis fuerzas di varias sacudidas más a mi polla, la dirigí para que apuntase a mi vientre y exclamé:
- ¡Ahhhh…no aguanto más! ¡Esto viene ya! ¡Me voy a correr, me corrooooo…arrrgggghhhh…!
Varios chorros de semen salieron escupidos enérgicamente del agujerito de mi glande e impactaron en mi hombro, en mi pecho y en mi estómago. Todavía gimiendo de placer me quedé tumbado en la cama mientras las últimas gotas de esperma caían sobre mi cuerpo desnudo.
Patty sonreía satisfecha y con la lengua recorría la comisura de sus labios pintados de carmín. Me lanzó un beso y un “te amo” y dio por finalizada la video-llamada, pero no nuestra comunicación. Estuvimos comentando lo bien que lo habíamos pasado, lo morboso de la situación y, finalmente, nos regalamos varios minutos de dulzura mutua, antes de que ella abandonara la oficina por aquel día.
Durante el trayecto de vuelta a casa seguimos en contacto a través del móvil hasta que llegó a la estación de tren.
- Amor, te veo ya en casa. Aquí la señal y la red empieza a fallar, sobretodo en cuanto suba al tren- me anunció.
- Sí, mi cielo. Te espero en casa. Te quiero.
Cuando llegó a la vivienda, cenamos y, después de ver un rato la televisión, nos acostamos. Esa noche hicimos el amor con todas las ganas y pasión acumuladas durante todo el día.
La jornada siguiente transcurrió con normalidad y Patty terminó todo lo que tenía pendiente por hacer en el trabajo para ese día.
Durante el fin de semana pudimos dedicarnos a hacer turismo por la ciudad. Mi novia ejerció de magnífica guía y me llevó por algunos de los lugares más hermosos de Ciudad de México. El sábado estuvimos en el Zócalo, iniciando nuestro paseo a pie desde allí para visitar la catedral, el Palacio Nacional y el Templo Mayor. Posteriormente fuimos al Centro Cultural de España y por último llegamos a la calle Isabel la Católica y visitamos el Casino Español y el Museo Nacional de Arte. Nuestra ruta turística finalizó en el Palacio de Bellas Artes. Repusimos fuerzas en una taquería degustando unos exquisitos tacos mexicanos y después saboreando unos deliciosos capuchinos.
El domingo estuvimos en el Paseo de la Reforma, en la Basílica de Guadalupe, paseamos por el bosque de Chapultepec y visitamos Teotihuacán, la “Ciudad de los Dioses”, pudiendo admirar sus magníficas e impresionantes ruinas.
No fue hasta el viernes siguiente cuando Patty decidió al fin culminar su promesa de adquirir las bolas chinas. La semana, hasta ese día, había estado plagada de trabajo para mi chica. Se le habían ido acumulando las tareas y estuvo bastante ocupada desde el lunes hasta el mismo viernes. De hecho no pudimos estar en contacto tanto tiempo como la semana anterior durante su jornada laboral. Llegaba a casa bastante cansada y yo intentaba prodigarme en mimos y atenciones hacia ella para demostrarle mi amor y que, al menos, pudiera relajarse la parte final del día. Por supuesto que no me olvidaba del asunto de las bolas chinas, pero prefería dejarlo estar y no agobiarla con eso. Patty siempre me dice que, cuando la vea un poco apagada, sea yo quien dé el paso y saque el tema del sexo, que intente encenderla, que prenda la mecha de su pasión, porque a ella le hace falta muy poquito para encenderse. Pero aquellas jornadas, sinceramente, opté por regalarle mi dulzura. Ya habría tiempo para el desenfreno sexual.
El viernes estuvimos escribiéndonos durante el final de su jornada laboral. Me dijo que ya estaba algo más tranquila, pues había dejado listo todo lo pendiente. Como cada día permanecí en contacto con ella hasta que llegó a la estación de tren. Nada hacía presagiar lo que estaba a punto de suceder.
- Mi vida, si ya te encuentras en la estación, te iré dejando antes de que haya problemas con la señal y con la red. Nos vemos cuando llegues a casa.
- ¿Ya me dejas? ¡Cuánta prisa tienes! Yo creía que te apetecería acompañarme mientras entro al sexshop- me comentó Patty.
- ¿Qué? ¡Espera! ¿Estás hablando en serio?- le pregunté.
- ¡Claro que sí!
- ¡Pero si no me habías insinuado ni dicho nada en todo el día!
- Ese era precisamente el plan: sorprenderte por completo, pillarte desprevenido. Creo que lo he conseguido.
- ¡Todavía no me lo creo!- exclamé.
- Estoy ya en la puerta del establecimiento. Aguántame que entro y ahora te vuelvo a escribir- me indicó.
Apenas pasaron un par de minutos hasta que se puso de nuevo en contacto conmigo, pero me parecieron dos horas. Me había quedado totalmente sorprendido y el ansia por saber más hizo que la impaciencia se apoderase de mí. Los segundos se hicieron interminables hasta que por fin volvió a aparecer un mensaje en mi móvil. No era un mensaje propiamente dicho, sino una foto: la de la mano de Patty sosteniendo una cajita con unas bolas chinas rosas, mientras al fondo de la imagen se veían otros juguetes sexuales. Sólo el siguiente mensaje de mi novia me hizo salir de la admiración:
- ¿Te gustan? Porque a mí me fascinan. ¿Las compramos, amor?- me preguntó.
- No tienes ni que consultármelo. ¡Claro que me gustan! ¡Se ven tan excitantes!- le respondí.
- ¡Muuaaaaccckkkkk! ¡Te amo! Voy a pagarlas y enseguida estoy otra vez contigo- me comentó.
De nuevo unos instantes de espera interminables hasta que Patty volvió a ponerse en contacto conmigo.
- Ya está, mi vida. Estoy fuera del sexshop. ¡No sabes la de cosas interesantes que hay ahí! Tengo las bolitas, así que sólo falta disfrutarlas.
- Estoy ansioso por que las estrenemos. No tardes en regresar a casa, por favor- le pedí.
-¿Quién ha dicho que haya que esperar a llegar a casa para estrenarlas? Yo también estoy ansiosa y excitada, amor. Llevaba todo el día pensando en las bolas, en poder tenerlas al fin. Voy a entrar en los servicios de la estación.
- ¡Patty! ¿Vas a hacer eso de verdad? No quiero perderme ese momento- le dije.
- No te lo vas a perder, mi tigre. ¿Cuándo te has perdido el estreno de uno de nuestros juguetes? Lo vas a ver enseguida con tus propios ojos. Dame un minutito.
La comunicación se interrumpió brevemente. Al cabo de un par de minutos, mi novia me volvió a escribir.
- Ya estoy dentro del servicio. Tengo algo para ti. Espero que te guste.
Me mandó un vídeo que hizo que me encendiese por completo: se veía primero a Patty abriendo la cajita de las bolas y sacándolas. Después de mostrarlas a la cámara, mi novia enfocó su cara, en la que se dibujaba una sonrisa pícara y provocativa. Luego empezó a bajarse el jeans lentamente. Mi corazón palpitaba cada vez más rápido y mi polla comenzaba a endurecerse. Una vez que Patty bajó el pantalón hasta el inicio de los muslos, apareció en imagen su coño perfectamente depilado. De nuevo no se había puesto tanga y su sexo se apreciaba ya húmedo en toda su rajita, síntoma de que había estado excitada mientras se encontraba en el sexshop comprando las bolas y observando otros juguetes eróticos y de que la situación que estaba creando le estaba provocando fuego en su vagina. Pasó la palma de su mano un par de veces por el coño, rozó con dos de los dedos el clítoris y a continuación acercó con parsimonia las bolas a la raja de su chochete. Tuve que empezar a masajearme la verga, me ardía por completo, la sentía dura e hinchada viendo todo aquello, sabiendo que mi novia estaba en un vulgar servicio público de una estación de tren, con los pantalones bajados, desnuda de cintura para abajo, con el coño mojado, abierta de piernas y con las bolas cerca de su vagina.
Lo siguiente que hizo Patty fue comenzar a introducir la primera de las bolas en su sexo. Entró despacio y sin problemas perdiéndose entre los dos labios vaginales hasta desaparecer en el interior del coño. Después hizo lo mismo con la segunda de las bolitas: la empujó hasta dentro con los dedos, que acabaron humedecidos por el flujo. Yo continuaba con los ojos pegados a la pantalla del móvil y con mi mano manoseando mi polla. Del coño de Patty salía la anilla de las bolas y mi novia empezó entonces a tirar suavemente de ella: sacaba un poco las bolitas, las volvía a meter; de nuevo las hacía salir para, a continuación, enterrarlas otra vez dentro. En cada salida las esferas rosas aparecían más y más humedecidas hasta que la última vez que las sacó se veían ya cubiertas del blanco líquido similar a la nata que manaba del coño de Patty. Las volvió a introducir en su sexo, dio por finalizado en ese momento el jueguecito y cortó la grabación del vídeo.
- Ahí se quedan dentro hasta que llegue a casa y tú me las saques, amor. Prepárate porque estoy ardiendo. Estoy deseando que juegues con ellas y que termines metiéndome tu polla hasta follarme duro - me escribió.
- No sabes cómo me tienes, mi diosa. Ya había empezado a tocarme, pero me esperaré hasta que regreses. Quiero follarte con todas mis ganas hasta partirte el coño, hasta correrme dentro y soltar mi leche a chorros en tu interior. Te deseo. Siente esas bolas y gózalas en el trayecto de vuelta.
La espera se me hizo eterna. Los minutos parecían que no pasaban y sólo quería que Patty apareciera por la puerta de casa. Cuando por fin apareció, no le dejé tiempo para casi nada: lo único que tuvo ocasión de hacer fue soltar el bolso. Me dirigí hacia ella, la abracé y empecé a comérmela a besos: sus labios sensuales, sus suaves mejillas, su cuello, los lóbulos de sus orejas…Nada escapaba a mis apasionados besos y mordisquitos. Mientras yo me centraba en su cuello, ella me puso la mano en la barbilla, me enderezó la cabeza, nuestras bocas quedaron a escasos centímetros, estampó sus labios con los míos y me comenzó a meter la lengua hasta el fondo de la boca. Con mi lengua buscaba la suya tratando de rozarla, de jugar con ella.
Le quité a Patty la chamarra negra que llevaba puesta y la arrojé al suelo del pasillo. Todavía besándonos y acariciándonos nos dirigimos hacia el dormitorio. Allí mi novia me empujó y me tiró sobre la cama. Con un par de tirones me abrió violentamente la camisa de cuadros que tenía puesta. La mayoría de los botones salió despedida cayendo por toda la habitación. Empezó a tocar mi torso desnudo, a recorrer con la palma de sus manos mi pecho y a tocar mis pequeños y rosados pezones. Sentía cómo mi verga se hinchaba poco a poco bajo mi pantalón. Yo estaba desatado, sólo quería ya hacerle el amor a Patty, follar con ella hasta quedarnos sin fuerzas, hasta dejar el último gramo de energía, la última gota de sudor sobre las sábanas de la cama. Me incorporé un poco y le quité a mi novia la camiseta morada que tenía puesta. Sus preciosos pechos desnudos aparecieron ante mis ojos ya sin obstáculo alguno, pues no llevaba sujetador. Esas tetas que tantas veces antes había visto y con las que tanto había disfrutado ya en innumerables ocasiones, ese lunarcito tan estratégicamente situado, esas oscuras aureolas color café, los pezones tiesos y duros que en los instantes previos había contemplado marcados sobre el tejido de la camiseta, me parecían ese día todavía más ardientes y explosivos aun que jamás antes. Con mis manos abarqué cada uno de los senos de Patty apretándolos, manoseándolos con denuedo y sin descanso. Mi novia comenzó a emitir leves gemidos que se acrecentaron cuando con mis dedos me puse a friccionar los pezones y a tirar de ellos. Patty comenzó a desabrocharme el pantalón y a sacármelo como una auténtica desesperada. Me dejó ya sólo con mi bóxer rojo puesto, su preferido. Mi polla ya erecta y gorda se adivinaba bajo la ceñida prenda. Sin aviso alguno mi novia me agarró todo el paquete de golpe sobre el bóxer, lo que me hizo soltar un grito mezcla de dolor y placer. Abría y cerraba la mano oprimiendo incesantemente todo mi bulto.
- ¡Patty, por Dios, que estás haciendo! ¡Ahhhh!- exclamé.
- Quiero tu polla y tus huevos y bien duros. Ya te dije antes que te preparases.
¡Qué bien, con qué maestría me tocaba mi novia! ¡Cómo sabe darme siempre placer! El pobre bóxer ya no aguantó más tiempo limpio y seco y una manchita de líquido preseminal comenzó a manchar el tejido.
- Así me gusta, que empieces a mojarlo- comentó Patty.
Bajó su cabeza a mi entrepierna, olió la mancha y con la lengua comenzó a lamerla.
- ¡Ummm…cómo huele y cómo sabe! Apestas a macho. Me fascina el olor de tu sexo- dijo.
Era mi turno: le quité los tenis a mi chica, le desabroché el botón del jeans y fui bajándoselo lentamente. Ya sabía de sobra que lo siguiente que aparecería sería su coño. Y en efecto, su sexo limpio de todo vello quedó al descubierto. Y Patty había cumplido su palabra: de la rajita del coño sobresalía la anilla de las bolas. Las traía dentro desde que se las metió en el servicio de la estación. Y parecía que las venía disfrutando, pues su coño estaba mojadito.
- ¡Ni te imaginas el gusto que me han dado con el traqueteo del tren y mientras caminaba hasta casa! Ahora son ya todo tuyas. Haz con ellas lo que quieras. Pero antes te quitaré ese bóxer que me tapa la visión de tu polla. Quiero verla ahora, deseo contemplar tu verga, amor.
Casi sin terminar de hablar me arrancó el bóxer haciendo que mi pene saliera como un resorte. Patty arrojó la prenda al suelo dejándome al fin desnudo por completo. Ella estaba de pie junto a la cama. Elevó la pierna derecha y colocó el pie sobre la cama, manteniendo el otro apoyado en el suelo. Se abrió un poco más de piernas y yo ya no esperé más: acerqué uno de mis dedos a la anilla que salía del coño de Patty y empecé a tirar hacia afuera muy lentamente. La primera de las bolas apareció húmeda, mojada, cubierta de flujo blanco. Seguí tirando otro poco y salió a la luz la segunda de las esferas igual de manchada que la otra. Volví a meterle ambas en el coño a Patty y empecé a partir de ahí a tirar de la anilla hacia fuera y a empujar hacia dentro alternativamente sin sacar ya nunca del todo la segunda de las bolas. Estaba follando a mi chica con el nuevo juguete ante los gemidos de Patty. Le pedí que se tumbara en la cama y ella así lo hizo. Con las piernas separadas tenía vía libre para continuar penetrándola. Aceleré un poco los movimientos para satisfacción de mi chica que, con los ojos cerrados, gozaba sintiendo entrar y salir una y otra vez las bolitas.
- Un poco más rápido, amor, acelera más- me pidió.
Le hice caso y volví a incrementar el ritmo. Fue entonces cuando se me ocurrió algo: me di cuenta de que, por la forma que presentaban, podría meter una bola en el coño y otra en el ano de Patty simultáneamente. Le saqué ambas de un tirón y le dije:
- Te voy a follar ahora los dos agujeros a la vez.
- ¿El culo también? ¡Uffff! Yo ya lo había pensado pero no sé si se podrá- me comentó.
- ¡Claro que se puede, amor! Mientras regresabas, estuve curioseando en internet y he visto que esas bolas sirven tanto para el coño como para el ano.
Observé que Patty dudaba un poco pero me puse manos a la obra: introduje una bolita lentamente en el agujero anal de mi chica, doblé un poco el juguete y metí la segunda bola en la vagina.
- Ahhh!- fue lo único que acertó a pronunciar mi novia al sentirse doblemente penetrada.
Despacio comencé a tirar de la anilla sin permitir que las esferas salieran por completo de su “escondite” y Patty empezó a gemir:
- ¡Ohhh, sí, sigue, amor, un poco más, no pares, por favor, continúa así! ¡Arrrgghhh!
No dejé de tirar de la anilla y aceleré mis movimientos. Era una delicia ver cómo las dos bolas entraban y salían al unísono del sexo y del culo de mi chica, contemplar lo mojado que cada vez más tenía el coño y escuchar los suspiros y los gemidos de placer.
- Amor, deseo que me folles. Sácame ya las bolas, por favor, y méteme la polla. No aguanto más. La necesito dentro- me pidió Patty.
Enseguida cumplí su petición. Yo también me moría de ganas por penetrarla ya, por hundir mi verga en su sexo abierto y palpitante. Extraje las dos bolitas del interior y le dije:
- Quiero que antes de que te clave mi polla chupes las dos esferas, que degustes el sabor de tu coño y de tu ano.
Patty tomó el juguete erótico por la anilla, elevó un poco el brazo, dejó las dos bolitas suspendidas en el aire, acercó la boca a la bola que había estado metida en su coño y, aún cubierta de flujo blanco, se la metió en la boca. Con los labios y con la lengua la chupó una y otra vez hasta que la dejó completamente limpia.
- Dime a qué sabe- le pedí.
- A sexo, al sexo ardiente y sucio de tu excitada novia.
- Ummm, ¿sólo a eso? ¿No sabe a nada más?
- Sabe a…puta, a tu puta, a esa que se muere cada noche por que la folles, por sentir tu polla dentro, por que la dejes cubierta de tu leche, oliendo a ti.
- Eso está mucho mejor- le dije.
Chupó a continuación la otra bola, la del ano, con la misma intensidad con la que lo había hecho con la anterior. Yo asistía complacido a la escena, contemplando cómo probaba el sabor de su propio culo.
Mi novia dejó entonces las bolas sobre la mesita de noche y me agarró la polla con su mano derecha sacudiéndola varias veces y sacando fuera mi glande.
- Yo ya he cumplido. Ahora te toca a ti. ¡Fóllame duro, amor!
- ¡Ponte en pompa! ¡Vamos!- le pedí.
Inmediatamente adoptó esa postura sobre la cama y me ofreció todo su rotundo e impresionante culo para que se lo penetrara. Desde atrás se le veía su sexo mojado, goteando. Coloqué mis manos sobre los glúteos, se los separé y comencé a introducir mi pene totalmente hinchado y ya con el glande rojo brillante por mi líquido. Volví a situar mis manos sobre los glúteos de Patty y empecé a embestir lentamente. Mi polla entraba y salía deslizándose dentro del caliente y abierto ano de mi chica. Una vez, otra, otra más….No paraba de empujar incrementando la fuerza y la velocidad en cada penetración. Sentía un placer enorme al notar sobre la piel de mi verga el roce con el interior del culo, al experimentar la fricción sobre mi glande.
- ¡Más, amor, un poco más! ¡Párteme el culo! ¡No pares! ¡Dame más fuerte!- ¡Arggghhh! ¡Síííííííííííííííí!
Impulsándome con las caderas apretaba más y empujaba hasta el fondo mi polla. Con las manos le daba nalgadas y cachetitos al trasero de mi novia para acrecentar el placer. Mis testículos se bamboleaban con cada embestida y los notaba duros, moviéndose sin control de un lado a otro. Seguí perforando el ano unos instantes más hasta que Patty me indicó:
- ¡El coño, fóllame ya el coño! Quiero tu verga ahí dentro y que te corras, que me llenes de leche!
Di un par de embestidas más dentro del culo hasta que saqué mi polla de dentro. Patty se tumbó en la cama. Le agarré las piernas y coloqué sus talones sobre mis hombros. En esa postura aproximé mi pene hasta el coño de mi chica y comencé a restregar mi verga por fuera, rozando suavemente los labios y la rajita. Le introduje a continuación mi miembro dentro de un golpe seco y fuerte.
- ¡Ahhhh, sííí! ¡Fóllame duro, déjamelo todo dentro! ¡Vamos, sigue!- gritó Patty.
Empecé a penetrarla con fuerza, sin miramientos, con todas mis energías. Sin pausa alguna empujaba con mi cintura, le metía toda la polla hasta el fondo, notando cómo se perdía en el interior del cuerpo de Patty y cómo llegaba casi hasta su vientre.
-¡Ohhhh, amor, hoy voy a reventar, me va estallar todo!- exclamé.
- Eso quiero, que me inundes el coño de semen, que me dejes bien follada y con el chocho dolorido. -¡Ahhh, sigue, más, un poco más!
Continué metiendo y sacando mi miembro a toda velocidad sintiendo el calor y el ardor que expedía el coño de Patty. Notaba mi polla húmeda por los flujos que manaban lentamente de la vagina y se deslizaban hasta mojar la cara interna de los muslos de mi novia. Apreté varias veces más, metí el pene hasta el fondo. Frené en secó y embestí después seis, siete, ocho veces con penetraciones bruscas. Estaba al borde de la extenuación.
- ¡Arrgghhhh, un poco más y me corro, mi vida, sólo un poco más!- solicitó Patty.
Yo tampoco iba a aguantar mucho. Sentía mis testículos y mi verga tan hinchados que parecían que iban a explotar de un momento a otro. Comencé a notar el cosquilleo típico en mi bajo vientre. Sabía que la eyaculación se aproximaba. Deslicé de forma rápida y enérgica varias veces más mi miembro hasta que ya no pude más:
- ¡Ahhhh, me voy a correr! ¡Córrete conmigo! ¡Córrete, Patty! ¡Arrggghhh!
- ¡Síííí! ¡Ahhhhhh! ¡Me corro, dame un poco más…me corroooo!- exclamó ella.
Di tres secas embestidas más y mi semen comenzó a manar de mi polla perdiéndose a chorros calientes por el coño.
- ¡Ohhh, sííí! ¡Ahhhhh…! ¡Lléname entera! ¡Arrgghhh! ¡Así, qué gusto! ¡Ohhhh…cómo me estoy corriendooooo!- gritó Patty.
Después de unos minutos saqué mi miembro de la vagina de mi novia. Ya ni siquiera salía más semen: todo el esperma había quedado alojado en el sexo de mi chica. Nos abrazamos y nos besamos juntando otra vez nuestros cuerpos sudorosos durante varios minutos.
- Me has hecho disfrutar mucho, amor. Eres increíble. Pocas veces te había visto tan excitado como hoy- me dijo.
- ¡Mira la que va a hablar! Jamás había gozado tanto. Me has regalado el mejor sexo posible, el sexo con una auténtica diosa. Me fascinan tus travesuras y tus fantasías. Te amo, mi vida.
- Te quiero, corazón, mío. Te prometo que repetiremos pronto y que seguiré siendo una niña “mala” - me indicó Patty.
Antes de dormirnos, mi chica tomó las bolas chinas y se las introdujo de nuevo en su coño. Me quedé mirándola un tanto sorprendido.
- Estas duermen hoy dentro. Ya veremos cuándo las saco- me dijo Patty con una sonrisa pícara y dándome un beso de buenas noches.

Nota del autor:
Aunque yo haya sido el escritor de este relato, la mitad o más de su autoría le corresponde a mi novia, a mi diosa. Sin ella nada de esto sería posible. Es ella quien con sus continuos juegos, con su atrevimiento, con sus excitantes ideas, con sus ganas de experimentar cosas nuevas conmigo, me da la posibilidad de plasmarlo por escrito.
Quería añadir un par de cosas antes de terminar: la primera es una petición de mi novia. Me solicitó que incluyera su recomendación para que las lectoras y lectores adquieran (si no las tienen ya) unas bolas chinas como las que usamos nosotros, porque el placer que se siente y lo que se disfruta es algo enorme. Y yo suscribo por completo esa recomendación.
La segunda es comentar que la idea de incluir fotos de la bolitas en el relato fue de mi diosa. Cuando le dije que iba a escribirlo, me pidió que añadiera alguna foto para ilustrar mejor el texto y que los lectores se pudieran hacer una mejor idea de nuestro juguete. Así que todo el mérito de que aparezcan esas imágenes es de ella.
Gracias a todos por leer el relato.
Gracias a ti, mi vida, por todo, por ser siempre mi apoyo, por amarme, y por estos dos últimos días tan especiales y ardientes que hemos pasado juntos. Tú ya sabes a lo que me refiero. Te amo y te deseo, mi diosa.