6 de julio de 2014

  UN ÁNGEL LLAMADO PATTY.


Después de unos días de recuperación, por fin tengo la mente clara para poder encontrar las palabras necesarias para agradecerte todo lo que has hecho por mí en mis 12 días de frenética actividad laboral. Mi vida, de verdad que eres increíble. Ya te agradecí todo en privado, pero fue en esta página donde nos conocimos y quería hacerte este pequeñísimo y humilde agradecimiento también a través de ella. Eres la mejor persona que pueda existir y no empieces a ponerme excusas conforme leas el texto, que te conozco. Ni vayas a ponerte “tomate” ni digas que yo me merezco lo bien que te portas conmigo, como me dices siempre. Mi niña, lo que has hecho por mí durante este periodo de duro trabajo está por encima de todo. No hay persona en el planeta, excepto tú, que sea digna de recibir todo el amor que me has dado y que me das, tu afecto, tus mimos, tus besos, tus cuidados, tu atención, tu preocupación constante…todo, amor, me lo has entregado absolutamente todo. Te ha dado igual si tú también estabas más o menos ocupada en tu trabajo, con mejor o peor ánimo, más o menos cansada. Nada ha sido obstáculo para ti: ahí estabas siempre, cada segundo, como apoyo para mí. Lograste que mi fatiga mental se disipase a través del inmenso poder de tus besos. Conseguiste con cada uno de tus “te amo” que mi cansancio físico, que mi dolor de piernas saltaran por los aires hechos añicos. Cada vez que tenía la posibilidad de conectarme, allí estaban tus mensajes de amor esperándome o tú misma en directo. Hacías que sacara fuerzas de donde ya casi ni me quedaban para continuar el resto de la jornada, el resto de las pesadas y eternas tardes. ¡No sé qué hubiera sido de mí durante esos días si no llegas a estar tú! En cada amanecer, al mediodía, durante las horas vespertinas y en nuestra cita, siempre me derretías con tu ternura, con tus palabras, con tus piropos y con tu dulce presencia. Tampoco olvidaré jamás lo que hiciste por mí el día en el que cumplíamos nuestros 11 meses juntos. Habías tenido un día difícil y, sin embargo, seguías apoyándome. Mientras regresabas a casa, surgió un problema de comunicación y perdimos el contacto. Pese a estar agotada, no dudaste en bajarte del bus y buscar una forma de ponerte en contacto conmigo. Me conoces ya muy bien y sabías que estaría preocupado. ¡Y vaya si lo estaba! Tenía un nudo en la garganta que no me dejaba ni respirar solo de pensar que te hubiese ocurrido algo durante el trayecto. Y ahí estabas tú, a miles de kilómetros de distancia, intentando avisarme. Cuando me llegó primero tu email, me tranquilicé un poco y luego, cuando unos minutos más tarde me llamaste, me volví a dar cuenta de que soy la persona más afortunada que existe en la Tierra por ser amado por ti. Tu voz angelical y las cositas que me dijiste hicieron que me tranquilizase mucho. Por fin pude dormirme relajado cuando más tarde supe que ya estabas en casa. He querido dejar para el final toda la pasión que me has regalado en esos 12 días. Por si no hubiera sido suficiente con tu dulzura, vas y te encargas de tenerme con mi deseo sexual por las nubes. Jamás me había sentido tan excitado tantas jornadas seguidas. El cansancio que se iba acumulando por el trabajo no podía hacer frente a tantas ganas de sexo. Amor mío, estuvimos 5 días consecutivos a la hora de mi despertar dando rienda suelta a nuestra pasión desenfrenada. Y después seguimos en días alternos. Fue algo extraordinario. Pese a que por mi horario no podíamos estar mucho tiempo, como en otras ocasiones, esos instantes fueron tan salvajes y descontrolados que ardía de excitación. Unas veces eras tú la que dirigías los pasos a seguir; otras veces era yo el que te hacía las indicaciones, que tú siempre cumplías. Recuerdo especialmente lo de tu tanga. ¡Cómo lo empapaste! También el día en que usamos a la vez a nuestros “dos amigos”, el azul y el rosa. Terminábamos en un estallido mutuo de placer y hacías que me fuese a trabajar feliz, con una sonrisa en la cara y deseando volver a repetir. Lograbas mantenerme excitado no solo con nuestros juegos, sino también con esas otras formas que siempre empleas cuando me quieres estimular. Sé que algunos de esos días estarías cansada y con ganas de dormir y no creas que no valoro ese esfuerzo que hacías, aunque no me dijeses nada. ¡Mi cielo, si solo con que hubieses estado conmigo esos minutos, hablándome, escribiéndome, ya me hubiese valido para irme contento a trabajar! Gracias por todos esos momentos de sexo, mi vida. Ahora ya esos días pasaron y estoy gozando de vacaciones. Lo bueno es que también sigo disfrutando de tu dulzura, de tu amor y de tu pasión. Estoy enamoradísimo de ti, mi ángel de la guarda. Gracias por tratarme así, por quererme, por amarme como me amas, por confiar en mí para contarme tus problemas como yo hago contigo. Siempre estaré apoyándote, nunca te voy a dejar solita. Te mereces todo mi amor, por ser siempre tan buena. Sé fuerte y valiente, mi niña. Sueño cada día con tenerte físicamente a mi lado, poder abrazarte y estrecharte entre mis brazos. Sé que tú también sueñas así conmigo. Verás como tarde o temprano nuestros sueños se harán realidad. TE AMO, PATTY.

Tocándome al amanecer.

                                                 TOCÁNDOME AL AMANECER. 

Es temprano. Comienza lentamente a amanecer. La noche ha sido calurosa, demasiado para la altura del año en la que estamos, mediados de junio. “Ola de calor africano” dicen los expertos. Suelo dormir con un pijama corto, pero esta noche he hecho una excepción: el calor era asfixiante. Así que sólo me he dejado puesto un bóxer negro con unas rayas blancas de adorno en la cintura, en la parte que entra en contacto con los muslos y en la zona central, bordeando el espacio donde queda ceñido todo mi sexo. Al despertar me he dado cuenta de que mi pene estaba erecto, apretado entre mi cuerpo y el colchón, aprisionado bajo el bóxer. Últimamente amanezco empalmado a diario. Antes me pasaba de vez en cuando, pero ahora se ha convertido en costumbre cotidiana.

Hoy, como otras muchas mañanas, he decidido tocarme, jugar con mi miembro, gozar hasta correrme. Sentía esa necesidad al notar mi polla palpitar, dura e hinchada. Llevé mi mano derecha a mi torso desnudo y con suavidad comencé a acariciar mis pequeños pezones. Con la yema de mis dedos los rocé hasta que se pusieron un poco más grandes y tiesos. Pasé luego varias veces la palma de mi mano sobre ellos con fuerza hasta que fui descendiendo, llegando a la altura de mi vientre. Bajé un poco más la mano derecha por mi abdomen y palpé el inicio del bóxer, su tejido suave y fino. Mi mano se dirigió entonces al centro de la prenda y empecé a masajear lentamente mi polla sobre el bóxer. Tumbado en mi cama notaba cómo con cada roce de mi mano el pene palpitaba y se endurecía más de lo que ya estaba. Deslicé mi mano un poco hacia abajo, hasta llegar a los testículos. Con delicadeza los encerré en mi mano y los masajeé, sintiéndolos hinchados. Abría mi mano, la volvía a cerrar apretaba un poco, aflojaba, volvía a apretar, así hasta unas diez veces en total. Mis bolas parecían querer escapar de la prisión que suponía para ellas el bóxer. Comencé a notar la punta de mi pene húmeda y no tardé en percibir sobre la prenda dicha humedad. Me llevé la mano a la nariz y aspiré con fuerza el intenso olor a líquido preseminal. Con parsimonia comencé a bajar el bóxer negro: mi verga salió como un resorte. Después fueron mis testículos los que quedaron al descubierto, poblados por una ligera capa de vello. Me saqué el bóxer por los pies y lo arrojé al suelo. Acerqué mi mano a mi pene, lo agarré y suavemente deslicé varias veces mi mano sobre la piel de mi tieso miembro.


El glande estaba ya al descubierto, rosado y mojado, con su agujerito central dispuesto a soltar en unos minutos una descarga de blanco semen caliente. Empecé a combinar series de movimientos lentos con otras más rápidas y enérgicas. Las venas de mi polla se marcaban sobremanera. Entonces cogí de la mesita de noche los dos geles estimulantes que tengo, uno de efecto calor y el otro de efecto frío. Apliqué primero el de frío sobre toda la longitud de la polla: los 17 centímetros quedaron embadurnados y no tardé en percibir esa sensación de hielo sobre mi pene. Con cada movimiento de mi mano, con cada roce, el efecto parecía intensificarse. A continuación extendí el otro gel y el contraste fue muy placentero. El cambio de frío a calor hizo que mi polla ardiese como si estuviera envuelta en fuego. Aceleré un poco más con la mano derecha sobre mi verga, mientras que con la izquierda volví a masajear mis testículos. Trataba de acompasar el bamboleo de mis huevos con la agitación a la que estaba sometiendo a mi polla. Con los ojos cerrados estuve disfrutando varios minutos, hasta que noté que se acercaba el momento de la eyaculación. Agité con fuerza mi verga con toda la rapidez de la que fui capaz, noté varias contracciones en el abdomen y una explosión de placer en mis testículos. Varios chorros de leche salieron disparados de forma incontrolada, manchando la cama, el suelo y mi vientre. Seguí moviendo mi mano hasta que las últimas gotas de esperma manaron de mi glande. Con la respiración aún agitada y sudoroso permanecí recostado unos instantes más, mientras el olor al semen derramado penetraba hasta lo más profundo de mi nariz.